Nadie podía comprender que la guerra había comenzado.
A 110 días del sorpresivo y sangriento ataque de Hamás a Israel, unos 130 rehenes, la mayoría civiles, siguen en manos de los terroristas palestinos sin que se conozca en qué situación se encuentran. Los judíos asesinados son más de 1.200. La contraofensiva israelí produjo a su vez miles de muertos y heridos.
Los combates aún no se detienen. Es el conflicto armado más largo y letal de los que enfrentaron a Israel y Palestina desde 1948. Se lo compara con el Holocausto porque desde ese entonces jamás habían matado a tantos judíos en un mismo día.
En medio de la guerra, Laylan, la chica rosarina que vive en Tel Aviv desde hace dos años, regresó a Israel. Había llegado a la Argentina a los pocos días del primer ataque de Hamás. "No quería irme por nada. Incluso en ese desconcierto inicial, cuando empezaba a tomar real conciencia de lo que estaba pasando, me hubiese quedado", contó en una charla con La Capital, cuando todavía estaba en Rosario. “Israel es el lugar en el que me siento más segura”.
Su hermana Sharon, que es bioquímica y vive en Israel hace unos 10 años, fue quien le hizo entender -cuando empezó el ataque terrorista- que tenían que irse porque la situación era grave y no sabían qué dimensión podía tomar.
Sharon también volvió al poco tiempo a Tel Aviv.
"Tenemos nuestra vida allá. Sé que puede sonar raro o hasta loco que uno decida regresar, pero ¿quién está seguro en la Argentina, por ejemplo? ¿Quién tiene garantizado que no habrá un ataque antisemita en otra parte (incluso en este país tuvimos dos atentados enormes)? No tengo dudas de que la verdadera lucha está en quedarme en mi Tierra, que es el mejor lugar para un judío".
Laylan, que tiene 20 años y quiere ser bióloga marina y escritora, confiesa que el día del ataque y los que siguieron fueron durísimos: "Es verdad que sentí un miedo inexplicable, algo imposible de describir. Tengo secuelas traumáticas a nivel emocional, no puedo comprender la crueldad de matar familias enteras, quemar o decapitar bebés, secuestrar, violar, destrozar a seres humanos. Pero siento que mi lugar está en Israel, de pie, trabajando y pidiendo por los secuestrados que siguen en Gaza, por los soldados que siguen defendiéndonos, honrando y recordando a los que murieron. Levantando la voz ante un mundo que guarda desgraciadamente demasiado silencio bajo posturas antisemitas".
"Sueño con un mundo en el que ser judía no me cueste la vida", dijo.
La joven no sólo se refiere a las consecuencias del conflicto armado actual sino que hace referencia al "profundo antisemitismo" que existe en muchas partes del mundo y "que se profundizó desde el 7 de octubre".
"No quiero que por mi apellido, porque llevo un dije que me identifica como judía o por tener un tatuaje en hebreo, como el que tengo, mi vida esté en riesgo. Abracé el judaismo por profunda convicción, sentimiento, elegí vivir en Israel por la libertad, la conexión, la alegría y la seguridad que me produce estar allí. Sí, aun en guerra, siento que en este país me defienden".
Un camino de convicciones
Laylan nació en Brasil. Volvió a Rosario con los suyos (su familia paterna es rosarina) cuando tenía 11 años. Fue en esta ciudad donde inició el camino de la conversión al judaismo con un entusiasmo y una seguridad que estremecen al escucharla. Su mamá no es judía, su padre sí, y aunque admite que a lo largo de su vida se sintió un poco extraña por esa situación hay un sentimiento "enorme, profundo, difícil de explicar que me acercó mucho a las tradiciones y a la religión".
Apenas terminó la secundaria en "la Bialik", con un grupo de amigos y amigas, algunos compañeros de la escuela y otros de Usar (el club de la Unión Sionista Argentina de Rosario) se fue a Israel para continuar con ese proceso de afianzamiento y aprendizaje del judaismo que había iniciado siendo adolescente, lo que la llevó a recorrer distintos puntos del país y meterse de lleno en las creencias, historias y forma de vida del pueblo judío. Al terminar esa experiencia, que fue extendiendo de distintas maneras, la joven decidió quedarse a vivir allá y empezar a tramitar la ciudadanía.
Entre las experiencias que atravesó, una de las más fuertes que recuerda fue el encuentro con el Muro de los Lamentos y un viaje a Polonia donde recorrió Auschwitz. "Cuando llegué por primera vez a Israel fui al Muro de los Lamentos (lugar sagrado para el judaismo, que queda en Jerusalén) y sentí una conexión que no me esperaba, realmente muy fuerte. Ahí comenzó ese camino repleto de revelaciones y que me acercó, sobre todo, a mi misma", dice, para continuar contando que "otra de las vivencias terribles que me marcó para siempre fue la de los campos de concentración. No estaba preparada para Polonia. Estando ahí, a cada rato me preguntaba por el Holocausto y las atrocidades ¿Dónde estaba el Hombre? ¿Dónde estaba el humano? Hoy, en medio de la guerra, me lo vuelvo a preguntar".
Este sábado 27 de enero se conmemora el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto, para no olvidar el genocidio ocurrido entre 1933 y 1945. Laylan menciona que cuando conoció los campos de concentración "veía" todo en blanco y negro, todo teñido de un gris impregnado de tristeza, y que así se sintió de nuevo apenas se desató la guerra en octubre.
El espanto, en primera persona
El día del primer ataque de Hamás, cuando pudieron salir del refugio en el hotel, después de muchas horas de espera y de descubrir que no sólo seguían cayendo misiles por cientos sino que la ofensiva era también personal, por tierra, por aire, por mar, que había secuestrados, personas asesinadas junto a sus familias a los tiros o machetazos, y situaciones dramáticas extremas con hijos abusados o fusilados delante de sus padres en sus propias casas, Laylan volvió a su habitación. Fue entonces que hablando con su hermana Sharon, que vive a 15 minutos de donde está ella, decidió ir hasta su casa.
"No nos recomendaban que saliéramos, pero yo quería estar con ella. Fueron los 15 minutos más terribles de mi existencia. Jamás sentí tanto terror. Nunca me voy a olvidar que salí casi corriendo. En el camino me crucé con tres personas: un hombre solo, otro con su hijo y una mujer con un perro. El corazón me estallaba. Logré fijarme especialmente en el hombre solo, si tenía algo en la cintura, o en las manos, un arma o un cuchillo con el que me pudiese atacar. Por primera vez desde que vivía en Israel dudé de quién estaba a mi lado. Aunque la gente no lo crea, nosotros allá vivimos seguros, tranquilos. No es como acá que tenés que estar alerta todo el tiempo".
Laylan pasó un par de días en lo de su hermana y fue allí cuando empezó a darse cuenta de que tenían que salir del país.
El camino al aeropuerto fue también tortuoso. La espera en el avión, el despegue y las primeras horas en vuelo también (sabía que un misil podía despedazar el avión de un instante a otro, las alarmas de las aplicaciones sonaban todo el tiempo). "Me preguntaba si tenía sentido arriesgar así mi vida cuando en verdad intentaba salvarme", reflexiona.
Rosario
No la pasó bien en su estadía en Rosario a pesar del amor que le dieron los suyos. No fue un viaje planeado. Fue todo muy de repente. Su cabeza y su corazón estaban en Israel: "Acá está mi familia, amigos, pero yo seguía sintiendo que tenía que regresar. Es un sentimiento de pertenencia que creo que todos nosotros, los judíos, lo sentimos".
Intentaron que se quede. Incluso su hermana Sharon, desde Israel, le dijo que tal vez era mejor esperar un tiempo, porque nadie sabía qué podía pasar. Pero Laylan estaba más que decidida.
El vuelo de regreso no fue fácil. Estuvieron dando vueltas y vueltas porque no podían aterrizar por los misiles.
Ya instalada en Tel Aviv, contó a este diario que volvió a sus tareas habituales en el hotel e intenta recuperar cierta normalidad, más allá de la profunda pena.
Los misiles siguen cayendo. Las noticias no son buenas porque la guerra parece no tener fin. "Para mí y para mi país, para cada uno de nosotros, el año se frenó el 7 de octubre. Me asusta vivir en un mundo que niega y a la vez ataca a los judíos. No puedo escuchar que hablen de Palestina libre ni de resistencia después de todo lo que pasó. Nosotros, los judíos, no deberíamos estar pasando miedo en todo el mundo si esto fuera realmente un conflicto por territorios. Entendí que el que es antisemita va a buscar la forma de pintarlo tan lindo como pueda, hasta que vea que tiene cómplices: ahí, entonces, se muestra al mundo, porque sabe que alguien lo apoya. Son muchos en el mundo que desean el exterminio de los judíos. La esperanza que tengo es que no estoy sola, llevo conmigo al pueblo de Israel, a mi familia, a mis amigos, mi hogar. Le pido a la gente que se informe, que lean, que abran los ojos. Quizá cuando entiendan la realidad yo ya ni siquiera esté acá, pero sé que por siempre el pueblo de Israel vive".
"A tres meses de esta catástrofe, aprendí que vivimos en un mundo donde el odio es más fuerte que la humanidad. Y que nuestra única carta bajo la manga, para nosotros los judíos, somos nosotros mismos. Esta guerra me hizo entender que no hay nadie que defienda la vida de un judío tanto como un judío mismo. Y eso es lo más valioso que tenemos. Para mi religión, la vida es sagrada, la vida va primero que todo. En Israel no existe casa sin refugio antimisiles y en Palestina no existe casa sin túnel. La diferencia es clara. Pero el mundo siempre va a tener un motivo para atacar un judío. Por eso me desespera que titulen a mi país como “genocida / invasor”. La gente poco sabe de historia y sin embargo habla", dice con firmeza, esta vez en una charla telefónica desde Tel Aviv.
Laylan, la chica dulce y decidida, asegura que le cuesta entender "por qué Israel no debería tener el derecho y el deber de proteger a sus ciudadanos. Cualquier otro país lo haría, pero Israel es criticado. Muchas veces el antisemitismo es tapado en el mundo pero hoy es más que visible".
En este 27 de enero, día tan especial para su pueblo y toda la humanidad, afirma desde su casa En Tel Aviv: "Ser judíos no debería haberles costado la vida en esos campos de concentración, ni a ellos, ni a nosotros ahora. Siento que me equivoqué cuando, visitando esos terribles lugares en Polonia, dije esto no volverá a suceder porque el mundo no lo permitiría".