Las escuelas del barrio Las Flores, donde hace diez días irrumpieron grupos de padres y vecinos después de que un docente fuera denunciado de abuso, no dictarán clases este martes a la espera de que las autoridades educativas de la provincia terminen de definir un plan para recuperar los vínculos entre los miembros de la comunidad educativa. Para los maestros, la pregunta sobre cómo volver a recibir a los niños aún sigue sin respuesta, muchos aseguran que tienen miedo y hasta presentaron pedidos de licencia. Lo cierto es que retomar las clases llevará mucho más tiempo que soldar rejas, arreglar cerraduras o reponer bancos rotos. "La escalada de violencia es inédita, inexplicable e inusitada", señalan los docentes.
En el Jardín de Infantes Río Paraná y la escuela primaria ARA General Belgrano, del barrio Las Flores, aún se ven las marcas de lo sucedido el viernes 10 de junio, por la tarde, cuando unas 400 personas rodearon el edificio al horario de salida de los niños. Buscaban a un profesor reemplazante de educación física a quien una nena había acusado de abuso y como una "horda irracional", tal como la definió el delegado de la Regional VI del Ministerio de Educación, Osvaldo Biaggiotti, ingresaron a la escuela con piedras y palos. Hubo corridas y personas heridas.
La semana siguiente se suspendió la actividad en las dos escuelas y la nocturna que funciona en el mismo edificio. Sólo se mantuvo el funcionamiento del comedor escolar, a donde los chicos asistieron a buscar sus raciones de alimentos. Las clases quedaron interrumpidas, lo mismo que en otra escuela del barrio, la Itatí, donde un tiroteo en la puerta rompiera la tranquilidad del horario de retiro de los niños.
La escuela Itatí sí volverá a dar clases este martes, pero a las otras les llevará más tiempo recomponer los vínculos quebrados con la comunidad. En los últimos siete días, los supervisores y los responsables de bienestar docente del Ministerio de Educación de la provincia mantuvieron tres reuniones con los docentes de la escuela ARA General Belgrano donde se barajaron distintas alternativas para volver a clases.
La propuesta incluía reuniones con los padres, actividades para que los niños realicen junto a sus familias y horarios reducidos de funcionamiento, entre otras. Las alternativas fueron escuchadas por docentes, algunas incluso fueron acercados por ellos mismos como parte de un menú de acciones que en otro momento habían servido. Pero, la escalada de violencia que se vivió hace diez días, advirtieron, obliga a pensar intervenciones por fuera de las habituales.
Según explican, hay maestros que aún están en shock que no pueden hablar de lo sucedido sin llorar. Algunas incluso optaron por tramitar una licencia. Al jardín asisten unos 200 chicos y a la primaria otros 500. Son instituciones que van a cumplir 40 años de permanencia en el barrio, pero los maestros advierten que muchos de los que ingresaron ese fatídico viernes son los padres de sus alumnos.
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Las medidas
Las actas de las reuniones entre los supervisores escolares y los directivos y maestros de la escuela ARA General Belgrano resumen los intentos por diseñar actividades pedagógicas e institucionales para cuando la escuela vuelva a recibir a sus alumnos.
Son ocho puntos que van desde reuniones institucionales entre los maestros, revisión de los protocolos organizativos de la escuela y las formas de comunicación con las familias, reunión por ciclos con los padres, patrullaje policial en los horarios de entrada y salida, redacción de una nota para entregar a las familias, considerar para el primer día horarios progresivos, elaborar propuestas de revinculación con los referentes de los alumnos.
Sin embargo, el jueves pasado, mediante otra nota, los docentes cuestionaron las propuestas considerando que se necesitan acciones más decididas de las autoridades educativas. Pidieron en cambio que, este martes, se los convoque "con el equipo designado para tomar conocimiento de los dispositivos propuestos y de los alcances en el tiempo" y también que "haya una comunicación oficial por parte del Ministerio de Educación para la comunidad".
Lo que sucedió ese viernes en la escuela, dicen, fue un "caos" que demanda de un abordaje integral para que la escuela vuelva a ser un lugar seguro para alumnos y maestros. "Es una situación que nos supera, que los docentes no podemos enfrentar en soledad", dice Marisa Aybar, docente de la escuela primaria y delegada de Amsafé, y destaca que "las compañeras aún no pueden procesar lo que les pasó, no paran de llorar y no tienen contención".
Para la maestra, la situación excede a la escuela. "Lo que se vive es una escalada de violencia inédita, inexplicada e inusitada", explica y afirma que "no queremos cerrar la escuela, pero necesitamos reconstruir el plantel humano" porque "hay muchos compañeros con miedo y tenemos que saber cuál es el plan para la vuelta".