S uena una alarma, estalla la canción y grita su verdad. No Te Va Gustar presenta hoy, a las 21, "Suenan las alarmas" en Metropolitano (Alto Rosario Shopping), en un show especial que estará precedido nada menos que por la banda rosarina Degrade. Emiliano Brancciari nació en Argentina y es la voz líder del grupo uruguayo que hacía tres años no visitaba la ciudad. Primero en diálogo telefónico y después en un Facebook Live con diario La Capital, el cantante y compositor de la banda mostró la misma buena predisposición. Serenidad, calidez y convicciones firmes, tal cual se muestra en cada una de sus letras y en cada show en vivo.
—Creo que estamos viviendo tiempos bastante turbulentos a todo nivel, desde el cambio climático, la política, lo social, la relación entre las personas, todo es como que está en rojo, al borde del colapso. Así que se dieron ese tipo de letras, nuestras canciones reflejan la urgencia. Es que están sonando las alarmas y tenemos que escuchar para cambiar ciertas cosas porque si no algo va a hacernos colapsar.
—En "Guante blanco" decís "suenan las alarmas, huele a corrupción" y preguntás "¿qué te hace pensar que sos mejor que yo?" ¿Es un canto que llama a resistir el ninguneo al hombre común?
—Sí, por supuesto, todos los que somos de a pie, digamos, nos damos cuenta de lo fácil que es utilizarnos, robarnos, hacernos de todo, pero también tenemos que poner el grito en el cielo porque es totalmente injusto y porque ellos no son mejores que nosotros.
—Aquí en la Argentina sufrimos la grieta política, pero también pasa en otros países sudamericanos, como Uruguay. ¿Cuánto te afecta como artista la grieta social?
—A mí me afecta como argentino también, porque lo soy. Y la verdad es que me genera mucha angustia y pareciera que no hay vuelta atrás. Sinceramente no me considero de ningún lado de la grieta, no me representa ninguno de los dos bandos, porque no me quiero sentir en un bando, ese es el tema. Y ni en Uruguay, ni en la Argentina, ni en ningún lado me caso con la idea de que los de un lado son los buenos y los otros son los malos. Creo que está muy lejos de eso, hay muchos malos en todos lados, obviamente podés estar más de acuerdo con el camino, los planes o la inclusión, pero hay que tener en cuenta que en todos lados hay gente que hace mal las cosas y hay gente que hace las cosas bien por más que piense distinto a uno.
—"Hay cosas que no tienen precio" cantás en "Para cuando me muera". ¿Cuáles son esas cosas?
—Mirá, en ese tema dudé al citar entre las cosas que no tienen precio la frase "con quién dormir cucharita" porque me pareció que no era muy rockera, pero quedó (risas). Es como que estamos siempre persiguiendo la zanahoria y tratando de acumular y se nos pasa la vida en eso. Y hay pequeñas cosas que nos pasan por adelante, que son tan grandes y tan importantes, y las dejamos pasar. Yo pienso que, en este momento de mi vida, lo que no tiene precio es la relación con mi hijo. El estar tiempo con él, tiempo de calidad, no tiene precio. Después, lo demás, hay otro montón de cosas, pero esto es lo que me conmueve más.
—"Y el mundo me comió a mí" abre el disco y habla de un personaje que está en la cárcel. ¿Por qué contás esa historia?
— Ese personaje es real, es un amigo mío que tuvo problemas con la droga, la pasta base, malas juntas y un montón de malas decisiones, y terminó preso por una rapiña. Es un pibe absolutamente divino y que por suerte adentro de la cárcel recuperó la conciencia. Dejó todo lo malo de lado, se despertó, digamos, está estudiando y gracias al apoyo de la familia y sus amigos, todo va camino a un final feliz.
—En todo el disco aparece el tema de la libertad como algo muy preciado. Y es un tema recurrente en otros discos de la banda. ¿Ser libres es el deseo más fuerte?
—Sí, todos vamos buscando completamente, en lo laboral, en lo personal. No sé si todo el mundo lo busca, pero lo intentamos, quizá haya gente que una vez que está en un lugar cómodo no se mueve de ahí, en lo que sea, puede ser a nivel personal, de pareja, de trabajo, y eso en definitiva puede atentar contra la libertad y no darte cuenta.
—Al hablar de búsqueda, en "Autodestructivo" decís "sé muy bien lo que busco y tal vez no quiero encontrarlo". ¿Cuando se concreta un sueño se siente la angustia porque deja de serlo?
—Sí, obviamente, en realidad lo que ocurre es que tenés que dejar eso de lado, intentar buscarlo, intentar encontrarlo y si se da intentar buscar otra cosa, porque la vida es eso también. Una vez que alcanzaste algo que deseabas hay que seguir buscando otras cosas que deseás, distintos objetivos, no conformarte. Creo que no hay que conformarse.
—Y si hay una banda que nunca se conformó fueron ustedes. Hace diez años sacaban "El camino más largo" y en 2019 se cumplen veinte años de "Sol de noche", su disco debut. ¿Soñaban llegar hasta acá, que el camino fuese tan largo?
—Un camino largo sí ¿sabés? Es como que desde el principio fue encontrar mi lugar en el mundo dentro de este grupo. A mí me pasó por lo menos y sin imaginar las cosas que nos pasaron: los lugares que visitamos, la cantidad de gente para la que tocamos, que tantos discos después la gente siga prestándonos atención. Eso sí que no se nos pasó por la cabeza, pero ni siquiera se nos ocurrió cuando empezamos que íbamos a grabar un disco, pero sí nos pareció que iba a ocurrir seguir tocando por mucho tiempo.
—En ese camino, como toda banda, se llenan teatros, estadios y a veces salas de cien personas ¿Cuando un grupo pierde convocatoria se replantea algo en lo artístico para atraer a más gente o se sigue con la de uno a morir?
—Nada nos hace cambiar en lo artístico, en nuestro caso nunca. Es lo que hacemos, si lo de afuera viene o no viene es otra cosa, pero si no hacemos lo que realmente nos motiva eso es mucho peor. No tendría ningún sentido tocar así. Es más, no somos de flaquear ante la idea de tocar las canciones que la gente conoce solamente, somos de agregarle actualidad al show. Sacamos un disco, estamos orgullosos de él y lo salimos a defender, obviamente no dejamos de lado los clásicos, todo bien, pero si no mostramos lo nuevo te transformás en una banda tributo de vos mismo y no tiene ningún sentido. Tenemos la suerte que al haber salido a tocar a muchos países, siempre estuvo desfasado el status del grupo. O sea estábamos tocando en un lugar para 40 mil personas y al otro día en otro país para 500. Cuando íbamos a Europa y no teníamos técnicos, porque viajábamos sólo nosotros, armábamos el escenario, cargábamos la camioneta y capaz que veníamos de meter miles de personas acá. Estamos acostumbrados a que tocamos en un lugar donde hay un camarín con todo para comer y al otro día vamos a otro país y tenés que comer un pedazo de pizza antes del show. Y está buenísimo, esta es nuestra vida.
—Así como U2 tocó una vez en un subte a modo de promoción, también lo hicieron para estar más de cerca con el público de a pie como decís vos. ¿Eso favorece la esencia del artista?
—Claro que le hace bien, le hace muy bien a un artista. Está bueno disfrutar, soñar, pero los pies en la tierra es vital para cualquier artista.
—¿Después de este disco, qué es lo que viene en No Te Va Gustar?
—Tenemos mil proyectos, en principio presentar este disco en todos los lugares en donde no lo hemos presentado y después otras cosas nuevas. Es que quizá cambiemos el formato del grupo con la idea de hacer algo más acústico. Queremos ir por otro lado por un tiempo y eso va a estar bueno.