EEUU es el peor enemigo de sí mismo Si bien las fuerzas armadas y la economía de Estados Unidos siguen siendo excepcionalmente fuertes, su sistema político es más disfuncional que el de cualquier otra democracia avanzada, y en 2024 se enfrenta a un mayor debilitamiento. La elección presidencial estadounidense en noviembre próximo, cuya competencia ya comenzó con las primarias, empeorará la división política, pondrá a prueba la democracia estadounidense a un nivel que la nación no ha experimentado en 150 años y socavará la credibilidad de Estados Unidos en el escenario mundial. Estas son las principales advertencias o conclusiones de un informe del conocido think tank Eurasia Group firmado por Ian Bremmer y Cliff Kupchan.
El sistema político estadounidense está notablemente dividido y, en consecuencia, su legitimidad y funcionalidad se han erosionado. La confianza pública en las instituciones centrales (el Congreso, el poder judicial y los medios de comunicación) está en mínimos históricos; La polarización y el partidismo han escalado a niveles históricos. Si a esto le añadimos una desinformación amplificada por los algoritmos de la inteligencia artificial, los estadounidenses ya no creen en un conjunto común de hechos establecidos sobre la nación y el mundo.
Los probables candidatos presidenciales de los dos partidos, Republicano y Demócrata, son singularmente inadecuados para el cargo. El ex presidente Donald Trump enfrenta docenas de cargos por delitos graves, muchos de ellos directamente relacionados con acciones tomadas durante su mandato, entre los que se incluyen principalmente sus esfuerzos por anular los resultados de las de 2020 que perdió. En cualquier democracia estable y que funcione bien, la contienda de 2024 se centraría principalmente en eso. Estados Unidos está lejos de esto. Del otro lado, el presidente Joe Biden tendría 86 años al final de su segundo mandato. La gran mayoría de los estadounidenses no quiere que ninguno de los dos lidere la nación. Pero hasta ahora ambos serán los candidatos que disputarán la presidencia en noviembre próximo.
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El presidente Joe Biden es por ahora el candidato demócrata y se enfrentaría nuevamente con Trump.
Esta división empeorará en el período previo a las elecciones. Desde el momento en que consiga la nominación (algo abrumadoramente probable), Trump se apropiará de la política republicana y estadounidense, ya que incluso los republicanos más reacios en el Congreso y, según Eurasia Group, la mayoría de los medios de comunicación e intereses adinerados conservadores, se alinearán. con él. Sus pronunciamientos políticos, por extravagantes que sean, cambiarán la narrativa nacional y darán forma a la dirección política en el Capitolio y en las legislaturas estatales de todo el país antes de que se emita una votación. El resultado será aún más extremismo político, división y estancamiento, asegura Eurasia Group.
Posible pena de prisión
Sabiendo que se enfrenta a una pena de prisión si pierde en noviembre, Trump utilizará su púlpito online, su control del Partido Republicano y sus medios de comunicación amigos para deslegitimar tanto el sistema que lo persigue como la integridad de las elecciones. Su narrativa de víctima y sus afirmaciones preventivas de fraude encontrarán una audiencia receptiva de estadounidenses que estén de acuerdo, ejerciendo presión implícita sobre los gobiernos estatales y los funcionarios electorales republicanos para que gestionen las elecciones de maneras que lo beneficien. Si bien es poco probable que estos esfuerzos anulen el proceso electoral, es muy posible que lo alteren.
Y seguramente persuadirán a muchos de los partidarios de Trump a dudar de la legitimidad del resultado electoral, un problema que se verá exacerbado por la desinformación impulsada por la IA y las cámaras de resonancia que son las redes sociales.
En un mundo acosado por crisis, la perspectiva de una victoria de Trump debilitará la posición de Estados Unidos en el escenario global a medida que los legisladores republicanos adopten sus posiciones en política exterior. El apoyo de Estados Unidos a Ucrania enfrentará vientos en contra más fuertes en el Capitolio, lo que tensará la alianza transatlántica y dejará en la estacada a los ucranianos y a sus partidarios europeos de primera línea. Kiev tomará medidas más imprudentes para lograr avances antes de que el próximo presidente asuma el cargo, mientras que las esperanzas de un fin definitivo de la ayuda estadounidense en 2025 reforzarán la determinación de Rusia de seguir luchando.
En Medio Oriente, el fuerte apoyo de Trump a Israel y su disposición a bombardear a Irán envalentonarán al primer ministro Benjamin Netanyahu. Mientras tanto, la presión de los republicanos en el Congreso hará que a Biden le resulte más difícil preservar el “deshielo” con China. La sombra de Trump llevará a los aliados y adversarios de Estados Unidos a prepararse para su regreso al cargo, con consecuencias desestabilizadoras mucho antes del día de la posesión.
Si gana y si pierde
Si Trump gana las elecciones, los demócratas seguirán tratando a Trump como ilegítimo, creyendo que debería estar en prisión y que no es apto para el cargo. Es probable que algunos demócratas del Congreso voten en contra de certificar su elección con el argumento de que no está calificado para el cargo, lo que socavará aún más la confianza en las instituciones electorales. En un país aún más dividido que el de 2016, cuando Trump ganó la presidencia, habrá en 2025 una coalición de oposición más convencida de que el Trump “2.0” anuncia el fin de la democracia estadounidense. La violencia generalizada es un riesgo real y de hecho casi inevitable, alerta Eurasia Group. El peligro se intensificará en una administración Trump cuando indulte a los detenidos por asaltar el Capitolio, permitiéndoles regresar a sus cuasimilicias y organizarse contra lo que consideran instituciones izquierdistas de élite.
Si Trump pierde, no aceptará la derrota. Nuevamente, como hizo en 2020. En cambio, hará todo lo que esté en su poder (legal o ilegal) para impugnar el resultado y el proceso. Tiene menos opciones para impugnar los resultados que las que tuvo como presidente en 2020, debido a la nueva la ley de reforma del Cconteo electoral y al hecho de que no será el presidente. Pero eso no le impedirá intentarlo, especialmente cuando se enfrenta a la perspectiva de ir a prisión. Volverá a alegar fraude masivo. Incitará campañas de intimidación contra empleados electorales y secretarios de estado (los funcionarios estatales a cargo del proceso electoral en cada estado), exigiendo que “encuentren” votos adicionales para él. Se apoyará fuertemente en los gobernadores republicanos. Y presionará a los senadores y representantes republicanos para que se opongan a las listas de electores de los estados para descalificar los votos del colegio electoral. Si bien es probable que ninguno de estos esfuerzos tenga éxito, causarán daño a la ya baja confianza pública en la integridad de las instituciones.
Los republicanos están dispuestos a considerar ilegítima una victoria de Biden, alegando que las elecciones fueron “robadas” o que las causas judiciales con motivaciones políticas (“lawfare”) hicieron más difícil para Trump la campaña. Verán con la misma perspectiva el encarcelamiento de Trump durante una futura administración Biden. Esto podría crear una crisis política sin precedentes, destruyendo la confianza que aún tienen los republicanos en las instituciones y dando lugar a llamados para que Biden perdone a Trump de la misma manera que Ger ald Ford perdonó a Richard Nixon. La división política se profundizaría y la fragmentación de la nación en estados, ciudades y pueblos “rojos” (republicanos) versus “azules” (demócratas) se aceleraría. Y luego está el riesgo “de cola”: ¿Qué pasa si el país más poderoso del mundo no puede celebrar elecciones libres y justas el 5 de noviembre? Estados Unidos ya es la democracia industrial avanzada más dividida y disfuncional del mundo. Las elecciones de 2024 exacerbarán este problema sin importar quién gane. Dado que el resultado de la votación es esencialmente una moneda en el aire, la única certeza es el daño continuo al tejido social y a las instituciones.