En marzo del 2020, un grupo de rosarinos audaces estrenaron “Proyecto Vestuarios”, una propuesta atípica que incluía dos obras de Javier Daulte, el dramaturgo y director que marcó la escena argentina de los 90. Pero entonces llegó la pandemia del coronavirus, y la puesta debió levantarse cuando recién se había estrenado. Ahora, con un elenco renovado y en un nuevo escenario, la obra tendrá su merecido regreso este sábado 7 de mayo, desde las 20.30, en el Galpón 15 de la Franja del Río, frente al Mercado de Frutos Culturales.
“Proyecto vestuarios” funciona como una suerte de combo teatral: a las 20.30 sube a escena “Vestuario de mujeres” y a las 22 es el turno de “Vestuario de hombres”. Entre las puestas habrá un intervalo para comer, con un espacio gastronómico a mano en el mismo Galpón 15. El público puede ver una de las obras o las dos, con un precio de la entrada más conveniente, y las funciones seguirán todos los viernes y sábados de mayo.
¿Qué pasa dentro de un vestuario? ¿Qué hay detrás de ese universo donde se mezclan lo público y lo privado, lo insólito y lo cotidiano? Estrenadas en 2010 en la cartelera porteña, las obras de Daulte resuenan fuerte en este presente por las temáticas que tocan: la violencia en el deporte y la tensión entre los géneros. Un grupo de hombres y otro de mujeres que integran respectivos equipos amateurs de Lacrosse (un deporte poco conocido en la Argentina) viajan a Hungría para jugar una final mundial. Los vínculos entre los miembros del equipo y su entrenador, en donde se mezclan afectos y celos, son territorio fértil para que estallen los conflictos. En los vestuarios no solamente se desnudan los cuerpos, también quedan expuestas las miserias, los rencores y las contradicciones frente a lo diferente.
Con dirección de Romina Tamburello, en una coproducción con la cooperativa La Cigarra y el diario El Ciudadano, “Proyecto...” está interpretada (en el vestuario femenino) por Lala Brillos, Sofía Dibidino, Leila Esquivel, Belén López Medina, Macu Mascía, María Belén Ocampo, Vicky Olgado, Miranda Postiglione y Lorena Rey. En el vestuario de hombres suben a escena Germán Basta, Emiliano Dasso, Juan Nemirovsky, Mumo Oviedo, Mani Raimondi, Mauro Sabella, Juan Pablo Yévoli y David Zoela.
En charla con La Capital, Tamburello habló del desafío de este regreso tras el trago amargo de la pandemia y de las preguntas (más que las respuestas) que sostienen su relectura de las obras.
—“Proyecto Vestuarios” se escribió hace 12 años, pero vos señalaste en una entrevista que parece adelantada en el tiempo. ¿Por qué?
—Justamente ahora tenemos en la ciudad los Juegos Suramericanos, y también sucedió en las últimas Olimpíadas: está dando vueltas esta nueva visión de los y las deportistas en relación a la no discriminación y a los cupos LGTBI, y estas obras hablan un poco de eso. También hablan de la violencia en el deporte amateur, de la argentinidad, de cómo el deporte se empieza a transformar en una caja de resonancia de las miserias que tienen estos equipos puertas adentro. La competencia es más que llevarse un trofeo, empieza a tener que ver con los rencores de clase, los rencores homofóbicos, el rosqueo y las pujas de poder. “Proyecto Vestuarios” termina siendo una obra sobre las tensiones humanas.
—¿Cómo se ponen en juego estas tensiones arriba del escenario?
—La puesta es hiperrealista. En estos vestuarios hay agua de verdad, los actores se bañan en escena y la actuación se pretende desde un registro naturalista en todo sentido, desde los gestos hasta la forma de relacionarse que tienen los personajes. Es un registro casi cinematográfico, incluso la iluminación es plana como si fuera un set. Las tensiones son lo que está sucediendo en tiempo real en ese vestuario, antes y después del partido.
—En la puesta hay desnudos completos, algo poco habitual para los actores rosarinos y también para el público. ¿Cómo se trabajó ese tema con los elencos?
—En la obra el desnudo se da porque los personajes se bañan y se cambian. Es el cuerpo deportivo con actitudes deportivas. El cuerpo no está puesto en un lugar de erotización. Los desnudos son parte de las acciones de los personajes. Eso se trabajó en los ensayos, con muchas charlas y mucha contención de parte del equipo de dirección y de producción, con Miranda Postiglione, la asistente de dirección, y Miguel Passarini, que es el productor de la obra. Fueron muchas charlas para contener a los actores porque claro que no es fácil desnudarse en escena y tampoco es fácil hacerlo tantas veces por mes. Va a haber dos funciones por fin de semana de ambas obras.
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"Vestuario de hombres". La puesta incluye dos obras en un “combo teatral”.
—En los últimos años se dieron cambios sociales bastante acelerados en relación al movimiento feminista y la lucha de los colectivos LGTB. ¿Eso se ve reflejado en esta adaptación?
—Sí, la obra está reescrita dos veces. Esta es su tercera versión, más allá de la de Daulte. Claro que tuvimos en cuenta los logros del feminismo y también todas las nuevas discusiones que se pueden dar sobre el feminismo y que está bueno que aparezcan en las obras. “Vestuario de hombres” tiene una cuota muy importante en relación al cupo LGTBI, y en “Vestuario de mujeres” se trata un tema que no está tan discutido en los feminismos que es la falta de sororidad en algunos equipos cuando la cosa se pone muy competitiva. Nos parece que hay discusiones que pueden volver a darse y nos interesa que estas obras generen más preguntas que respuestas.
—Esta vuelta después de tener que bajar la obra por la pandemia, ¿es una especie de revancha para ustedes?
—Sin dudas. Con la pandemia nos pasó lo que le pasó a todo el mundo: en principio eran dos semanas, después dos meses y así pasaron casi dos años. Y con un elenco tan grande es muy difícil volver. En el estreno de 2020 se quebró un compañero, que hizo dos funciones enyesado, y después durante la pandemia falleció uno de los integrantes del elenco, otro se enfermó, otra actriz fue mamá... Entonces fue un esfuerzo psicológico para todos rearmar el equipo, reemplazar actores y que vuelva a funcionar la grupalidad con gente nueva. Era mucho más fácil no hacerlo que hacerlo, pero había tantas ganas que realmente no había manera de que esto no suceda.