Sobrevivientes de la tragedia de Once, que causó 51 muertos, declararon ayer ante el tribunal que sustancia el juicio oral el espanto que sufrieron durante el accidente y cómo fueron rescatados tras quedar atrapados varias horas entre cuerpos sin vida y asientos retorcidos. Una pasajera dijo que había escuchado al motorman quejarse porque el tren no frenaba.
Los testigos precisaron ante los jueces los momentos que recordaban del trayecto entre Moreno y Once hasta que la formación chocó, a las 8.33 del 22 de febrero de 2012, y las condiciones en que viajaban a diario en el ferrocarril Sarmiento.
"Para rescatarme tuvieron que sacarme un muerto de encima", dijo Natalia Meza, quien fue operada más de 30 veces, tiene que caminar con muletas por una fractura expuesta en una de sus piernas y después de la tragedia no pudo volver a trabajar.
"Viajamos como ganado. Nos pisan, nos empujan, cualquier cosa por un asiento. Hace 12 años que tomo el Sarmiento y siempre fue lo mismo", describió la mujer, que como consecuencia de las lesiones debió movilizarse siete meses con una silla de ruedas.
Al recordar a su hija, quien viajaba sentada en el mismo vagón, se quebró y exclamó: "No sé si quiero seguir viviendo".
Meza fue la última persona rescatada del primer vagón del tren, cinco horas después del choque: "No me podía casi mover de la cintura para abajo. Me movía y el dolor era cada vez mayor".
La mujer recordó que durante todo el viaje escuchó a un chico de cuatro años que hablaba con su madre, pero después del choque ya no lo oyó: el niño murió en el hall de la estación cuando lo atendían.
Dijo que después del accidente funcionarios de TBA, concesionaria de la línea Sarmiento, le pidió que no hable más del tema en los medios y le ofreció a su padre un departamento.
Norma Barrientos, cuya hija murió en la tragedia, dijo que al pasar la estación Morón escuchó al maquinista Marcos Antonio Córdoba manifestar que los frenos "no funcionaban".
"El tren paraba antes de las estaciones. Arrancaba y volvía a frenarse", precisó la pasajera, y recordó que antes del impacto le llamó la atención que al ingresar al andén dos de la terminal ferroviaria la formación "no bajaba la velocidad". "Pensé «¿cuándo va a frenar?» y ahí sentí el impacto. Volé y quedé con un montón de cuerpos encima. Yo llamaba a mi hija a los gritos, creí que yo había perdido la pierna. A las cuatro de la madrugada me enteré que mi hija estaba muerta", dijo entre sollozos.
Maximiliano Villalba, que viajaba en el primer vagón del tren siniestrado, manifestó que "con una soga los bomberos intentaban sacarnos, pero no sabían cómo hacerlo porque estábamos todos pegados. Nos ponían aceite y agua para que nos despeguemos de la gente".
"Había mucha gente pegada entre sí, gente debajo mío. Me orinaron. La gente estaba desesperada. Fue un desastre", agregó, y recordó que un hombre quedó atrapado y para sacarlo tenían que cortarle las piernas.
Villalba dijo que el accidente le dejó "mucho daño psicológico. Había días que llamaba al servicio de emergencias dos o tres veces porque sufría como una presión en la que sentía que se me salía el corazón".
Sobre el funcionamiento del tren el día de la tragedia, el testigo sostuvo que la formación anduvo mal desde la estación Moreno.
"No lo querían sacar el tren porque andaba mal. Tardaron 30 minutos en sacarlo. La gente decía que el motorman no quería seguir porque el tren andaba mal. Para mí el motorman sabía, pero le hicieron continuar la marcha porque estaba lleno de gente y si lo hacían parar se iba a armar lío", destacó Villalba al declarar.