No era la primera vez que estaban frente a un desafío que los lleva a decir que es la sala más linda de la ciudad. Así y todo, tocar la cúpula que en 1904 pintó el italiano Giuseppe Carmignani es otra cosa. "Para los que venimos de las bellas artes la pintura mural es lo preferido y la cúpula es la joyita", señaló Pali Valdano, uno de los nueve integrantes del Grupo Basamento que, entre enero y marzo de este año, trabajó a 25 metros de altura en la recuperación del techo de la sala del Teatro El Círculo. Su superficie de 250 metros cuadrados sufrió en estos 118 años los embates de la humedad, con grandes roturas incluidas, y se detectó que, pese a no haber registros administrativos, ya había sido objeto de intervenciones previas, en algunos casos "muy groseras". Ahora, con el inicio de la temporada, habrá que volver al teatro y levantar la mirada para verla en su esplendor. No obstante, los artistas admiten que queda mucho por hacer y tienen el deseo de ir por más.
Hace un año exactamente, el mismo grupo (la primera cooperativa de artistas que trabaja en restauración y conservación con estas características en el país) llevó adelante la recuperación del arco del proscenio. Un salto importante desde 2004 cuando llegó por primera vez a la sala junto a 36 pasantes de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario que participaron de su puesta en valor para el Congreso Internacional de la Lengua Española.
La restauración integral de parte del techo la sala principal del teatro se inició a comienzos del año y el trabajo implicó, en la previa, el retiro completo de las butacas y la instalación a lo largo de toda la superficie de una estructura de andamios de más de 25 metros de alto y una plataforma en altura desde donde trabajaron los nueve integrantes del grupo.
Esta vez, con aportes municipales y provinciales, una suma de 20 millones de pesos que cubrieron los gastos de andamios (15 millones) y de mano de obra (7 millones), comenzaron las obras sobre el final de enero. "Trabajamos contrarreloj", admitieron los restauradores que no ocultaron el placer de llevar adelante la obra.
"Esta es como la joyita de la sala, donde queríamos llegar desde que trabajamos en el proscenio", insistió Valdano y desglosó sus motivos. "Nosotros venimos de las Bellas Artes y nos interesan todos los materiales, pero, verdaderamente, la pintura mural lo que más nos llama, es como un preferido", dijo el artista y restaurador formado junto al grupo por Cristina Lancelotti y Alejandra Rubinich, quienes supervisaron el trabajo y visitaron en tres oportunidades la obra.
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La obra restaurada y las marcas previas de las filtraciones con el paso de los años.
A eso se sumó en el proceso la vertiginosidad de la labor en sí y su dimensión. "Cuando subís, la obra se te impone, como si dijera cuidado dónde metés la mano", indicó Alejandro Guaragna, a lo que Valdano agregó: "A la vez, sabés que lo que hacés es en ese momento o nunca más, porque difícilmente vuelvan a montarse 25 metros de andamio para trabajar sobre el vacío en el mismo lugar, y que lo que hacés tiene que quedar lo mejor posible".
Recomponer
El diagnóstico inicial se había hecho desde lo que en el teatro se llama "El gallinero", las últimas gradas de la sala que permitieron a los especialistas ver el estado de la cúpula a una distancia de entre ocho y diez metros. Ya por entonces se sabía que las filtraciones y la humedad habían sido la más grave de las afectaciones del techo, de hecho en octubre se había llevado adelante un trabajo de impermeabilización.
Más aún, si bien administrativamente no existen registros de intervenciones previas sobre la obra de Carmignani y así lo señalaron durante los anuncios de los trabajos tanto el presidente de la comisión directiva de El Círculo, Guido Martínez Carbonell, como el arquitecto y miembro de la comisión, Drazen Juraga, ya de lejos los restauradores sospecharon intervenciones previas "no datadas".
Así, en los hechos, se encontraron no sólo con agujeros que habían provocado las grandes filtraciones y lo que incluso puede haber sido la caída de algún ladrillo -o también pisada de alguien que inspeccionaba desde la cámara de aire que hay sobre la cúpula-, sino además con la presencia de tornillos autoperforantes, sectores repintados con pinturas acrílicas y reintegraciones de yeso que no respetaron el nivel de la obra.
"Todo eso habla de intervenciones que ya se habían hecho, algunas muy groseras, que no sabemos cuándo", indicó Guaragna, mientras Valdano remarcó que "los tornillos autoperforantes son materiales modernos de, por lo menos, la década del 90".
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El trabajo sobre la plataforma montada a 25 metros de altura.
Candela Nardelli, por su parte, hizo referencia al uso de las pinturas y detalló que las originales "son pigmentos con aglutinantes que, ante la humedad y las filtraciones, permiten el paso del agua" ,y marcó la diferencia con "los acrílicos que son posteriores y que, ante el agua, se engloban".
Así detalló que gran parte de la labor de estos meses, con toda la tecnología para alcanzar los 25 metros de altura, pero con el mismo trabajo manual y artesanal de hace 118 años para reponer "a ojo humano" lo hecho por el artista italiano se trató de "ir armando los colores, uno a uno, ir equiparándolos a los originales, pero respetando además sus características y esas veladuras que va dejando el paso del tiempo".
Y agregó además que, a diferencia de las intervenciones previas, "se deja una marcha de este trabajo que junto con un informe da cuenta de lo hecho de cara a futuras problemáticas o situaciones" que pueda tener la obra.
Volver a mira
Con la reapertura de la sala y la vuelta de la temporada, el ojo entrenado podrá ver lo hecho. Y quizá quien no lo tenga entrenado lo imaginará.
"Hay ojos entrenados que lo van a ver, pero también hay un factor psicológico -dijo Guaragna-. No van a faltar quienes vengan y comenten lo bien que quedó, aunque no tengan registro de cómo estaba antes".
Para los hacedores de la restauración, lo principal es que "se logró una homogeneidad de toda la superficie y el color se ve compacto".
Eso sí, admitieron que nada de eso vieron durante las semanas que pasaron hasta 10 horas con la vista al techo y el cuello inclinado haciendo el trabajo a solo un metro de la obra. Recién ahora tienen la apreciación de la distancia.
Los restauradores tienen ganas seguir. Como los chicos, dijeron estar "re manija". Queda aún el techo de la sala la llamada "garganta", un sector incluso más grande que el intervenido en esta fase y donde aparecen las figuras de las musas y, entre ellas, la imagen de los músicos que pintó el mismo Carmignani. Todo eso fuertemente ornamentado y que llega con la inclinación del techo hasta el inicio de los primeros niveles de público.
"Hay mucho más por hacer para embellecer al teatro", expresaron con seguridad. Y ellos están dispuestos a hacerlo.