¿Cómo vivieron los niños la dictadura cívico militar en Argentina? ¿Cuál es la imagen que les quedó a los que sufrieron la desaparición de sus propios padres? ¿Es posible imaginar a tan corta edad la dimensión del horror? Nora Pastorini tenía ocho años cuando le tocó atravesar esa experiencia. Su papá, Alejandro, era psiquiatra y militaba en el socialismo revolucionario. Fue secuestrado el 7 de agosto de 1976 y desde entonces permanece desaparecido. Nora no lo supo de inmediato. Lo que sí recuerda es cómo le dijeron que él ya no estaba. Por aquellos años sus padres estaban separados y ella vivía con su mamá, Inés Felicia Argüelles, su hermana Silvina y su tía abuela Tere, en un departamento de Vera Mujica al 500, justo enfrente del Hospital Provincial del Centenario. Recuerda que una tarde, en la que ya no entraba casi luz por la ventana, su tía Hemilce —una de las hermanas de su padre— llegó a su casa para hablar con su madre. "Se reunieron con la puerta cerrada en la cocina y mi tía abuela nos dijo que seguro que era para hablar algo de mi papá. No sé cuánto tiempo pasó de esa charla pero a mí me quedó el registro de que fue una eternidad. Cuando por fin salieron, mi mamá me dijo que mi papá se había ido de viaje por trabajo, que en el lugar en donde estaba no había correo, que no nos iba a poder escribir y que le iba a resultar muy difícil comunicarse con nosotras". Ese es el primer registro que tiene Nora. "Durante semanas traté de descubrir dónde podía estar mi papá. A mí me gustaba mucho ver mapas del mundo, me encantaba la geografía y entonces agarraba las enciclopedias y me ponía a buscar cuál podía ser ese lugar en donde él estuviera viviendo sin poder siquiera llamarnos por teléfono". Cuando habla, el registro del tiempo se le nubla. Le resulta difícil recordar si fueron meses o semanas hasta que se enteró de la verdadera historia. Lo que no se le olvida, a pesar del tiempo, es de cómo sucedió. "Un día tiran una carta del correo por debajo de la puerta y tengo el recuerdo de que fui corriendo a levantarla y dije que seguro era de mi papá. Porque yo lo estaba esperando. Y mi mamá me responde que no, que no era de él". Nora se acuerda que la cuestionó, que le preguntó cómo podía saber eso si ella ni siquiera había visto la carta. "Después de esa escena mi mamá nos sienta a mi hermana y a mí y nos cuenta, con un relato para la edad que teníamos, que a mi papá se lo habían llevado. No sé si dijo detenido pero sí recuerdo que dijo la palabra militares. Que se lo habían llevado los militares por pensar distinto".
Aunque la historia que narra es dolorosa, Nora pronuncia cada palabra con una dulzura infinita. Habla y sus recuerdos construyen imágenes, escenas de una infancia que hasta los ocho años pudo compartir con su papá. Por eso atesora los días en que iba con él a tomar helado de frutilla con soda, el que fueron a ver la película Trapito, de García Ferré y las veces en que Alejandro les tocaba música en el violín. Se ríe cuando se acuerda de que su papá, después de viajar al mar, cumplió su promesa y le trajo a ella y a su hermana un regalo especial. En la emoción de darles la sorpresa, Alejandro llegó y tiró toda la arena y los caracoles en el parqué recién encerado de la casa de su madre. "Mi mamá se re enojó pero nosotras estábamos contentas con nuestros caracoles". Fue en febrero del '76, a sólo un mes del Terrorismo de Estado.
La vida cotidiana sin su padre fue difícil. De ese hecho "tan trágico, terrible y espantoso", recuerda que pudo entender lo que estaba pasando, que observaba todo y que no podía hablar. "Era un momento muy límite. Mi mamá y mi tía nos decían que teníamos que tener cuidado, que no podíamos hablar con desconocidos, que si nos preguntaban por mi papá teníamos que decir que no estaba, que se había ido", dice.
Encuentros
Ella y su hermana iban a una escuela católica del barrio y para el día del padre siempre hacían regalos en la clase de actividades prácticas. Nora rememora que una maestra le preguntó si ella llevaba el obsequio al cementerio. "Me quedé pensando qué tenía que responder y a la vez tenía que disimular. No podía estar contando lo que yo sentía o sabía porque me habían dicho que tenía que cuidarme, callarme. Entonces le dije que se lo había regalado a mi abuelo, que fue lo que hice".
Por suerte no todas las docentes eran como la de actividades prácticas. Nora también se cruzó con la señorita Liliana Fernández, que "era una maestra de lengua hermosa, que para hacer análisis sintáctico nos daba el poema Balada de otoño, de Serrat. Ella era del barrio y sabía nuestra historia. Teníamos una relación muy amorosa con ella", dice y recuerda también cómo la música de Serrat la ayudó a transitar esos primeros años sin su padre. Cuenta que su mamá era fanática del cantautor catalán y que ella era la encargada de cambiar y dar vueltas los discos en el wincofón. "Me hacía doler la cabeza tanto escucharlo a Serrat", dice, pero a la vez recuerda una canción en particular que no se cansaba de escuchar: "Tú enciende el sol, tú tiñe el mar y tú descorre el velo que oscurece el cielo y tú ve a blanquear la espuma y la nube, la nieve y la lana y tú conmigo a cantar la mañana... y tú conmigo y el gallo a cantar que hay que empezar, un día más, tire pa'lante que empujan atrás". La canción infantil para despertar a una paloma morena de tres primaveras, le hacía sentir que, a pesar de todo, aún podía ser una niña que encienda el sol en su vida cotidiana.
Nora creció en un edificio donde vivían muchos estudiantes universitarios. Le gustaba mirar por la ventana de su casa y contemplar ese universo. Veía el movimiento del hospital, las enfermeras y doctores con sus delantales blancos. Acaso por eso eligió estudiar Medicina. Acaso haya sido también una forma de encontrarse con la historia de su padre. "Tenía una necesidad de poder acercarme a los lugares que mi papá había transitado, poder encontrarme con sus compañeros". Cuenta que en el '86, al ingresar a la facultad, comenzó su experiencia de militancia siendo delegada de curso. "Empecé a encontrar mi propia autenticidad, a desarrollar mis deseos, hasta cambié de vestimenta", dice y esto último la hace reír. En la cátedra de Medicina y Sociedad, de la que fue docente, "encontré mi lugar y también a amigos y amigas de mi papá que me contaron historias de él".
La militancia en los organismos de derechos humanos llegó unos años más tarde. "Estaba en una búsqueda, por lo tanto nunca me afilié a ningún partido. Estuve un tiempo como independiente en el PI y en la FJC pero en el año '96, después de una marcha del 24 de marzo, me acerqué a una compañera de HIJOS, Josefina (González), me presenté y le dije que quería ir a una reunión". Nora recuerda que la "Tana" la invitó a ir a La casa de la memoria, donde por ese entonces se juntaban los hijos. "Me sentí en encuentro, acompañada por el otro, sentí que éramos muchos. Un montón de compañeros y compañeras compartiendo que habíamos atravesado una misma historia. Y pude encontrar de grande, otro sentido a esa canción de Serrat que yo escuchaba en mi casa y me daba esperanzas cuando era chica".
Para Nora construir memoria "es una necesidad de vida para sobrevivir al espanto con la belleza del recuerdo". Es armar de a poco un rompecabezas a partir de las vivencias que tiene con su padre, de los relatos que su mamá y sus tías le fueron contando, de las anécdotas que más tarde le transmitieron los compañeros y compañeras del propio Alejandro. Cada pieza, a su tiempo, fue tejiendo su historia personal pero también la memoria social y colectiva junto a HIJOS porque "la militancia es una construcción que da cimientos", dice.
Causa judicial
La investigación judicial sobre la desaparición de Alejandro Pastorini se enmarca dentro de la causa Klotzman, conocida como la caída del PRT, que reúne los casos que damnificaron a militantes del PRT-ERP secuestrados durante la primera mitad de agosto de 1976. Los delitos de lesa humanidad que se juzgan incluyen 27 homicidios, privaciones ilegítimas de la libertad, tormentos y asociación ilícita.
Por distintos motivos, el inicio de este juicio se suspendió tres veces y se espera que finalmente comience en los tribunales federales de Rosario en abril