"Mucha gente usa el calificativo de cura sanador. Es un término muy complicado. Nadie sana,
nadie tiene el poder de curar; quien lo tiene es el Señor", dice el sacerdote Ignacio Pieres, que
por año recibe a un millón de personas en su parroquia del barrio Rucci. El padre Ignacio habló con
el sitio clarin.com y este es un resumen del diálogo.
-¿Cómo explica el fenómeno de gente enferma que busca en usted el milagro que los libere
del padecimiento?
-No puede explicarse. Es que no tiene sustento científico, ni humano. Uno sólo se siente
instrumento de Dios. Él es el que obra. Es un don, una gracia o como se quiera decir. Lo único que
sé es que doy la paz y la tranquilidad de Dios a la gente. Además, al intentar explicarlo, se puede
caer en una exageración o en perder el concepto. Sólo hay que comprender que es una vivencia de
fe.
-¿El sacerdote es un mediador?
-Mucha gente usa el calificativo de "cura sanador". Es un término muy complicado. Nadie sana,
nadie tiene el poder de curar; quien lo tiene es el Señor. Solamente Dios me puede elegir, como a
cualquier otro sacerdote o persona. A mí me dio la gracia de amar a los enfermos y estar con ellos.
Esa es mi vocación. Otros pueden confesar horas y horas, otorgar el perdón de Dios, aconsejar y
muchas cosas más. Cada uno recibe una misión, pero todos somos instrumentos de Dios. Una misión que
nunca será de sanadores porque el que sana es Dios.
-¿Qué siente en ese momento?
-Lo que más siento es la cantidad de gente que acerqué a Dios. Algunos retornan; muchos que en
nada creían -ateos, agnósticos-, terminan paladeando el amor de Dios.
-¿Algunos se curan?
-No hacemos ningún seguimiento. Lo cierto es que la curación, como el mismo Jesús lo dijo, es
"tu fe te salva". La fe obra. Además, yo no busco la curación. Lo más importante es dar la paz de
Dios a las personas. Al encontrarla se acercan a Él, abriéndose el camino espiritual o
reencontrándolo. La curación depende de la gracia de Dios, no es obra de uno.
-¿Con la imposición de manos comenzó apenas llegó?
-No puedo precisar el momento. Fue gradual. La imposición de manos es una cosa que todos los
sacerdotes hacen desde la ordenación. En mi caso, la gente comenzó a difundir boca a boca mi
imposición de manos y así fue creciendo la afluencia.
-¿Cómo toma el hecho de que convoque a tanta gente?
-Cada día siento un compromiso muy grande, siempre a través de esa vocación que Dios me dio. Por
eso, le pido que no me "agrande la cabeza" y pueda seguir compartiendo la vida como cualquier otra
persona normal. Ser uno más en medio de todos para ayudar a andar y encontrar sentido a lo que
hacemos. Ser yo, no otra persona, tal como me enseñaron papá y mamá. No llegarme a creer que soy
importante, como si los otros no lo fueran. Cada uno lo es según el rol que le tocó cumplir. No
siento nada extraño. Ni floto, ni vuelo. Soy normal, me alimento, duermo. No hay ninguna cosa
rara.
-¿Cómo reacciona la gente?
-Cada uno tiene su propia experiencia. El Espíritu toca de diferente forma, según la necesidad;
por eso, se lo expresa de manera distinta. Es algo que se siente muy profundamente y que moviliza.
De pronto, la fe que uno lleva dentro se despierta y se pone en marcha. Esto impulsa a lograr una
sanación o una comprensión muy profunda de lo que ocurre. Y que, como dije, no se puede explicar
con palabras.
-¿De otros credos se acercan?
-Si. Porque no sólo vienen católicos, sino también evangélicos, judíos, mormones, budistas y de
otras religiones. En los hospitales, cuando voy por las noches, muchos pastores se acercan para
agradecer nuestra asistencia en nombre de los que sufren.
-¿Participan de la misa?
-Todos, unos dos mil en cada misa. Es que no hay otra posibilidad de estar conmigo. Aunque
saquen turno, tienen que estar adentro. Pero no ponen objeción. Aclaro que de ninguna manera están
obligados a cambiar de religión. Rezamos al mismo Dios como cada uno lo hace. Además, yo no quiero
pescar en la pecera. En 30 años de bendiciones nunca se me ocurrió bautizar a nadie. Ofrecemos las
bendiciones. Muchísimos rabinos vienen a charlar, pues saben cómo es. No estoy diciendo que no
represento a la Iglesia Católica, pero tengo que ofrecer mi misión a todos, sin distinción de credo
o condición religiosa.