"Nos dijeron que durante algunos días no podríamos oficiar misa en el interior de la tumba, pero el viernes por la mañana yo ya lo hice con total normalidad".
"Nos dijeron que durante algunos días no podríamos oficiar misa en el interior de la tumba, pero el viernes por la mañana yo ya lo hice con total normalidad".
Así anunció el sacerdote franciscano Artemio Vítores, vicecustodio de la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, el retorno a la normalidad de las actividades en el lugar más venerado por los cristianos y católicos de todo el mundo. Millones de personas visitan cada año el santuario donde se cree que fue sepultado Jesús hace 2.000 años.
Luego de la tarea de los científicos restauradores que quitaron el mármol que escondía la tumba de Cristo luego de cinco siglos (la última vez fue en 1555), el padre Vítores aseguró que la lápida ya está de nuevo en su lugar.
Algunas fuentes que prefirieron guardar el anonimato confirmaron, sin embargo, que el viernes a la medianoche los expertos volvieron a hacer algunos trabajos en el interior de la pequeña sala de apenas tres metros cuadrados que alberga la tumba y a la que se accede por una puerta de 1,33 metro de altura.
De lo poco que trascendió sobre lo sucedido en los días previos —los trabajos se hicieron el miércoles en su mayor parte—, se supo que los especialistas contaron con alrededor de 60 horas distribuidas en diferentes días —antes y después del miércoles— para ingresar y analizar con instrumentos de última generación la cavidad.
El tiempo del trabajo se trató de comprimir todo lo posible y que haya insumido "tan solo" 60 horas dejó conformes a los representantes de las tres principales confesiones que guardan el Santo Sepulcro de Jerusalén: franciscanos, greco-ortodoxos y armenios.
El arqueólogo Fredrik Hieberde detalló a la organización National Geographic —la única que pudo grabar todo el proceso— que se trató de un trabajo contrarreloj para explorar uno de los lugares que más misterio suscitan y para el que contaron con un potente georadar.
El aparato reveló entre otras curiosidades que National Geographic publicará en noviembre, que tras la gran capa de material de relleno que quedó al descubierto tras desplazar la losa, existe una segunda lápida grisácea con una cruz grabada sobre una superficie algo más blanquecina.
De acuerdo con ese testimonio, las diferentes partes implicadas en la restauración de la tumba también habrían dado su visto bueno para que se abra una ventana, en el frente de la sepultura y se pueda observar, en adelante, la roca original a través de un cristal; como ya sucede en la tumba de María, situada extramuros de la ciudad vieja de Jerusalén.
Esta ha sido la primera vez que pudieron verse las paredes del Sepulcro completamente desnudas, sin cuadros, ni velas, ni incensarios, tan solo con una polea colocada por el equipo griego de restauración, comandado por Antonia Moropoulou, y las cinchas de hierro que pusieron los británicos en 1934 para reforzarlo tras sufrir un terremoto.
Por el momento, es imposible saber si lo que los investigadores encontraron tras esa segunda losa es solo la roca original sobre la que fue depositado el cuerpo de Cristo o si hay alguna otra sorpresa. El equipo lo mantiene en secreto aunque si se considera la anterior apertura de la tumba, en el siglo XVI, cabe hacerse una vaga idea.
Varios sacerdotes esperaban ese día con impaciencia en el exterior del edículo ?el templete de mármol construido en 1810 para proteger el lugar?. Entre ellos, el patriarca de la Iglesia greco-ortodoxa, Teófilo III, varios franciscanos, armenios y coptos así como representantes de las familias musulmanas que desde tiempos otomanos custodian la llave del Santo Sepulcro.
Última vez. En 1555, el entonces custodio de los Santos Lugares, el franciscano Bonifacio de Ragusa, logró de Solimán el Magnífico permiso para restaurar el edículo anterior, que databa de la época de las Cruzadas y se encontraba en un estado deplorable. Según las crónicas de la época, sobre la tumba se halló un trozo de madera envuelto en una tela con unas letras grabadas apenas legibles.
De un pergamino que estaba junto a los restos de madera, pudieron extraer las palabras "Helena Magni", inscripción que algunos estudiosos interpretan como parte de un texto en el que podría leerse "Helena, madre del gran Constantino", confirmando así que se trataría del lugar donde Helena de Constantinopla, la madre del emperador romano, señaló en el año 326 como el lugar donde enterraron a Cristo. Un trozo de la madera hallada se envió a Carlos V porque España fue durante más de tres siglos mecenas para el mantenimiento de los Santos Lugares.
Desde entonces y hasta ahora, nadie ha vuelto a ver lo que ocultan las sagradas piedras del Sepulcro, aunque todo hace pensar que cuando terminen los trabajos de restauración la próxima primavera cualquiera que visite el lugar podrá contemplar la roca original.
Las diferentes partes implicadas en la restauración de la tumba ya habrían dado su visto bueno para que se abra una ventana, en el frente de la sepultura y se pueda observar, en adelante, la roca original a través de un cristal; como ya sucede en la tumba de María, situada extramuros de la ciudad vieja de Jerusalén.