El agua es un elemento natural fundamentalmente ligado al derecho a la vida. Por lo tanto, no puede ser mercantilizada. El desafío más grande, más que el problema de la cantidad, la calidad y la vulnerabilidad de este elemento, es ver cómo se resuelve la situación de 1.500 millones de personas que no tienen acceso al agua en el mundo. Porque el que pierde este derecho, pierde el derecho a la vida.
Este es básicamente el pensamiento de Riccardo Petrella, director honorario de la Cátedra del Agua de la UNR, que funciona desde hace tres años en el ámbito de la Facultad de Ciencia Política.
Petrella es un ambientalista y politólogo en la problemática del agua a nivel internacional. Consejero de la Unión Europea, dicta clases de Mundialización de la Economía en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, ofrece cursos en la Universidad Libre de Bruselas y participó en la formación de la Universidad del Bien Común. Fundador del Instituto Europeo de Investigación sobre la Política del Agua (Ierpe), ha escrito un manifiesto donde sugiere un gobierno común del recurso basado en la financiación pública y la participación de la población.
Estuvo en Rosario, donde recibió el título de doctor honoris causa de la UNR. Y también conversó con LaCapital, junto a Aníbal Faccendini, director profesor de la cátedra que lo tiene como director honorario, Lorena Pirona, licenciada en química industrial y también profesora del mismo espacio académico, y el decano de la Facultad de Ciencia Política, Franco Bartolacci.
El especialista habló básicamente de los desafíos en la utilización del recurso y las políticas para acercarlo a la población. Pero siempre haciendo hincapié en la diferencia entre la "visión dominante" y el verdadero objetivo: que el agua se convierta en un bien social y que no entre en la lógica de la mercantilización.
"Hoy la visión predominante habla de un recurso natural y un bien económico. En esta línea, los desafíos fundamentales son tres: la calidad, la cantidad y la vulnerabilidad", enumeró.
Pasado en limpio, explicó que en todo el mundo se observa una degradación de la calidad bioquímica de esta sustancia, que impone el desafío de poder producir agua apta para el consumo humano.
El segundo desafío tiene que ver con la cantidad, que ha disminuido considerablemente por el aumento de la población, al punto que se considera que el gran problema demográfico a futuro estará centrado en este suministro. “La cantidad también ha disminuido por el uso industrial que se ha hecho del agua, y también porque se han secado muchos efluentes, siempre que la tasa de extracción es tres o cuatro veces superior a la de renovación”, reveló.
En cuanto a la vulnerabilidad de los recursos naturales, el especialista se refirió a los efectos devastadores del cambio climático: “Grandes inundaciones y tormentas seguidas de grandes sequías atentan contra el recurso, a lo que se suma la contaminación química que, en algunos casos, es irreparable —explicó—. Por eso, se debe utilizar nueva tecnología para el tratamiento. La desanilización del agua de los océanos es considerada hoy «la» solución”.
Pero hay otro problema, que tiene que ver con lo económico y que a su juicio supera todos los desafíos. “Se dice que si se aumenta el precio del agua para tentar a los inversores, las cosas se solucionan. El discurso dominante en el mundo tiende a la mercantilización. Pero eso no es progreso, nosotros decimos que los problemas de calidad, cantidad y vulnerabilidad están, pero que el agua no es solamente un recurso natural, sino un elemento vital e insustituible para vivir. Por lo tanto, no puede ser mercantilizado”.
Y como problema de todos los seres humanos, la gran meta es, a su juicio, el combate contra la desigualidad social: lograr inversiones que permitan reorganizar los territorios para que el recurso pueda llegar a todos.
Cuestión política. Por eso, el problema requiere, a su entender, de un análisis multisectorial, siempre con la premisa principal de que la cuestión del agua es política, un problema de soberanía. Y en este rumbo entra a cuadrar el tema de la participación ciudadana para garantizar la gobernabilidad del agua. “Menos responsabilidad y participación de la gente implica menos posiblidad de desarrollar políticas. Si no se revierte esto, sólo podrán tener acceso aquellos que puedan pagarla. La mercantilización es una vía fácil, pero también la más injusta”, remató.
En síntesis, Petrella cree que el agua debe salir de la esfera financiera, y que el crecimiento de la capacidad de satisfacer los derechos constituye toda una definición política sobre la utilización de los recursos naturales. “Se requiere de una renovación política para una soberanía compartida, mecanismos de financiamiento para trabajar sobre la escasez social y un instituto de crédito que permita para financiar la invesrión y satisfacer los derechos de todos.
Un pacto público y un compromiso
El compromiso de trabajar para sensibilizar a las autoridades. Luchar por terminar con la escasez del agua, la participación ciudadana y sobre todo la erradicación del proceso de empobrecimiento de la población que tiene en la falta del agua una de las principales bases. Esos y otros tantos fueron los compromisos incluidos en el Pacto Público por el Agua, un documento que firmaron autoridades provinciales, municipales, de las universidades de Rosario y de Quilmes, especialistas internacionales y miembros de organizaciones no gubernamentales.
No es un dato menor. El documento surgido a instancias de la Cátedra del Agua constituye un compromiso colectivo para trabajar sobre la problemática que afecta a más de 70 millones de habitantes en América latina y a 7 millones de argentinos que acceden a un agua cuya calidad no la hace apta para el consumo.
"Es la primera vez que se firma un pacto público de esta naturaleza para América latina y el mundo, que se traducirá en principio al inglés y al francés y que se expondrá en la cumbre Río 20, cuando el año que viene se cumplan dos décadas de la convención por la Tierra en Río de Janeiro, organizado por la ONU", dijo a LaCapital Aníbal Faccendini.
Convencidos de que "donde no hay agua, hay pobres", los firmantes del pacto hablan de luchar por el acceso de toda la población al agua. Y hacen un llamamiento para que "se declare ilegal la pobreza como una manera de luchar contra ella, porque es producida por el hombre, no por la naturaleza".