En los últimos días la población rosarina comenzó a percibir la problemática de la narcocriminalidad con otros ojos. Se trata de la mirada del que no es ajeno, por haber sido injustamente incluido en el conflicto. Para la ciudadanía el saldo es negativo desde hace años: solo entre 2022 y 2023 se asesinaron a 54 chicos y chicas menores de 18 años. Las infancias perdieron su derecho al espacio público en la mayoría de los barrios, mientras que trabajadores, padres y madres son potenciales víctimas de una violencia de la que nadie está exento.
Frente a un fenómeno que conmociona a todo el tejido social, la escuela hace de caja de resonancia. El dolor supo filtrarse en las aulas a través de los bancos vacíos que dejaron niños y adolescentes asesinados, las muertes violentas de familiares cercanos, las balaceras y el terror de habitar ciertos espacios. Para conocer a fondo lo que acontece en el ámbito educativo, La Capital dialogó con integrantes de los equipos socioeducativos de la provincia. “Nuestra función es la de acompañar para aliviar los impactos que trae este tipo de violencia. Nos todos los barrios requieren de la misma intervención y el mismo abordaje, por eso los equipos socioeducativos en coordinación con la comunidad docente, realizan una tarea artesanal diseñada para cada institución educativa”, explica María Lorena Ledesma, docente y miembro de uno de estos equipos, que junto a la psicóloga Natalia Palma reflexionaron sobre la vulneración de derechos que están sufriendo las infancias y alertaron sobre el impacto de este tipo de violencia en el escenario escolar.
Infancias vulneradas
María Lorena Ledesma es docente de nivel inicial y desde hace 14 años integra uno de los equipos socioeducativos de la provincia. En diálogo con La Capital habla del dolor en primera persona, por ser la maestra de uno de los pequeños hijos del colectivero recientemente asesinado. Cuenta que desde hace años, maestras y maestros conviven con una escalada de violencia que va en aumento, por lo que alerta sobre la necesidad urgente de políticas públicas que puedan contenerla. “Desde los equipos socioeducativos percibimos que salimos como bomberos a apagar incendios cada vez que acontece un conflicto como las balaceras. Y lo seguiremos haciendo, pero se necesita de un trabajo preventivo y que tenga efectos duraderos”, sostiene.
La docente avanza en su análisis de lo que sucede en las aulas refiriendo a la sintomatología de los estudiantes: “Vemos que hay en algunos chicos trastornos de ansiedad y fobia escolar, este miedo que tenemos todos los ciudadanos y que también se manifiesta en el interior de las aulas, es el miedo a lo que está por venir, a que pueda entrar una bala por la ventana aun estando adentro de la escuela. En los más pequeños se ve que no quieren separarse de las figuras de cuidado y apego, porque no confían que en otro lugar van a estar protegidos”.
¿Qué es la fobia escolar? Ledesma explica que se trata de una situación que comenzó a verse en las escuelas luego de la pandemia, y que se agudizó con los problemas de violencia que se viven en la ciudad. Se manifiesta en muchos chicos y chicas a los que les cuesta permanecer dentro del aula. “En los chicos mas pequeños de primaria –relata– aparece el llanto, el miedo, los temblores o taquicardias, algunos se hacen pis encima. Los adolescentes tienen mas posibilidades de contar sus miedos, por ejemplo cuando se sienten amenazados. Frente a esta situación, los docentes detectan qué es lo que pasa, convocan a la familia, y desde el equipo socioeducativo se trabajar con la institución para acordar como abordar cada caso”.
Por su parte, la psicóloga y miembro del equipo socioeducativo, Natalia Palma, también se pronuncia sobre esta sintomatología que manifiestan los estudiantes, y explica que los niños y niñas tienen diversas formas de manifestar sus padeceres, y que la escuela es un lugar de expresión donde estos síntomas quedan en evidencia. “Aparecen manifestaciones conductuales y verbales a través del relato hacia sus docentes o adultos referentes. A veces cuentan sobre alguna situación de vulneración de derechos, o hacen mención a una nota que salió en el diario o escucharon en la tele. Cuentan sobre lo que le está pasando a un compañero, lo que pasó en el barrio o que balearon a su hermano. Todas estas cuestiones aparecen y también las preguntas vinculadas a qué pasa si balean la escuela”, cuenta Palma, y agrega: “Esto hay que enmarcarlo dentro de un contexto, no hay que psicopatologizar esta problemática sino politizarla”.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Espacios de paz
Ambas profesionales confirman que este contexto de conflicto quebranta la vida cotidiana de niños, niñas y adolescentes, y vulnera sus derechos. Y que además, altera los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Ledesma explica que los niños aprenden si confían en su docente y en el lugar que los está alojando, y que en la actualidad comienzan a parecer variables que antes no se tenían en cuenta, como los miedos de los estudiantes de ir a la escuela, de viajar en colectivo o caminar por el barrio. “Debemos dar lugar a que ellos se expresen y pongan en palabras sus temores y emociones. La escuela debe dar una respuesta contenedora y alojar esos miedos desde la ternura, porque es prioritario protegerlos y cuidarlos. Las escuelas deben seguir siendo espacios de paz y de cuidado” afirma la docente, y destaca que en este marco “sin políticas públicas democráticas no hay seguridad posible. Nadie puede desentenderse de esto”.
Palma sostiene además, que ante los interrogantes de los chicos, la escuela tiene que poder construir algunas respuestas posibles de acuerdo a la edad de cada niño. Al respecto destaca el trabajo que se hizo en varias escuelas donde los docentes elaboraron junto a sus estudiantes carteles y murales pidiendo por la paz. “Este tema también se aborda desde la ESI profundizando en el eje de los cuidados, siempre pensando que desde las aulas se trabaja en la prevención y la promoción de derechos. Estas son las herramientas pedagógicas que tiene la escuela ante esta situación”, indica.
"La escuela tiene que poder construir algunas respuestas posibles de acuerdo a la edad de cada niño" "La escuela tiene que poder construir algunas respuestas posibles de acuerdo a la edad de cada niño"
Lo cierto es que no solo las infancias sienten el impacto de la violencia, la docencia también se encuentra vulnerada. Por eso, las entrevistadas ponen el foco en la necesidad de políticas públicas y recursos que tanto el gobierno nacional como provincial han recortado, y que eran importantes en tanto herramientas de trabajo.
En la charla, Ledesma se remite a la propia experiencia y recuerda cuando en 2021 quedó en medio de una balacera en el barrio donde trabajaba a las tres de la tarde. Ante la pregunta sobre cómo volver a trabajar después del pánico, la docente responde: “Este es un trabajo que te pone todo el tiempo adelante el dolor del otro, pero este es un dolor mas cruel, porque es el dolor que llega cuando el Estado te deja abandonado, cuando las políticas públicas no están acordes al momento y la situación. Ante esto hay que estar muy equilibrados, será por eso que en este momento tenemos un tercio de nuestras compañeras de licencia, porque es muy difícil sostener el trabajo en este contexto. Después de que se balea una escuela, los directivos, docentes y el equipo socioeducativo se quedan trabajando allí en ese lugar”.
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Foto: Silvina Salinas / La Capital
La salida es colectiva
“Esta realidad irrumpe, nos atraviesa a todos e incluso sentimos que no podemos trabajar. En estos días vamos a tener una reunión con los equipos socioeducativos para evaluar cómo seguimos, porque tenemos que elaborar estrategias de intervención que sean pertinentes a este tipo de violencia terrorista. Hay que contener a las familias que están sufriendo estas pérdidas y también a esos niños que ni siquiera quieren salir a jugar al patio. Tenemos que repensar las estrategias porque no tenemos desde el Estado nada que nos ordene, no hay una política de resguardo de la vida que nos digan como seguir en las escuelas”, apunta Ledesma y destaca que en este trabajo de acompañamiento, desde los equipos socioeducativos apuestan a articular con otros efectores y organismos, con los cuales pensar estrategias de intervención para cada territorio particular.
En el mismo sentido se pronuncia Palma, cuando dice que la escuela no puede quedarse sola, ni resolver en soledad esta problemática de violencia, y que es necesario no solo el acompañamiento de los equipos socioeducativos sino también enlazarse con otras áreas de trabajo, como los ministerios de Salud y Cultura. “Hay que poder generar redes de pertenencia a determinados espacios –explica la psicóloga –, y tener presente que los dispositivos de seguridad que se quieren implementar son insuficientes para resolver semejante conflicto. Es insuficiente si no se producen políticas públicas”.
Ledesma habla de la necesidad de pensar en el aquí y ahora, y en ver de qué modo entre todos los trabajadores de la educación se implementan políticas de cuidado al interior de las instituciones educativas. “Desde el saber colectivo van a surgir cosas interesantes”, afirma, y concluye: “Ahora el temor nos tiene paralizados y todos nos sentimos vulnerables, es difícil, pero hay que aportar a las salidas colectivas”.