En agosto de 2013, La Capital dio cuenta de la utilización de alrededor de 80 mil litros diarios de agua potable para el sistema de riego que utiliza el Estadio Mundialista de Hockey, en detrimento de una buena prestación del servicio en los hogares de los barrios situados alrededor de la cancha que fue construida para albergar la Copa Mundial de Hockey Femenino 2010. A más de ocho años, los problemas en la zona respecto de la presión del agua se siguen sucediendo y desde Aguas Santafesinas anticiparon que verificarán junto a la Municipalidad que se cumpla un convenio celebrado con el Estado local y, así, constatar la situación de las instalaciones sobre las que la Asociación de Hockey del Litoral (AHL) tiene la cesión de uso.
El predio del estadio, que integran también un centro de salud, un centro de convivencia barrial y una escuela, pertenece al municipio. Por convenio se le otorgó la gestión deportiva a la Asociación de Hockey del Litoral (Rosario).
Desde Aguas Santafesinas, indicaron: “Cuando se construyó el estadio, se instaló un sistema y se firmó un convenio con la Municipalidad porque tenía una provisión de agua limitada, de 80 metros cúbicos diarios y de carga nocturna, para que no afecte la provisión diurna del servicio en la zona aledaña”.
Además, anticiparon que verificarán, junto a la Municipalidad, que este sistema funcione de esa manera y afirmaron que, por el tipo de césped sintético, la cancha necesita regarse con agua sin salinidad.
Al margen de estos inconvenientes, esta semana operarios de Assa estuvieron trabajando en la zona colocando dos empalmes, algo que también pudo haber resentido el servicio en la zona: uno en Wilde y Calasanz, otro sobre el ingreso al Mercado de Concentración de Fisherton.
Problema repetido
Este medio ya dio cuenta del mismo problema hace más de ocho años. En ese entonces, los barrios ubicados en alrededores de Calasanz al 9300 estaban prácticamente “secos” mientras el césped sintético del Estadio Mundialista de Hockey se regaba a diario con unos 80 mil litros de agua potable, porque la de pozo la deteriora.
Los campos de hierba sintética no pueden estar secos y el agua neutraliza su efecto abrasivo, que puede provocar quemaduras cutáneas en caso de que alguna de las personas que lo utilice se caiga sobre él. Pero los miles de litros que demanda el riego de la cancha resultan obscenos si se tiene en cuenta que una familia de cinco personas puede gastar cien litros para lavar los platos, que se invierte algo más que eso para el ciclo de un lavarropas o que se usan 2.500 para una pileta de lona chica.
“¿Por qué no regar la cancha con agua de pozo?”, es la pregunta que cae de maduro. La respuesta es técnica: el agua subterránea tiene nitratos y sales, además de bacterias. Y hay procesos que contrarrestan esos componentes, como la potabilización (la desinfecta) y la filtración y desalinización. Se podría perforar la napa y, si realizaran esos procesos, algo que no es extremadamente costoso, podrían usar ese agua y ahorrar recursos valiosos como la potable. Pero es necesaria una inversión.