Si hubo un autor admirado por las letras latinoamericanas, a raíz de su estilo para describir la vida pobre y violenta del viejo sur de Estados Unidos, ese escritor se llamó William Faulkner, fallecido hace medio siglo, el 6 de julio de 1962.
Si hubo un autor admirado por las letras latinoamericanas, a raíz de su estilo para describir la vida pobre y violenta del viejo sur de Estados Unidos, ese escritor se llamó William Faulkner, fallecido hace medio siglo, el 6 de julio de 1962.
Su influencia fue notoria en varios narradores. El uruguayo Juan Carlos Onetti, el colombiano Gabriel García Márquez, el mexicano Juan Rulfo y el peruano Mario Vargas Llosa han admitido el aliento de Faulkner en sus obras. Jorge Luis Borges no fue ajeno a la fama universal de este escritor norteamericano ya que tradujo al español una de sus más renombradas novelas: "Las Palmeras Salvajes".
El argentino Juan José Saer (nacido en Serodino y fallecido en París en 2005) escribió: "De los jóvenes escritores de mi generación, al final de los años 50 y principios de los sesenta, en el Río de la Plata, pocos eran los que no conocían de memoria, en la traducción de Borges, el párrafo final de Las palmeras salvajes, que termina así: Entre la nada y la pena, elijo la pena".
Cerca de 25.000 personas visitan al año, en Oxford, la casa de Faulkner, construida antes de la Guerra de Secesión (1861-65), la cual es ahora propiedad de la Universidad de Mississipi. La meticulosa caligrafía del autor aparece en las paredes de su oficina en la planta baja, donde usó un lápiz para describir la trama de su novela Una fábula (1954).
En algunas de sus novelas, como Mientras agonizo, Faulkner abreva en el estilo dramático del ruso Fedor Dostoievski y a veces utiliza la técnica del monólogo interior que popularizó el escritor irlandés James Joyce en su monumental novela Ulises. Santuario (1931) y El sonido y la furia (1929) son dos de las novelas más notables de Faulkner.
Ser comparado con William Faukner es un honor muy especial para cualquier escritor. Truman Capote, Cormac McCarthy, T.C. Boyle y otros fueron comparados con él. Los críticos europeos lo llamaron alguna vez el mayor novelista estadounidense del siglo XX. En su país, sin embargo, no logró reconocimiento hasta que obtuvo el Premio Nobel de Literatura, en 1949.
"Un artista es una persona conducida por demonios. No sabe por qué ellos lo han elegido a él. Es completamente amoral en el sentido que robará, pedirá prestado, mendigará o despojará a cualquiera y a todo el mundo con tal de hacer su obra", dijo Faulkner.
Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, en su libro autobiográfico El pez en el agua señala: "Desde que leí de él Las palmeras salvajes, en la traducción de Borges, me produjo un deslumbramiento que aún no ha cesado".
"Junto con Sartre, Faulkner fue el autor que más admiré en mis años sanmarquinos; él me hizo sentir la urgencia de aprender inglés para poder leer sus libros en su lengua original", confiesa Vargas Llosa.
Autor de 19 novelas, unos 100 relatos y guiones de algunos clásicos de Hollywood, Faulkner falleció en una institución para alcohólicos.
La Faulkner Society, un club de profesores de literatura, colegas y admiradores del escritor sureño, recordó su muerte en Oxford. Es allí donde creció Bill, donde se casó con su amor de juventud, Estelle, y trabajó en su granja. Aquella señorial casa blanca con la fachada con columnas fue transformada en un museo en 1972 por la universidad. Y es allí donde se reunió la Faulkner Society en el aniversario para una maratón de lectura, discusiones sobre su legado y una vigilia con velas delante de su tumba.
Faulkner era famoso por sentarse en la esquina para observar a los que iban y venían en la pequeña Oxford.
"Desde Henry James, ningún otro escritor dejó un legado tan grande y duradero de la fuerza de la literatura estadounidense", dijo alguna vez el entonces presidente John F. Kennedy.
Según su partida de deceso, murió de un infarto de corazón en Oxford a los 64 años. Al parecer, Faulkner se había dado de nuevo a la bebida tras un accidente de equitación y pasaba sus últimos días en un sanatorio en Byhalia, en Mississippi.
Faulkner amaba los animales, especialmente a los caballos con los que le gustaba correr y saltar vallas en los últimos años de su vida, transcurridos entre conferencias y viajes por Estados Unidos y varios países.
Fue, precisamente, después de caerse de un caballo que murió de un infarto el 6 de julio de 1962 en Oxford, Faulkner y su esposa están enterrados en el cementerio de Saint Peter, al norte de la plaza y los admiradores suelen rendirle homenaje derramando whisky en su tumba.
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