“Lo primero que preguntan los padres cuando vienen con los chicos es si tienen que traer una carpeta, y les decimos que no, porque van a aprender jugando”, dice Manuel Silva, el profesor de uno de los talleres de robótica educativa que se desarrolla en temporada de verano en el distrito sudoeste de Rosario. Uno de los cinco talleres municipales que ofrece un espacio lúdico de aprendizaje que invita a las infancias a abrir las puertas de la imaginación, la experimentación y la creación.
Son las 10 de la mañana y en avenida Francia 4435 la estación digital está colmada de chicos y chicas que escuchan con entusiasmo la consigna de Manuel: “Hoy vamos a hacer un robot de fuerza que pueda mover cosas”. Los chicos se concentran en sus creaciones y en el mientras tanto, le cuentan a La Capital sus experiencias con la robótica.
Jeremías debate con su compañero sobre las piezas que van a utilizar y cuenta que las primeras experiencias las tuvo con su primo con el que le gusta armar naves. “Yo empecé a venir porque tenía ganas de experimentar algo nuevo y nunca había hecho esto”, dice Alma, y confirma que el taller le gusta mucho y que piensa seguir asistiendo.
El profe explica que responder a las consignas a los chicos les puede llevar unos 40 minutos, por eso en una clase pueden crear un robot y verlo en movimiento. Y agrega: “En general la propuesta es trabajar en grupos, porque la idea es aprender a crear cooperativamente y además incorporar el pensamiento computacional”.
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En cada encuentro, además de divertirse los chicos incorporan nociones de programación, física, matemática y desarrollan al máximo la creatividad.
Silvina Salinas
En los talleres de robótica educativa, los chicos y chicas trabajan con un kit lego que incluye una tablet o notebook. Construyen con ladrillos naves espaciales, robots y máquinas de todo tipo, y además en cada encuentro se les propone un desafío vinculado a alguna problemática actual o tema de agenda. Por ejemplo, la construcción de máquinas para apagar el fuego en las islas fue una de las consignas destacadas.
A la pregunta de qué se aprende en un taller de robótica, el docente explica que además de producir conocimientos en forma lúdica y cooperativa, lo chicos desarrollan su motricidad fina a la hora de crear robots con las piezas del lego, y además aprenden las dinámicas de la programación en forma interactiva, con íconos muy sencillos que ofrece el programa WeDo 2.0 que es el que se utiliza. Silva, que es estudiante de filosofía, confirma que no hay que ser ingeniero para acceder a estos conocimientos. “Se trata de aprender a utilizar ciertas herramientas y esto te abre un universo de posibilidades. Y lo más interesante de todo es que los chicos y chicas están jugando”, dice el docente.
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En los talleres el juego y el aprendizaje fluyen mutuamente.
Silvina Salinas
Experiencia en expansión
Los talleres de robótica se desarrollan en las estaciones digitales de los distintos distritos de Rosario. Lucía Aldaz, coordinadora de las estaciones, confirma que al momento funcionan en forma fija las del oeste, suroeste, sur y noroeste, y próximamente habilitarán las de los distritos centro y norte.
La experiencia, que depende de la Secretaría de Modernización y Cercanía del municipio, comenzó a desarrollarse en 2018, con kits de legos y tablets, y un grupo de docentes que itineraba por los distintos barrios. “Desde ese momento al presente logramos contar con el equipamiento y materiales para funcionar en forma fija en cuatro distritos. El año pasado realizamos talleres itinerantes en el centro y el norte, que este año podrán contar con sus propias estaciones fijas”, indica la funcionaria.
El 16 de enero se realizó el primer encuentro de los talleres de robótica de temporada de verano. “Fueron 500 cupos que se llenaron en menos de 24 horas”, cuenta Aldaz y anuncia que la propuesta educativa destinada a niños de 7 a 12 años tiene proyección durante todo el año, con una próxima inscripción que se abrirá en marzo y se reeditará en forma bimestral a lo largo de todo el 2023.
Los talleres de verano y los que comenzarán con el ciclo lectivo, son totalmente gratuitos y se desarrollarán a lo largo de ocho encuentros que tendrán lugar una vez por semana, en el turno de la mañana o por la tarde. “Al llegar a tener mil inscriptos por bimestre los talleres de robótica educativa dejarán de ser una experiencia piloto, como lo fueron en 2018, para transformarse en una política pública”, celebra Aldaz, que además destaca que con la virtualidad que aceleró la pandemia, gran parte de la infraestructura creada hace dos décadas debe transformarse en favor de la ciudadanía. “Los espacios públicos disponibles deben repensarse. La idea es que todos estos espacios físicos que van quedando disponibles se conviertan en centros cívicos de encuentro, que impulsen la ciudadanía y la participación, donde también los chicos puedan jugar y aprender vinculados a la tecnología”, manifiesta.
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“Lo que más nos gusta es construir” dicen los chicos.
Silvina Salinas
Jugar y aprender
En el taller de robótica del suroeste el juego y el aprendizaje fluyen mutuamente. La funcionaria afirma que en la dinámica de cada encuentro, además de divertirse, los chicos incorporan nociones de programación, física y matemática, al tiempo que desarrollan al máximo la creatividad.
Mientras cuentan sobre sus obras favoritas, ellas y ellos explican el procedimiento que le da movimiento a sus creaciones. Como Juan y Bruno, que asumen un rol docente apoyando su máquina en el piso para mostrar cómo se utiliza el programa, que de modo simple y a través de ciertos íconos les permite ordenar el movimiento del robot que crearon. De esta manera explican cómo se arma una línea de programación que hace posible que la máquina cobre vida.
Alejo y Juan también muestran a La Capital su máquina, un robot de fuerza que carga cosas. “Lo que más nos gusta es construir”, dicen. Cristian también participa de la charla y cuenta que tiene un canal de YouTube donde muestra juegos y manualidades que él mismo crea porque le gusta mucho trabajar con las manos, y agrega: “Vine al taller porque me interesa hacer robots”.
Mientras Bruno y Juan continúan concentrados en la obra que diseñan juntos, cuentan que ya participaron de los talleres de robótica que se dictaron el año pasado y recuerdan sus creaciones favoritas. “La que mas le gustó se llamó Milo, un robot científico que se movía con dos ruedas”, dice Bruno, mientras que Juan rememora a su auto escorpión, un vehículo con pinzas. “Nosotras vamos a llamar a este Emiliano”, dice Victoria junto a su hermana menor Martina con quien comparte la obra .