Es martes por la noche en un edificio céntrico y hay olor a café en la recepción. Jóvenes adultos que rondan los 30 años se agolpan junto a una mesa con distintivos, mientras un hombre canoso hace coincidir a la persona con el cartel que lleva su nombre y se los fija en el pecho. Definir individualmente a cada persona, y que cada uno sepa quién es el otro y cómo se llama parece ser una parte importante del proceso. En el aula, aguarda un entrenador vestido con un suéter con motivo de rombos. Un proyector amplifica una imagen de un tren con una frase en mayúsculas: “Destino futuro”.
Todos los presentes son alumnos de 1º de la carrera que cursan en ITC Liderazgo y Coaching, un instituto fundado en 2005 en la ciudad. “Me gusta estudiar a la gente”, dice Liz, que tiene 32 años y trabaja en una farmacia. Cuenta que si bien se considera una persona sociable, llegó al curso invitada por una amiga instructora en búsqueda de algo que mejore su dificultad para empezar una charla con desconocidos, y de encaminarse a sí misma. “Mi personalidad cambió para mejor, dejé de juzgar a los otros y me empecé a parar en otro lado. No podés cambiar a los demás, pero sí a vos mismo”, analiza, y afirma que quiere dedicarse al coaching como profesional.
Leonel (34) es responsable de calidad en una constructora y llegó al coaching por una chica que conoció tomando clases de salsa. Su motivación vino por el lado del liderazgo y la mejora individual. Pero lo que más le interesó fue “la idea de perder el miedo a abrir conversaciones. El mundo está a una conversación de distancia: charlando con alguien que conoce a otro puede surgir una oportunidad laboral, en ese trabajo puedo hacer amigos y en ese grupo de amigos a mi pareja de toda la vida”, grafica, y asegura que “las posibilidades son infinitas”. Además, cree que la confianza que se construye en determinado ámbito, luego repercute en seguridad para el resto de los aspectos de la vida.
La tercera historia es la de Caro, de 33 años, que conoció el coaching en un taller que lo fusionaba con el teatro, y su vida cambió radicalmente: renunció a su trabajo como secretaria en una clínica y puso un emprendimiento de viandas que le permite gestionar su vida como quiere. “Fue bastante kamikaze, porque no tenía ahorros, pero sentí la necesidad de que haya coherencia entre lo que pensaba, lo que hacía y lo que sentía”, admite. Para ella, fue una experiencia muy movilizante, con un replanteo de todo su mundo y que significó la percepción de que ahora tiene “otra vida”. “Replantearte tus raíces es muy emotivo y hermoso”, considera.
Escuelas y alumnos
En Rosario la oferta de escuelas incluye al instituto ITC, Ecid, Axon, Devenir, Dasein, Identidad, Ecoa y Leserh. Cada escuela tiene una forma de dictar y una pedagogía distinta. La organización que las agrupa y define las normas es a nivel nacional la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional; y a nivel internacional la Federación Internacional de Coaching Ontológico Profesional o la Federación Internacional de Coaching.
Sin embargo, los conocedores del paño dicen que estas entidades aún no ejercen un control muy exhaustivo, sino que sólo acuerdan las cuestiones fundamentales de la disciplina, los programas y el código de ética profesional. En cuanto a los precios de los programas, el piso es de 2.500 pesos pero pueden llegar hasta 7.000 por mes, e incluso algunas orientadas a un público de clase alta que recién están arribando a Rosario pretenden cobrar en dólares. Pero la mayoría oscila entre los 2.800 y 3.800 pesos mensuales.
El perfil de los alumnos es muy variado: antes rondaban las edades entre 30 y 50 años, pero ahora empezaron a acercarse jóvenes de entre 20 y 30. “El 80% tiene entre 20 y 40 años”, comenta la docente Cecilia Chitarroni. Los cursos son tomados por empleados, emprendedores, docentes, estudiantes, trabajadores independientes, profesionales, personal de dirección de empresas, mandos medios, tanto varones como mujeres y siempre mayores de 18 años.
“No todos los que obtienen la certificación trabajan de coaches, hay gente que utiliza las herramientas para mejorar sus estándares en sus relaciones personales y profesionales. Somos pocos los que trabajamos y vivimos de eso”, aclara Diego Manso, coach del instituto ITC. Sobre las profesiones, se cuentan psicólogos, arquitectos, deportistas, profesores de educación física, responsables de recursos humanos, sociólogos y comunicadores sociales.
¿Por qué?
Las motivaciones de los ingresantes son variadas, ya que mucha gente estudia buscando un proceso de transformación en su vida (para ellos está el curso de un año), y otras que lo utilizan para sumar a su perfil profesional o para dedicarse a la disciplina (que toma dos años).
“Hay que distinguir entre lo que es un curso de coaching que otorga herramientas y una carrera profesional para ser coach”, puntualiza Manso. En tanto, Chitarroni explica que “el boom viene de la mano con el hecho de que es una carrera corta pero con mucha profundidad y orientada a los pragmático. La gente está queriendo sentir y este es un espacio muy invitacional para eso”, indica.
Por otra parte, la conferencista señala que la disciplina “ha virado desde el formato estadounidense a otro mucho más humano, orientado hacia las personas y no tanto hacia los resultados”. Chitarroni, que ha dado talleres y clases en Europa, donde se especializó en la veta sistémica y de organizaciones, afirma que en el viejo continente, y en especial en Inglaterra, “está muy bien visto en las empresas, que tienen un mínimo de cantidad de horas de coaching que les proveen a sus empleados”.
En tanto, Manso, que además es instructor de defensa personal, actualmente acompaña a un deportista federado, varios empresarios en Rosario y uno en Estados Unidos, y ha brindado formación a fuerzas de seguridad especiales en la provincia de Santa Fe. También dicta capacitaciones en organizaciones locales y nacionales, y en noviembre brindará un seminario en Miami sobre liderazgos.