Sin previo aviso, todos los días alguien pierde y otro encuentra un objeto en la calle, en un parque o medio de transporte (llaves, lentes, juguetes, calzado, carpetas y la lista sigue). No solo por olvido o distracción de los dueños sino a causa de robos que luego implican descartes parciales en el espacio público, fundamentalmente de documentación (DNI, carné de conducir, estudios médicos, tarjetas bancarias). Para conectar a los damnificados con los hallazgos, y dado que Rosario no cuenta con un depósito público, en los últimos años nacieron comunidades virtuales donde miles de vecinos avisan cuando pierden y descubren pertenencias, o intentan ayudar a terceros para que las recuperen. Una verdadera trama hecha de desinteresados e invisibles gestos de solidaridad.
Solo en la plataforma Facebook se contabilizan seis grupos locales, surgidos desde 2014 con denominaciones similares de acceso libre. El más numeroso nuclea 26.400 miembros y el más reducido 2.300. Se formaron espontáneamente como un servicio ciudadano para colaborar con aquellas personas que de un momento a otro se quedan sin sus objetos, preciados más allá del valor económico: hay usuarios que buscan con desesperación un escarpín, una pulsera de fantasía o un peluche. Las comunidades también les sirven a quienes encuentran las cosas (en las veredas, el asiento de un colectivo o de un taxi) y las quieren devolver, como por cierto el Código Civil y Comercial de la Nación indica debe hacerse. En caso de que se produzca el feliz enlace, la reunión entre las partes se pacta por línea privada.
“Mi grupo fue el primero de objetos perdidos en la ciudad”, revela Carolina Díaz, de 33 años, fundadora de “Yo perdí, yo encontré Rosario” en mayo de 2014. Había encontrado un manojo de llaves y pensó que sería una buena idea generar un espacio fijo al que recurrir para difundir este tipo de descubrimientos. Les pidió a todos sus amigos que invitaran a sus contactos y las adhesiones se multiplicaron de manera exponencial al punto que hoy el grupo registra 26.430 perfiles. Como administradora aprueba entre 20 y 30 posteos diarios, lo cual desde luego le lleva tiempo (ya que también rechaza contenido inapropiado o repetido).
“No pensé que iba a crecer tanto, aunque me gustaría que incluso creciera más. Rosario no es una ciudad tan grande como para que las cosas se pierdan para siempre, estamos todos muy conectados”, se entusiasma Carolina, auditora de una empresa farmacéutica. “Por suerte se producen un montón de encuentros, a veces autorizo publicaciones de personas para agradecer que recuperaron sus cosas. Al principio solo permitía búsquedas y hallazgos pero los agradecimientos contribuyen a hacer notar que esto funciona”, cuenta desde Arroyito, barrio en el que faltan y aparecen muchos objetos cuando juega Central.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Lo mismo pasa en el parque Independencia al margen de que allí se sitúa la cancha de Newell’s, cuenta Cintia De Marchi, encargada del tradicional quiosco frente a la plaza de la Integración. El comercio que su padre empezó a atender hace 45 años, y ahora ella comanda junto a su marido, parece ubicado al borde de un verdadero Triángulo de las Bermudas. No hay día en el que los halladores (como los llama la ley argentina) no se acerquen a dejarle abrigos, documentos, mantitas, muñecos, anteojos recetados, mamaderas. “Estoy a punto de ponerme un chupetómetro, como tenía Carlitos Balá”, ironiza esta mujer nacida en 1983, preocupada porque muchas veces también se pierden niños pequeños.
En 2017 Cintia se inclinó por abrir un grupo en Facebook que a la fecha acumula 11.800 integrantes, y al que deriva a las personas que le consultan por sus pertenencias extraviadas o a los descubridores del parque Independencia. “Objetos perdidos y encontrados Rosario” involucra a vecinos de todos los barrios así como variedad de ofertas y solicitudes, desde un tablero de dibujo técnico olvidado por un adolescente en un colectivo (que por cierto la semana pasada regresó a su dueño) a patentes de autos y motos desprendidas en días de tormenta, un clásico de este tipo de comunidades.
“Quisiera que fuera más masivo y se encontraran más cosas a través del grupo. Es una lástima que en la ciudad no haya una oficina adonde llevar aunque sea el DNI, que hoy se usa para tantos trámites”, se lamenta Cintia, consciente de que brinda un servicio ad honorem. En rigor hasta 2007 la Unidad Regional II tenía una Oficina de Hallazgos y Extravíos, emplazada en Catamarca al 1300, y ese mismo año el ex concejal Jorge Boasso propuso crear un organismo centralizado que garantizara una base de datos de los elementos así como su almacenamiento (tema ya discutido en el Concejo en 1998). A mediados de 2021 el intendente de Santa Fe, Emilio Jatón, repuso el departamento de Objetos Perdidos y Documentación Extraviada, mientras que en Rosario es posible rastrear bienes olvidados en el transporte urbano (en la web del Ente de la Movilidad figuran los datos de las oficinas correspondientes de cada empresa) y en taxis, a través de la línea telefónica gratuita 147.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Justamente Luciana Sangari, ama de casa de barrio Ludueña, se vio en aprietos hace dos años cuando su abuela de 80 olvidó una carpeta médica del Pami en un taxi. Sin saber adónde recurrir, se contactó con el grupo de Facebook “Cosas perdidas y encontradas Rosario”, que había nacido en 2018. A pesar de que sus cuatro hijos la mantienen ocupada full time, se ofreció cuando la fundadora de la comunidad virtual pidió ayuda para aprobar las publicaciones. Hoy Luciana es la única administradora del espacio, con un total de 12.300 miembros. “Los papeles de mi abuela no aparecieron nunca pero una persona que trabajaba en Pami me agilizó la realización de los trámites para reemplazarlos. Esas cosas pasan: gente que orienta, ayuda, da una mano”, relata la mujer de 44 años. Y amplía: “Tienen mucha voluntad, comparten, buscan. Es muy satisfactorio ver usuarios activos, que se comprometen y no agreden, a diferencia de lo que se ve en general en las redes sociales”.
Contenta porque hace poco devolvieron unos audífonos a su dueño, Luciana afirma que “se encuentra y se pierde en la misma proporción, lo que cuesta a veces es enlazar a la gente”. La consuela que haya usuarios presentes en varios grupos, a la caza de posibles coincidencias. “Es necesario darle visibilidad a las cosas buenas, aunque sean pequeñas. Destacarlas. Últimamente Rosario parece lo peor de la Argentina pero no todo es malo. Cuando querés hacer algo bueno, encontrás dónde y con quién”, finaliza con altruismo, y conocimiento de causa.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
La empatía al palo
Entre las publicaciones que más llaman la atención, tanto cuando se reclaman como si se anuncia su hallazgo, figuran las de implantes cocleares para las personas sordas, cuenta Carolina Díaz, administradora del grupo más grande de cosas perdidas y encontradas en Rosario. A la joven le conmueve que los miembros se involucren compartiendo y comentando posteos de terceros; que los vecinos que se cruzan con objetos ajenos no se los apropien sino que se molesten en fotografiarlos, subirlos a la red y ponerse a disposición para su entrega. “Es una actividad totalmente desinteresada; tiene que ver con donar tiempo propio y pensar en lo que el otro necesita. Por eso que exista este grupo me da esperanza”, comenta y añade: “Hay gente que incluso devuelve celulares o plata”.
Otra situación que provoca gran empatía en la comunidad es la pérdida de muñecos de apego de niños pequeños. “Una vez una chica publicó que su hija había perdido su jirafita de peluche, yo le escribí por privado y le dije que tenía una igual. Ya se me había adelantado alguien para ofrecérsela, estaba yéndola a buscar. Es decir que no apareció la original pero se intentó resolver el problema. Sí, son objetos materiales, pero algunos significan mucho”, concluye.
“Ahora hay más publicaciones sobre robos pero no sé si es porque la gente se mueve más (después del confinamiento), porque son más los integrantes del grupo o porque hay más asaltos”, se pregunta Carolina.