Dora vive en Rosario desde hace ya muchos años. Trabajó en reconocidos sanatorios rosarinos. Inquieta, trabajadora y solidaria, recorre los distintos barrios ayudando a los más necesitados. Pero a pesar de estar muy ocupada por esas actividades, siempre está dispuesta a ofrecer su tiempo para conversar y visibilizar la causa Malvinas desde el rol tan importante que cumplieron las enfermeras. Levantar la voz para contar su historia es una tarea a la que actualmente dedica su vida.
Debates en torno al reconocimiento de las y los veteranos de Malvinas
Todas las medidas de reconocimiento impulsadas por el Estado han generado fuertes controversias en las distintas organizaciones sociales vinculadas a la causa Malvinas, ¿quiénes son considerados veteranos de Malvinas? ¿Cuáles son los criterios que los definen?
En 1990 fue aprobada la ley nacional 23.848/90 que otorga “pensión vitalicia para ex combatientes que participaron en acciones bélicas en el Conflicto del Atlántico Sur”, más precisamente, los soldados que estuvieron “destinados en el teatro de Operaciones Malvinas (TOM) o entrado efectivamente en combate en el área del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS)” y extendiendo en el año 1994 este beneficio a los civiles argentinos que se encontraban cumpliendo funciones de servicio y/o apoyo a las Fuerzas Armadas o de Seguridad entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Entonces, hasta este momento son reconocidos como veteranos sólo aquellas personas que hubieran tenido participación en la acción bélica.
A lo largo de los años, se fueron conformando organizaciones sociales de veteranos continentales que han luchado para que el reconocimiento se extienda a los ex soldados que estuvieron bajo bandera en forma efectiva entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, concediendo apoyo logístico, agua, alimentos, ropa, armamento, municiones y tropa desde el territorio nacional continental hacia las zonas de combate. En este sentido, en 2020 fue presentado en la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de ley de “Reconocimiento a veteranos de guerra continental por Malvinas”, pero nunca se trató.
Si bien es mucho lo avanzado en los últimos años en políticas de reconocimiento, hoy en día la participación y experiencia de las mujeres en la guerra de Malvinas sigue presa del olvido. En la última década, las ciencias sociales han abordado la cuestión Malvinas desde diversas perspectivas, entre ellas, desde la perspectiva de género. El concepto de veterano ha sido tensionado y nuevos interrogantes surgieron en torno al conflicto, a los “héroes” y a la participación de las mujeres en la guerra. ¿Cuáles fueron sus funciones durante el conflicto bélico? ¿Pueden ser consideradas veteranas?
Hasta el momento, sólo dieciséis mujeres que integraban las Fuerzas Armadas fueron reconocidas como veteranas, logrando acceder a los mismos derechos sociales que los veteranos. Hace apenas unos años que se impulsa el reconocimiento del 2 de abril como “Día del Veterano, la veterana y de los Caídos en la guerra en Malvinas”. Los avances del movimiento feminista del presente obligan a pensar la historia historia a través de nuevas preguntas y miradas, invitan a escuchar aquellas voces que todavía siguen silenciadas e invisibilizadas y que luchan por ser reconocidas, “imaginate que llegamos a 40 años y fuimos olvidadas completamente, ¡y más las mujeres!”, cuenta Dora Ríos, enfermera civil que trabajó en el Hospital Naval de Puerto Belgrano.
Quién es Dora Ríos
Para recuperar las voces de esas mujeres que participaron del conflicto, es ideal conocer la historia de Dora Ríos, más conocida como “Dorita”. Hoy tiene 66 años, es viuda y tiene 2 hijos. Cuenta sobre su profesión, nunca perdió la pasión y la dedicación, incluso ahora que está jubilada. Al recordar su infancia, en la ciudad de Santa Fe, habla con mucho cariño sobre la labor de su padre, que también fue enfermero. Desde ese momento supo que su deseo era estudiar medicina. Por dificultades económicas no pudo seguir esa carrera, pero con la convicción de que ese era su camino ingresó a la Cruz Roja.
En 1976, luego de terminar sus estudios en enfermería, se mudó a la ciudad de Punta Alta para comenzar a trabajar como enfermera civil en el Hospital Naval ubicado dentro del predio de la Base Naval Puerto Belgrano. Allí conoció a su marido y en el año 1982 se enteró de que estaba embarazada. Días después se inició la guerra. Claro que no sabía que era una guerra, porque el silencio, la mentira y la discreción fueron las formas con las que se manejaba la información durante la última dictadura militar. Por ejemplo, los cambios que se sucedieron por aquellos días en el hospital sólo eran nombrados como un “operativo”.
El Hospital Naval de Puerto Belgrano, donde trabajó Dorita, está ubicado en el sur de la provincia de Buenos Aires y fue el centro médico más importante con el que contó la Argentina durante el conflicto, ya que en sus instalaciones se podían atender las patologías de mayor complejidad de los combatientes heridos en Malvinas. Cuenta Dorita que “bajaban los aviones y los traían en ambulancias. Otros bajaban en helicóptero en medio del hospital porque tenía un espacio gigante, inmenso para recibir a los heridos. Estábamos en la línea de recibir a todos los heridos e ir derivando. Los veía el médico y se trataban en distinto lugar: quemados, cirugía, traumatología, lo que fuera”.
Las enfermeras en la guerra
Generalizar la experiencia de la guerra es complicado, por no decir imposible. Hay tantas experiencias como personas participantes y sus vivencias variaron en relación a los jefes, los lugares de trabajo y los compañeros que les tocaron. Así, lejos de reforzar una mirada sobre el rol de las mujeres que sólo las coloca como madres, protectoras y sanadoras -mirada que ha sido por demás difundida- se puede resaltar el profesionalismo y heroísmo las mujeres que participaron en Malvinas. Algunas lo hicieron desde la Fuerza Aérea, la Marina o el Ejército, pero también hubo civiles, muchas de ellas cumplieron tareas como enfermeras, instrumentadoras quirúrgicas y operadoras de radio. Como profesionales de la salud afrontaron la difícil tarea de asistir, sanar y también contener a los heridos.
En el Hospital Naval la mayoría de las enfermeras profesionales eran civiles, ya que recién en 1980 se había abierto el ingreso a las mujeres a la Escuela de Enfermería de la Armada que funcionaba en el predio de la Base Naval donde también se encontraba el Hospital. Según establecía el programa, a partir de los 16 años las mujeres podían cursar sus estudios secundarios y, al mismo tiempo, obtener el título de enfermera.
Cuando se desató el conflicto bélico, las enfermeras civiles y militares fueron desempeñando distintas tareas, como detalla Dorita: “Había chicas que estaban con nosotros y nos ayudaban. Nosotras estábamos en la complejidad, en lo difícil. Ellas nos ayudaban a bañar, a cambiar, nos proveían de gasa, material, nos traían los tarros de curaciones. Eran auxiliares de enfermería”.
Pero a los heridos no sólo había que curarlos, las enfermeras se encontraron con el trabajo de tener que cumplir con otros roles: “Fuimos mamá, papá, hermanos, hasta fuimos el cartero porque los soldados no podían recibir cartas. Entonces le llevábamos la carta al soldado para que pudiera comunicarse con la familia”. Remarca: “Entonces es como que yo vivía con ellos, estaba con ellos”. La contención brindada a los soldados heridos se había vuelto una cuestión vital “porque psicológicamente estaban mal, mal, mal”, enfatiza.
Todo el personal estaba sometido a largos turnos de trabajo que podían durar entre 12 y 48 horas. Muchas veces no había tiempo ni de conversar con las compañeras y, además, tenían órdenes expresas de los superiores de no hablar sobre lo que allí sucedía. Dorita aún hoy recuerda el momento en el que recibió al primer herido y al primer fallecido, rememora la tristeza que sintió, que era enorme: "Pero no podías llorar, te la tenías que aguantar, que tragar el llanto. No lo podías exteriorizar. Ni la mujer podía llorar, ni los hijos. Era muy duro, muy rígido”, resalta.
El silencio después de la guerra
Lo que vivió Dorita en los meses que van de abril a junio en el Hospital Naval nunca lo pudo contar, ni siquiera a su familia. El silencio que imperó en aquellos tiempos se instaló para quedarse en la vida de muchos ex combatientes, veteranos y personal civil que participaron de la guerra. La falta de atención psicológica, contención y reconocimiento dejó en la vida de estas personas heridas que muchos no pudieron sanar. Si bien no hay cifras oficiales, según asociaciones de ex combatientes son entre 350 y 500 los soldados que decidieron quitarse la vida en los años posteriores al conflicto. Cifras realmente alarmantes, teniendo en cuenta que los caídos en combate fueron 649.
Al día de hoy Dorita se ve atravesada por la emoción que le generan tales recuerdos: “En el hospital nadie tuvo asistencia psicológica, ¡ni para nosotras! No había para nadie”. Pasados dos años de la guerra decidió mudarse a Rosario para mejorar su salud, afectada como consecuencia del trauma: “Tuve que irme porque tenía 28 años y estaba hipertensa y no sabía por qué, estaba hipertensa y pesaba 48 kilos”, recuerda. Una experiencia que jamás pudo olvidar y que aún la acompaña en el presente, “una guerra es un daño psicológico que no te vas a olvidar nunca”, admite.
Después de algunos años, y en busca de sentirse mejor, decidió retomar su profesión, volver a trabajar en aquello que siempre la había apasionado. Volvió a trabajar como enfermera en distintos sanatorios de Rosario, principalmente en el área de rehabilitación y dando charlas para estudiantes de enfermería. Aun así, el silencio continuaba: en ninguno de los lugares donde trabajó pudo mencionar su participación en el conflicto de Malvinas.
A 40 años, no las hemos de olvidar
Si se piensa la historia del país desde una mirada feminista, se debe tener en cuenta la experiencia de las mujeres que tuvieron participación en la guerra de Malvinas.
Desde 2015, Dora tiene junto a sus compañeras enfermeras civiles del Hospital Naval de Puerto Belgrano un grupo de Whatsapp a través del cual están en contacto. Son más de 160 mujeres de todo el país, organizadas para visibilizar su actuación durante el conflicto bélico y para reclamar que se las reconozca como veteranas y así poder “acceder a una pensión y a todos los derechos que tienen los veteranos de guerra, todos los anteriores que fueron reconocidos. Pedimos eso, porque no somos reconocidas en ningún lado, nadie nadie nadie, en ningún lado”.
A 40 años de Malvinas, Dorita se sigue emocionando al recordar, le sigue doliendo la guerra, pero más le duele el olvido. Por eso quiere contar su historia, para que “cuando parta de esta tierra, quede una historia para las personas que están viniendo, para los que están creciendo, para los más chicos. Que las maestras sepan que una vez hubo enfermeras, porque estamos muy olvidadas. Pero hubo una enfermera al lado de un paciente, de un moribundo, de uno que estaba grave, de otro que salió y de otros que se murieron”.
Hoy Dorita pasa sus días colaborando con comedores en distintos barrios de Rosario. En su auto se mueve y recorre las zonas más postergadas de la ciudad, ofreciendo sus conocimientos como enfermera y su voluntad para ayudar a los más necesitados. Su compromiso social y vocación de servicio son características que la definen. Hoy como ayer, Dorita es una heroína de a pie, silenciosa, que lucha por un mundo mejor.
Desmalvinización y reconocimiento
Este año se cumplen cuarenta años del conflicto armado por la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Durante mucho tiempo, el pueblo argentino se vio atravesado por un proceso de desmalvinización a raíz del manto de silencio y ocultamiento que se impuso desde los medios de comunicación y los distintos gobiernos en los años posteriores a la derrota. Muchos fueron los años de invisibilización y clausura del debate sobre la experiencia vivida. Pero en los últimos años, esto comenzó a cambiar. Gracias al Estado, los organismos de derechos humanos, las organizaciones de veteranos y la sociedad en su conjunto se han comenzado a implementar y exigir políticas tendientes a visibilizar, conocer y reconocer a todos los protagonistas de aquel conflicto bélico y su importante participación.
Recién en el año 2000 comenzaron las políticas de memoria y reconocimiento, al establecerse el 2 de abril como el “Día del veterano y de los caídos en la guerra de Malvinas”. En 2004, con el decreto 1357/04, se estableció que las pensiones a los veteranos de guerra fueran equivalentes a tres haberes jubilatorios mínimos, fue la primera vez que el Estado reconoció el derecho de los ex combatientes a percibir una retribución digna por el sacrificio realizado en la guerra.
Otra importante medida fue implementada con la Ley de Educación Nacional, aprobada en el año 2006, que estableció la incorporación de la causa de la recuperación de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur a los contenidos curriculares obligatorios de las escuelas primarias y secundarias de todo el país.
Además, en 2014 se inauguró en Buenos Aires el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur como espacio abocado a la promoción del conocimiento de la historia política, cultural y geográfica de las Islas y la continuación del reclamo por la causa Malvinas.
(*) Florencia Jaime es historiadora y actualmente cursa una Especialización en Estudios Interdisciplinarios en Sexualidades y Género, posgrado dictado por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Es miembro del Programa de Investigación y Extensión Universitaria "Malvinas y el Atlántico Sur" y se desempeña como Secretaría Técnica de la Dirección de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la mencionada facultad. floor_jaime@hotmail.com
(*) Milena Orayen es historiadora. Trabaja como Auxiliar de 2da en la cátedra de Teoría de la Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y es miembro del Programa de Investigación y Extensión Universitaria "Malvinas y el Atlántico Sur" de la misma casa de estudios. milena.orayen@gmail.com