El japonés Issei Sagawa, escritor famoso en su país por asesinar y devorar a una joven holandesa mientras estudiaba en París en 1981, murió a los 73 años debido a una neumonía. Apodado el “vampiro de Japón” o el "caníbal de Kobe", Sagawa cometió el atroz crimen mientras estudiaba letras en la universidad de la Sorbona de París. Estuvo temporalmente en prisión. Evitó una condena a perpetua con una internación psiquiátrica, y de regreso en Japón escribió un libro en el que detalló su experiencia y justificó el canibalismo. También publicó un "manga" o cómic japonés en el que relata su tremendo crimen. Era una suerte de celebridad en el submundo "gótico" literario.
Sagawa le disparó por la espalda a su compañera de estudios holandesa Renée Hartevelt, de 25 años, tras invitarla a su departamento y ver que ésta rechazó sus proposiciones sexuales. El japonés violó su cadáver, lo despedazó y lo conservó en la heladera. Lo fue devorando, hasta que fue sorprendido y arrestado por la policía mientras trataba de arrojar sus restos en dos maletas en el lago de un parque parisino.
Sagawa, hijo de una familia japonesa influyente, no fue condenado por el crimen después de que una evaluación psiquiátrica lo declarara demente. Fue internado en un hospital psiquiátrico de París hasta que unos meses más tarde fue repatriado a Japón, donde se convirtió en escritor y una figura de relevancia mediática.
Entre sus trabajos se incluye “Kiri no naka” (Entre la niebla, 1984), unas memorias en las que detalla el macabro crimen. También trasladó al cómic japonés o "manga" su experiencia caníbal. Otro escritor, Juro Kara, ganó en 1982 el prestigioso premio literario nacional Akutagawa por “Sagawa-kun kara no tegami” (“Cartas de Sagawa”), basado también en el crimen caníbal. Protagonizó varias publicidades de comida a base de carne en las que se lo ve derovar carne roja con una sonrisa.
En 2017, las reminiscencias del caso volvieron a la primera línea informativa por el estreno en Japón del documental “Caniba”, que compitió en la Mostra de Venecia. La cinta, que arranca subrayando que “no pretende justificar el delito”, es una sucesión de confesiones y primeros planos del criminal, postrado en su departamento en un evidente estado de turbación mental y asistido por su hermano, Jun, con quien dialoga.
En varias entrevistas Sagawa relata su obsesión con el canibalismo. “Mi deseo de comer una mujer se convirtió en una obligación”, aseguró en una cruda conversación que mantuvo con el programa VICE hace 10 años. Sagawa nació el 26 de abril de 1949 en Kobe, como un bebé prematuro. Aunque los médicos estaban seguros de que no sobreviviría, resistió. Su nacimiento prematuro tuvo consecuencias en su aspecto físico: nunca superó el metro y 51 de altura ni los 50 kilos de peso, algo que le provocaría un fuerte complejo de inferioridad.
Según él mismo relató, su infancia fue “muy feliz”, sus padres lo amaban y había sido criado rodeado de cariño y de la naturaleza. Pero apenas entró en la adolescencia, el joven experimentó lo que él mismo describía como “distorsiones sexuales” que involucraban animales.
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Sagawa publicó incluso un cómic o "manga" sobre su terrible delito en París.
Fue durante esa época que comenzó a sentir deseos caníbales, aunque admitía que esas sensaciones lo avergonzaban. Pero su manía se fue “perfeccionando” y Sagawa inició una fuerte obsesión por mujeres extranjeras. Mientras él se autopercibía “pequeño y frágil”, consideraba que las occidentales eran “altas”. Algo que, efectivamente ocurría: las mujeres europeas en promedio superaban ampliamente su estatura. En cuanto terminó la secundaria, se anotó para estudiar la carrera de literatura inglesa en la Universidad Wako de Tokio. Al poco tiempo desarrolló fantasías sexuales enfermizas, que llevaba adelante con prostitutas: “Le ponía un cuchillo en la garganta y fingía que iba a matarla. Y ella hacía lo mismo conmigo. Fue un primer paso hacia lo inevitable”, describió.
Pero no fue hasta su arribo en Francia y encuentro con la holandesa Hartevelt que materializaría ese deseo. Y quedaría impune por hacerlo. Tras irse del hospital psiquiátrico que lo contenía, Sagawa disfrutó no solo de ser un hombre libre sino además de la fama que su historia le había dado.
Impulsado por la perversa curiosidad del público, tuvo la oportunidad de relatar y revivir el asesinato incontables veces y hasta protagonizar publicidades en las que se lo podía ver comiendo carne animal o realizando bromas sobre su canibalismo. Cada "spot" lo ayudaba a ser más popular, algo que le sirvió como “modo de vida”.
Dedicó parte de su tiempo a pintar mujeres, y sus obras llegaron a venderse en el mercado internacional. También escribió 20 libros, donde trataba el tema de la antropofagia. Sus últimos años los vivió alejado de su familia, en las afueras de Tokio. Sobrevivía postrado en una silla de ruedas, dependiendo de la asistencia pública y de la atención de uno de sus hermanos.