En medio de una crisis del poder adquisitivo del salario, donde el valor de la movilidad en transporte público se hace para muchos privativo, crece entre los rosarinos el fenómeno de subirse a las bicicletas para adquirir un medio de transporte económico y sustentable. ¿Decisión o necesidad?
Así lo notan en los talleres de reparación, donde llegan rodados que estaban desde hace tiempo guardados sin uso para su puesta a punto, y donde también crecen las ventas de modelos usados. “Desde hace ya un buen tiempo se está dando la reparación de bicicletas que estaban en las casas, arrumbadas o sin uso”, cuenta Sebastián Bon Saleh, de Don Bici (Catamarca al 1300), un taller que conoce bien el pulso del movimiento ciclista en Rosario.
El fenómeno, dice Bon Saleh, empezó a notarse cuando el boleto de colectivo subió a 1.200 pesos, en octubre de 2024, pero se profundizó durante este invierno, un poco antes del nuevo aumento a 1.580 pesos en agosto. “Desde el momento en que el boleto de colectivo se fue arriba, aumentó mucho todo lo relacionado con lo usado. Se vende algo de nuevo, pero no tanto como en otros años. Bajó muchísimo esa venta", admitió.
En el taller, la tendencia es clara: vuelven las bicicletas que alguna vez fueron relegadas al fondo del patio o al galpón familiar. "Hay mucha reparación de cualquier tipo de bici que le permita a la gente moverse por la ciudad de esa manera. Los tipos que más traen para arreglar son MTB (Mountain Bike) rodado 26, de las viejas, y rodado 29 de las primeras que salieron hace ya unos cuantos años. También bicicletas de paseo, inglesas y playeras. La gente nos las deja para que se las pongamos a punto y volver a rodar”, señaló.
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Puesta a punto
¿Qué hay que hacerle a una bici que estuvo mucho tiempo tirada para volver a usarla? Bon Saleh responde con precisión: “Lo primero es un control de aire. Lo segundo, revisar cómo están los frenos, que es la seguridad de la bicicleta. Después viene la lubricación y el chequeo de los tres movimientos: los ejes de las ruedas y de la caja. Aproximadamente, si hay que hacer la mayoría de esas cosas, se gastan entre 50 y 70 mil pesos, más o menos, y te queda como para poder usarla y reemplazar el colectivo”, especificó.
El fenómeno se da en paralelo a un mercado de usados cada vez más activo. Las bicicletas de adulto, de rodado 26 a 29, se consiguen entre 140 mil y 250 mil pesos, dependiendo del estado y la calidad. Una bicicleta nueva, básica pero aceptable, ronda entre 350 y 450 mil pesos. “Se consiguen MTB rodado 29 por unos 200 mil, pero muchas vienen de importación o de fabricantes argentinos que traen bicicletas ya armadas de afuera. Son descartables. Te duran un par de meses y después viven en el taller, haciéndoles arreglos”, advirtió.
Además, algunos talleres encontraron una nueva veta: la venta en consignación de bicicletas usadas. “Hay gente que, por distintos motivos, se quiere desprender de alguna bicicleta: porque ya no la usa, porque el hijo creció o por lo que fuese. Nosotros la recibimos, la ponemos a punto, hacemos los arreglos necesarios y la cotizamos junto con el cliente. Llegamos a un acuerdo en el precio, y una vez que se vende, el cliente se lleva el 80% y nosotros nos quedamos con el 20% por todo el trabajo realizado”, apuntó.
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El tránsito
Esta actividad intensa en las bicicleterías rosarinas también obedece al estado del tránsito y las nuevas costumbres urbanas. Nicolás Gascón, de Mutante Bike Shop (Dorrego al 1300), un comercio especializado en la cultura del ciclismo, lo resume así: “Está bastante explotado el trabajo. Hay de todo: bicicletas nuevas, usadas, y muchas que la gente saca del fondo del garaje para hacerlas andar otra vez”.
La ciudad atraviesa un momento de tránsito especialmente denso. El centro está colapsado de autos, con un flujo creciente de vehículos de plataformas como Uber y Didi, además de taxis, colectivos y autos particulares. En ese contexto, moverse en bicicleta vuelve a ser una opción rápida y económica.
"En cuanto a las razones, puede ser que el tránsito está peor, el aumento de los costos del colectivo, o que empezó el clima agradable. Lo que sí veo es que la gente tiene plata para arreglar las bicicletas: paso presupuestos altos y no hay quejas. También hay muchas bicis baratas importadas de China. Eso amplió las opciones para quienes buscan algo sencillo o recién empiezan”, agregó Gascón.
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La necesidad
Si bien las organizaciones de ciclistas notan un incremento en la cantidad de personas que usan la bicicleta para moverse, no lo leen como un hecho positivo cuando está más ligado al deterioro económico que a una elección consciente. “Es un ciclo que se repite: la bicicleta empieza a considerarse una opción cuando no hay plata para pagar otros medios de transporte, y eso no es una buena noticia. La movilidad sigue siendo restrictiva. Se elige la bici por necesidad, no como una decisión sobre cómo queremos movernos”, señaló Yamila Riego, integrante de STS Rosario en Bici.
Según explicó, este fenómeno se repite en cada crisis: “Las consultas sobre el aumento de bicicletas en la calle vuelven siempre cuando hay un empeoramiento de las condiciones económicas. No podemos celebrar simplemente que haya más bicis sin leer el contexto. En esos casos, se trata de una movilidad cautiva: la gente se mueve en bicicleta porque no tiene otra opción. Apenas mejora su situación, cambia a una moto o un auto. No se consolida una cultura ciclista real”.
Riego advierte que este aumento coyuntural de ciclistas suele evidenciar la crisis del transporte público, un sistema que para la ONG debería funcionar como aliado, no como competencia. “Si alguien pasa del colectivo a la bici porque ya no puede pagar el boleto, eso no es una buena noticia. Es un síntoma de que la movilidad se empobrece”.
Además, señaló que el crecimiento del uso de la bicicleta no viene acompañado por infraestructura adecuada ni políticas públicas que aprovechen el cambio. “Cada vez que aumentan las personas en bici, el Estado debería responder con más ciclovías, mejoras en la red pública y medidas para desalentar el uso del auto. Si de verdad queremos desmotorizar las calles, la transición debería ser elegida, no forzada por necesidad”, advirtió.
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Brecha social
Otro punto que preocupa es la profundización de la brecha social en el acceso a la movilidad. “En contextos como el actual, hay personas que pueden seguir eligiendo moverse en auto o incluso comprar otro, mientras que otras se ven obligadas a usar la bicicleta. Si no hay políticas que incentiven el cambio voluntario hacia modos más sustentables, se termina asociando la bici con la pobreza. Y eso es algo que combatimos siempre. En muchas ciudades del mundo, personas de distintos niveles sociales eligen la bicicleta porque el entorno urbano lo hace posible y deseable. Acá todavía estamos lejos de eso”, apuntó.
Por último, mencionó que el aumento del boleto del transporte urbano y la expansión de servicios como Uber, Cabify o Didi agravan el escenario. “Estos servicios compiten directamente con el colectivo, ofrecen ventajas y cuestan apenas un poco más. Mientras tanto, el transporte público pierde usuarios y la movilidad urbana se fragmenta. El desafío es repensar las políticas de movilidad desde una mirada integral y no dejar que las crisis dicten cómo se mueve la ciudad”, indicó.
En tiempos de gran congestión vehicular, costos altos para el transporte y economía incierta, la bici volvió a ser una herramienta de supervivencia urbana. No se compra tanto: se repara y se rescata la que haya en casa. Ya no se trata solo de un deporte o recreación, sino de una forma práctica y económica de moverse por la ciudad.