En el inmenso desierto de Atacama el pasado convive entre dos miradas: hacia arriba, los imponentes telescopios observan la galaxia en el cielo limpio del desierto; hacia abajo, un puñado de mujeres que busca a sus seres queridos, asesinados y enterrados allí por la dictadura de Pinochet. Entre esos dos planos, entre el cielo y la tierra, dialogan los testimonios recogidos por el chileno Patricio Guzmán para el documental Nostalgia de la luz (2010).
"Siempre he creído que nuestro origen esta en el suelo, enterrado bajo la tierra o en el fondo del mar. Pero ahora pienso que nuestras raíces pueden estar arriba. Mas allá de la luz", dice la voz en off de Patricio Guzmán. Los astrónomos llegan de todas partes del mundo al observatorio de Atacama para mirar las estrellas.
Nostalgia de la luz debe su nombre al libro de divulgación científica del astrofísico francés Michel Cassé. Pero esa nostalgia a la que alude Guzmán también es la del Chile de su infancia, un "pequeño siglo de las luces", como lo describe el director. En uno de los fragmentos finales de la película, el cineasta muestra en primer plano una gran cantidad de bolitas sobre una mesa, como una especia de maqueta sencilla y tangible de la vía láctea. "Haciendo esta película, mirando hacia atrás, estas bolitas me recuerdan la inocencia de Chile cuando yo era niño. En esa época, cada uno de nosotros podía guardar en el fondo de sus bolsillos el universo entero".
El escritor argentino Alan Pauls dijo oportunamente que "hay dos pasados que se exploran en Nostalgia de la luz: uno es el pasado cósmico de la galaxia que llega bajo la forma de la luz, tarde pero nítido, a los poderosos telescopios del observatorio del desierto de Atacama, a 5 mil metros de altura. El otro, más sangriento, es el de los crímenes todavía impunes de la dictadura militar, muchas de cuyas víctimas fueron enterradas clandestinamente en ese mismo desierto. Y cuyo restos, cuatro décadas más tarde, sigue buscando sin descanso un pequeño grupo de familiares".
"Ojalá los telescopios no miraran solo al cielo, sino que pudieran traspasar la tierra para poderlos ubicar", dice de esas mujeres que buscan en el suelo árido del desierto chileno los huesos de los prisioneros políticos del pinochetismo.
El pasado
En una entrevista sobre el filme, Guzmán dijo que cuando escucha a gente decir "ya basta de hablar de pasado", el les diría: "Pero si no hemos hablado nada del pasado". Y explica: "En América Latina tenemos una colección de héroes de cartón y piedra. No siento respeto por las estatuas de nuestros héroes de América Latina, porque no me han contado su verdadera historia. Entonces tenemos que reconstruir y reescribir la historia latinoamericana para tener una base de futuro. Y el documental contribuye a eso".
El trabajo de Guzmán —que anteriormente había abordado el tema de la memoria en películas como La batalla de Chile, En nombre de Dios y Salvador Allende, entre otras— cosechó premios y múltiples elogios. "La indagación que hace Patricio Guzmán de la revolución chilena, del golpe de Pinochet y de las consecuencias derivadas, parte a uno el corazón y va a ser consideradas para muchos siglos en adelante una de las más elocuentes y osadas exploraciones de una revolución y una represión, de la esperanza y la memoria, para superar tiempos trágicos. Lo que Guzmán observa apasionadamente y nítidamente vale para el mundo entero", dijo el escritor y ensayista trasandino Ariel Dorfman.
"Yo creo que la memoria —dice Guzmán en la película— tiene fuerza de gravedad, siempre nos atrae. Los que tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo presente. Los que no la tienen no viven en ninguna parte".