Ante la falta de transporte público en horario nocturno, los vecinos rosarinos de muchos barrios de la ciudad apelan a distintas estrategias para llegar o salir de sus hogares sin correr riesgos, principalmente por la inseguridad. Y hasta enfrentan un dilema moral porque, conscientes de su ilegalidad, deben echar mano al remises truchos como un salvoconducto para no quedar expuestos a robos y arrebatos en zonas peligrosas.
La ausencia de colectivos durante la noche y la madrugada, demoras en las frecuencias, el mal funcionamiento de la aplicación ¿Cuándo Llega? y los desvíos son todas situaciones que se expondrán en una reunión que mantendrán en los próximos días con directivos del Ente de la Movilidad.
Las historias se replican en todos los barrios. Y un denominador común es la obligada naturalización del uso de los precarios remises truchos, que a esta altura cumplen una función social y de resguardo para trasladar a las personas desde las profundidades de los barrios complejos, algo que a esta altura ya no hacen taxis ni colectivos.
“No podemos denunciar a las remiserías truchas porque nos quedamos sin viajar”, dicen varios referentes barriales consultados, algo que es de conocimiento de las autoridades. Y exponen que muchas veces se arriesga la vida en las paradas de micros porque la espera se extiende más de la cuenta. Eso afecta a trabajadores de distintos rubros y también a niños, mujeres y adultos mayores.
“No quiero que vengan al barrio y terminen cerrando las remiserías porque nos salvan, y muchos trabajan en ellas, ya que muchos taxis y colectivos no ingresan a varios sitios después de las 22 o 23”, expresó un vecinalista que pidió reserva.
Por ejemplo, en la vecinal de La Florida, sufren la falta de la línea 153 después de las 22. “La frecuencia se empieza a espaciar. Y cuando uno consulta en la aplicación, no anda. Se trata de tener previsibilidad por seguridad, porque la gente consulta y sale un minuto antes de que pase el colectivo para no quedar expuesto a robos y arrebatos”, recalcó Jésica Cantaruti, referente del barrio.
Aportó que las personas entonces deciden trasladarse “de manera colectiva en autos particulares, se utilizan más las bicicletas, aunque también es arriesgado por los robos. La noche ha cambiado ciertas prácticas, porque la gente ya no sale, o elige ofertas cercanas para ir caminando, pero en general tenemos pocas líneas en esta zona”.
Trucho pero con un rol social
En Cristalería se pone de manifiesto la paradójica dinámica con los remises ilegales. Desde la vecinal Francisco Lai indicaron que “la gente que trabaja en salud o gastronomía la pasa mal, porque hay que salir y después volver a tu casa a las 12 de la noche o más tarde. El 102 no sale hasta las 4 o 5 de la mañana. El 107 es más frecuente, pero funciona hasta la 1, y el 153 pasa cada dos horas de noche”, indicó Claudia.
A eso se suma que, como ocurre en tantos territorios periféricos donde arrecian los robos y las balaceras, los taxis no buscan ni llevan pasajeros a partir de cierto horario porque consideran a Cristalería como “zona roja”.
Y aunque no lo manifiesten abiertamente, los residentes de esos lugares apelan a los informales vehículos de alquiler para movilizarse, incluso porque muchos son conducidos por vecinos que conocen, lo cual les brinda cierto resguardado y tranquilidad.
“Hay mujeres que salen a las 4.30, principalmente aquellas que trabajan en salud. Acá el 102 Rojo es el mayor problema. Podés llegar tarde al trabajo, perder un turno al médico. Y si no pasa el colectivo, en cada esquina arriesgamos la vida”, sentenció Claudia.
Según la vecinalista, en ese contexto roban sin distinción hasta “a los chicos que van a la escuela. Tampoco tenemos presencia policial, y cuando vienen los efectivos están perdidos porque no conocen el barrio”. La referente retomó un problema estacional que se siente en toda la ciudad ¿Por qué cuando terminan las clases no hay colectivos? ¿Y los trabajadores?”, interpeló.
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Esperas eternas
En la zona sudoeste, en el otro extremo de la ciudad, la realidad es casi calcada. Mabel Arce, de la vecinal Julio Roca, cuenta que, ante la falta de servicio de colectivos, “lamentablemente los vecinos tienen que caminar por Camilo Aldao al 3900 (abundan los asentimientos irregularidades y son frecuentes las balaceras) porque los colectivos entran solo por avenidas, bulevar Seguí al 5300 o Rouillón al 3800”.
“Después de varios años logramos que el 122 Verde entre al barrio, pero no está cumpliendo, y las frecuencias son pésimas. La gente se tiene que bajar en el Fonavi de Rouillón y Biedma y caminar hasta Garibaldi y Patagones, pasando por Vía Honda”, una de las zonas más castigadas por las balaceras y los robos.
En ese territorio complejo también apelan a los remises truchos para movilizarse. “Se usa la bicicleta, también pero es un riesgo por los robos. O hay que caminar hasta Felipe Moré y Juan Domingo Perón, son 15 cuadras para tomar un colectivo. Los taxis no entran, únicamente si los tomás en el centro y depende la hora. Por eso desgraciadamente los remises ilegales, sobre todo a la noche, son los que nos salvan”, expreso la mujer.
Recordó que por el déficit de transporte público, la gente que regresa de trabajar a las 22 o 23.30 “espera hasta una hora, igual que los chicos cuando van a la escuela, ese es todo un tema, por la inseguridad. Les roban las mochilas, que apenas tienen útiles, ya no les importa nada. Sabemos que la empresa no es que no quiere entrar, sino los choferes por su seguridad, pero ¿a nosotros quién nos defiende?, los usuarios somos los últimos orejones del tarro”, sentenció la vecinalista.
En barrio Rucci están un poco mejor porque cuentan con una mini estación de colectivos que sirve como punta de línea, pero cuando cae el sol ocurre la misma situación. “No tenemos mucho problemas porque los colectivos desembocan en la mini estación y después parten, o pasan para Villa Olímpica o Nuevo Alberdi, pero durante la noche baja la frecuencia”, marcó José Bouman, miembro de la vecinal.
“Sabemos que hay algunos reclamos de los vecinos de barrio Olímpico y Parque Ybarlucea porque durante la noche no entran los colectivos por la inseguridad, tienen que caminar mucho y quedan expuestos”, sumó.
También es vox populi que en barrio Rucci funcionan remises truchos a los que la gente recurre para movilizarse ante la ya agotadora deficiencia en el servicio de transporte público. Pero el irregular servicio se naturalizó de tal manera que, a esta altura, cumple una función social que posterga y solapa la solución integral y definitiva de otras problemáticas.