Jean-François Lyotard
Jean-François Lyotard
El horizonte de lo abordable por una investigación filosófica es tan basto como inacabado, todos sus campos de aplicación constituyen un entramado complejo y móvil. Por eso, si pensamos, desde la filosofía, en categorías como educación, infancia o vida, no podríamos analizarlas sino en el marco de lo multidimensional y relacionable.
De allí que hablar de lo que importa no sea una cuestión sencilla. No es igual referirnos a lo que hace de una cosa algo importante que considerar lo que nos importa de la cosa. Giorgio Agamben, en la Comunidad que viene, propone que la cosa misma, cuando importa, importa por sí, es decir, importa por ser como es. Deja de haber una totalidad importante para dar lugar a la singularidad que importa.
Este modo de entender aquello que convoca nuestro interés implica una perspectiva que nos lleva a argumentar que la filosofía importa por lo que es, como práctica, como forma de vida. Para decir, también, como ya han dicho otros y de muchas maneras, que la filosofía es una sabiduría desposeída, que es ese no saber lo que la convierte en experiencia, en un ejercicio de constante indagación.
Es el mundo de hoy, que se pretende presentar como separado, exterior e independiente de nosotros mismos, al que tenemos, desde la filosofía, que cuestionar. Nos debe inquietar la certeza, debemos poder pedir razones ante ella: ¿por qué es así? ¿por qué dice eso? ¿y si sucediera que...?
Es que la filosofía es una habilidad, un poder hacer al alcance de todos. Así lo sostiene la filósofa Marina Garcés cuando la compara con la música: "Algunos la practican hasta el virtuosismo, otros tratan más informalmente con ella. Unos conocen a fondo determinadas culturas y lenguajes musicales, otros no tanto. Pero todos los humanos tenemos relación con la música", lo mismo ocurre con la filosofía.
Tan cercana y sin embargo, la filosofía, en el pliegue entre el deseo y la necesidad —ambas cuestiones particulares, intransferibles y vivenciables solo por cada sujeto—, no se puede forzar, no se puede obligar a filosofar. Pensar, construir argumentos, para explicar o transmitir algo, es una decisión. Una decisión antecedida por la necesidad de encontrar una verdad, no cualquiera, una que nos sea propia.
Filosofar es una oportunidad para detenerse, observar y observarse como parte del mundo, se trata, como lo dicen Deleuze y Guattari, de una creación y, al mismo tiempo, de una apertura. Es lo que nos deja percibir la distancia que hay entre nosotros y lo otro y hacer algo con ella, darle —inventarle— un sentido.
Espacios para niñas y niños
En los años 70, preocupados porque los estudiantes universitarios repetían teorías y conceptos sin mucha reflexión, Matthew Lipman y Anne Sharp desarrollan lo que conocemos como el Programa de Filosofía para Niños que incluye novelas y manuales de ejercicios para ayudar a los docentes a planificar y coordinar diálogos en el aula. Luego en Latinoamérica se creó una corriente alternativa que es la de la Filosofía con niños (FcN), cuyos referentes, por nombrar algunos, son Walter Kohan, Vera Waksman, Maximiliano López, Alejandro Cerletti y David Sumiacher.
En la Argentina somos varios equipos de trabajo e investigación en el área, tanto independientes y autogestivos como asociados a distintas universidades, y lo mismo sucede en Rosario.
El nuestro, Cosas invisibles, es un grupo que inspirado en la metodología, desde 2015, diseña y coordina talleres en bibliotecas populares y espacios culturales con niñas/os, jóvenes y adultas/os. Es que el dispositivo puede implementarse con personas de cualquier edad y grado de escolarización, y no tiene por qué limitarse al aula y la escuela.
Con frecuencia nos preguntan qué se hace en un taller de filosofía. En principio, filosofamos. Luego, desafiando algunos prejuicios sobre lo que se entiende por filosofar, decimos jugamos.
Lo lúdico nos permite usar toda la personalidad sin restricciones, sin convencionalismos, sin prejuicios, ya que todo está por hacerse. Todas y todos, sin excepción, somos capaces de reconocernos, pero, sobre todo, de descubrir nuevos aspectos de nuestra identidad, nuevas destrezas y posibilidades, cuando nos ponemos en posición de creadores, que es a lo que nos habilita el juego.
Para nosotras, la filosofía es vivencia, en el cuerpo, entre lo íntimo y lo público, en la acción y en el compartir, la filosofía se hace y para ello es importante crear espacios o habilitarlos para que el pensamiento filosófico sea posible: preparar el terreno de la investigación, en el que no se habla de cualquier cosa sino de aquello sobre lo que se quiere conocer o descubrir, más allá de lo que la cosa aparenta ser a simple vista.
La filosofía no se separa de lo cotidiano, de cómo nos sentimos, está permanentemente en nosotros, y un taller de filosofía es un dispositivo para hacerlo visible, para demostrar que se puede transformar el mundo con el pensamiento, leyendo un cuento, una poesía, el párrafo de un libro, inventando un historia, haciendo una receta de cocina, siempre con otros.
En un espacio de investigación filosófica no se enseñan teorías, sino que se transmite y estimula el ejercicio de una práctica, y la conversación es el medio de exploración.
Nos gusta definir a la filosofía como una aventura. La aventura de la problematización que supone arriesgarse a abandonar certezas y dudar, pero que, a la vez, requiere de crear un ambiente de confianza entre quienes comparten la investigación. Un problema filosófico, es decir una pregunta sobre la cual comenzar una búsqueda para inventar una posible respuesta, emerge de la posibilidad que tenemos de pensarnos con otros y es la base para construir críticamente un pensamiento común.
A la respuesta clásica sobre por qué es importante la filosofía, relacionada al beneficio del despliegue de habilidades del pensamiento tales como analizar, comparar, dar razones, agregamos que una experiencia filosófica funda un tiempo y un espacio de confianza y respeto para manifestar y compartir múltiples puntos de vista, para escuchar y acompañar las ideas de los demás, a hacerlas, entre todos, más complejas, más creaeltivas, más placenteras, fortaleciendo lazos y reestableciendo en ellos el valor de la palabra.