Extrañas siluetas recortan las figuras de la gran mayoría de los árboles de la plaza Ovidio Lagos del barrio La Florida, en el extremo norte de la ciudad. Como espectros mágicos salidos de algún cuento, muchos de los pinos, plátanos, palmeras y tipas que pueblan ese espacio verde están invadidos por una larga barba colgante de color verde-turquesa que los hace parecer personajes de película de misterio o fantasmas.
Esa "barba de viejo" o "barba de monte" (tal su nombre popular) que cuelga de las ramas de la vegetación frondosa de esa manzana limitada por las calles Martín Fierro, David Peña, Francisco de Miranda y Maza es en realidad un tipo de clavel del aire que "elige" a algunos árboles como soporte para crecer y desarrollarse, sin por eso funcionar como parásito.
Así lo explicó Angela Villademoros, especialista en árboles de la Municipalidad, quien precisó que el nombre científico de la planta es "Tillandsia usneoides", una especie nativa de América que pertenece al género de las epífitas, o sea que naturalmente utilizan a otras plantas a modo de soporte sin consumir ninguno de sus recursos.
"Esta planta es una de las consideradas malezas epífitas de la familias de las bromileacias endémica de América que reúne a un montón de especies del género tillansia; la más común es el clavel del aire grande que da la flor fucsia y azul que muchas veces la gente colecta porque tiene una flor muy vistosa" señaló la especialista.
Villademoros agregó que existen varias especies que se pueden encontrar en los árboles en la ciudad. La "barba de viejo" tiene la particularidad de estar constituida por los tallos modificados de las plantas: "Ese manojo alargado que cuelga son tallos modificados que fotosintetizan, o sea que producen su propio alimento. Por eso no es un parásito", explicó.
Características
Si bien utiliza a las plantas como soporte, ese tipo de clavel del aire sí puede generar algunos trastornos, sobre todo si se multiplica en cantidad.
"Le puede generar mayor estrés a los árboles urbanos, que ya de por si están sometidos a muchas presiones", dijo, como quitarles luz o favorecer la rotura de algunas de sus ramas.
Se dispersan por acción del viento, de los pájaros y de las personas, que muchas veces se las llevan al encontrarlas atractivas.
Villademoros agregó que quitarlas "no es sencillo", ya que los trozos que quedan adheridos a los troncos vuelven a crecer con rapidez apenas encuentran más luz.
También explicó que en ambientes naturales no generan ningún perjuicio ya que conviven de forma natural y normal sobre las especies nativas sin provocarles daño. "En la naturaleza hay diferentes estratos de vegetación y cada uno cumple su función".
Por último, la ingeniera agrónoma subrayó que en arbolado urbano la invasión o presencia de estas especies "puede ser menos conveniente" sobre todo en especies exóticas, como los pinos o cipreses, que se ven más afectados que las especies nativas de esta región.