En su libro Cosmos, el popular astrofísico norteamericano Carl Sagan citaba el epitafio de dos astrónomos aficionados: "Hemos amado con demasiado fervor a las estrellas para temer a la noche". Quizás la frase condense a la vez la poética y densidad existencial que subyacen, paradójicamente, tras una ciencia dura como la astronomía. Por eso la sensación de pequeñez bajo el inmenso cielo nocturno no está reñida con la curiosidad que motiva el conocimiento y ambas figuran entre las razones que llevaron a tres rosarinos a convertirse en astrónomos amateur y a construir, en sus propias casas, observatorios privados. Casualidad o no, las tres cúpulas se levantan en el distrito sur y en un radio de no más de diez cuadras. Y eso que se crearon para mirar un firmamento (casi) infinito.
Como su condición de aficionados lo indica, ninguno de los tres vive de la astronomía: uno es jubilado municipal, otro cerrajero y el tercero ingeniero. También tienen en común haber levantado un observatorio sobre sus casas, de fuerte perfil artesanal y en dos casos directamente autoconstructivo.
Pese a que existen tres observatorios públicos en Rosario (ver aparte), el mayor telescopio de Rosario y Santa Fe es el que Víctor Buso (53) —cerrajero de oficio, cofundador con el padre Rogelio Pizzi del observatorio del Cristo Rey y presidente de la Asociación Santafesina de Astronomía— compró para su casa de Entre Ríos 2974.
En eso invirtió los ahorros de la familia, compuesta además por su esposa Viviana Bicciré, docente de primaria, y su hija Camila, de 17, que aspira a estudiar abogacía pero consiente en hacerle a su padre los cálculos de trigonometría.
"El sacrificio que les pido es grande, pero cuando me casé dije «bueno, ahora voy a tener que dejar la astronomía», y mi esposa me contestó «¡No!, si es una de las cosas que más me gustan de vos...»".
Como sus colegas, Víctor se fascinó con el cielo desde chiquito. "Recuerdo que una madrugada, tendría yo 12 años, mi papá me despertó a las 4 de la madrugada para que viera el cometa Bennet. Y mi mamá me mostraba la luna...".
En el barrio le dicen: "Hiciste realidad el sueño del pibe". En verdad, aclara, se trata de un proceso, ya que hace un año y medio logró levantar sobre su casa el Observatorio Astronómico Busoniano (escalera, tras escalera, tras escalera), montó la cúpula que abre por comando, instaló la computadora que maneja todo y el telescopio con cámaras fotográficas ad hoc.
Con esos instrumentos realiza mediciones de asteroides y cometas, estudios físicos de cometas y estrellas variables y peculiares. Ubica en su PC el "mapa estelar", clickea sobre un astro y ordena la búsqueda: el telescopio se orienta y lo encuentra solo. Resta observar, bajar datos y analizarlos.
Víctor es (¿cómo no?) muy amigo de otro "loco por las estrellas", José Luis Sánchez (58), jubilado del área de informática del municipio, también seguidor del padre Pizzi (de hecho, ex alumno del Cristo Rey) y dueño del observatorio Géminis Austral (Italia 4254), creado íntegramente con sus manos, sacando alguna mínima ayuda de algún herrero.
Se define "astrónomo aficionado avanzado" (como Buso, tempranamente realizó el curso de auxiliar en astronomía que dicta el Planetario municipal) y se especializa en el estudio de estrellas variables, a las que fotografía mediante una cámara incorporada a su telescopio "totalmente robotizado" de 0,25 metro. Por ahora, porque ya está fabricando otro de 0,44, lo que lo convertirá en el segundo de la provincia.
Las otras imágenes que capta son cometas, galaxias, nebulosas, mucha veces a pedido de astrónomos profesionales que luego las estudian.
Su amor por el firmamento también arrancó a la edad en que la curiosidad por el universo pega un estirón, como la altura. Y a los 13 recibió un telescopio de regalo de su papá, de nuevo los ojos que lo alentaron a mirar "más allá". Pero recién fue en el 84 cuando construyó su observatorio, cansado de subir al techo los instrumentos "al lomo" en las noches despejadas.
El más joven de los observadores aficionados es Fernando Tifner, ingeniero mecánico él, pero menos enamorado de las máquinas que del firmamento.
La fascinación empezó en su infancia como inquietud, ganas de leer sobre el tema tanto en el ascético lenguaje de la astronomía como en el profuso y aventurado de la ciencia ficción. Después vinieron el curso de auxiliar y los primeros contactos con la Asociación Santafesina.
Años más tarde, Fernando armó lo que llama su "actividad individual" y edificó también un observatorio propio en su casa de Presidente Roca 3853, en el marco de una red mundial de cazadores de cometas con sede en España, "cometas—obs", que le dio "todo el apoyo", incluido instrumental.
Su trabajo incluye fotometría y astrometría de cometas, búsqueda metódica de supernovas, registro de ocultamiento de estrellas por asteroides, tránsito de exoplanetas, estrellas variables y eventos astronómicos relevantes.
Detrás de esa jerga técnica y científica se esconde poesía, se escucha la música del universo. Esa que, aun sin telescopio, con sólo una noche tachonada de estrellas, logra que el sentimiento de pequeñez, la insignificancia humana, se compense por la oportunidad de ser testigos de tanta belleza.