¿Cuál es el espacio que tienen las y los jóvenes para hablar sobre Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas? ¿Cuántas de sus inquietudes son consideradas a la hora de pensar los procesos de aprendizajes? ¿Cómo circula la palabra en el aula? Estas y otras preguntas formaron parte del conversatorio “La ESI como derecho: de la letra de la ley a las experiencias escolares”, organizado por el Centro de Investigación en Políticas Públicas y Sociedad (Cipps), que funciona en la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR. Motivados por la consigna, docentes y estudiantes se dieron cita en el Instituto Superior Provincial de Danzas Isabel Taboga —que coorganizó el evento— para pensar cómo se construye un diálogo intergeneracional que valide las opiniones de los adolescentes y promueva la escucha atenta por parte del mundo adulto. Durante la jornada, la expresión de las y los estudiantes fue a través de la palabra en los debates, pero también, mediante performances de alumnas y alumnos del seminario de ESI del Taboga, que desde el arte y poniendo en juego sus corporalidades, sensibilizaron al público sobre los discursos machistas, los estereotipos, la violencia de género y los femicidios.
En un contexto provincial de recambio de autoridades, con una gestión saliente que titularizó los cargos docentes de los equipos ESI del Ministerio de Educación pero que no consiguió promover una ley propia sobre el tema, se vuelven necesarias, más que nunca, actividades como éstas. Para recordar que la ESI es un ley nacional y que es obligación del Estado, en todos sus niveles, garantizar su implementación en establecimientos públicos y privados desde el jardín hasta la universidad.
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Foto: Héctor Rio / La Capital
Liberar la palabra
Desde el Cipps, Amine Habichayn —que también es docente del Isabel Taboga— cuenta que la idea de este conversatorio surgió a partir de la tesis de grado de una alumna de trabajo social —María Aylen Taboada— a quien ella dirigió. La investigación profundizaba sobre la implementación de la ESI y sobre el rol de las y los adolescentes en ese proceso: el estudiantado como un actor clave del sistema educativo, como un sujeto político que, a través de los centros de estudiantes, canaliza demandas e inquietudes en torno al modo de trabajar la ESI en la escuela. A partir de ahí, desde el Cipps se contactaron con el grupo de jóvenes que había sido entrevistado para la tesis y le propusieron seguir profundizando esos debates en un conversatorio abierto. La premisa de la convocatoria era poder pensar no sólo los contenidos curriculares que propone la ESI sino también los cambios profundos que la ley intenta promover en la cultura de las instituciones educativas y en la sensibilidad de las personas que habitan esos espacios.
“En la escuela no es que los docentes no traten la ESI pero se sigue sosteniendo esa idea de que el docente sabe y el alumno no y sólo tiene que escuchar. Puede hacer preguntas pero nunca las puede responder. Eso fue lo que nos pasó en una materia el año pasado. Una profesora nos sugirió temas de los cuales hablar, pero cuando exponíamos, empezaba a hablarnos encima o tomaba la palabra. Ella no fue una fuente para nosotros pero tampoco nosotros pudimos serlo para otras personas. A lo mejor no lo hacen a propósito, porque está muy en el inconsciente de todos esta idea de que el docente es el que dirige la clase, el que tiene que hablar y el que puede interrumpir porque es docente y porque estudió un montón de años para eso, pero no está bien”, opina Irene Ponzio, alumna de la Escuela Provincial de Danzas Nigelia Soria que pasó a 4º año y fue elegida recientemente como presidenta del centro de estudiantes. La sensación de estar en desigualdad de condiciones a la hora de poder expresarse o de poder ser escuchadas, es compartida por Iara Galadriel Götzl que terminó 3º año en el Complejo Educativo Francisco Gurruchaga y que también fue elegida como titular del centro de su escuela. Para la joven, es necesario “generar cierta horizontalidad al momento de tratar los temas” y por esa idea entiende el simple, pero muchas veces difícil acto, de que el adulto no monopolice la palabra dentro del aula. Según ella, eso sólo sucede “cuando el docente baja de ese lugar de ‘yo tengo el saber y ustedes son pasives’. Muchas veces hablamos de la ESI como garante de la justicia social. Bueno, ahí, es uno de los espacios en donde se garantiza eso a través de la redistribución de la palabra”, dice y agrega que, cuando hay profesores que promueven esos espacios de diálogo, “que por suerte son muchos”, lo que queda en evidencia automáticamente para los alumnos es todo otro grupo de adultos que no quiere o no sabe cómo hacerlo, incluso en las escuelas mencionadas en donde la ESI es bien recibida.
Durante el conversatorio las jóvenes compartieron el panel con la doctora en filosofía Juliana Udi y con la socióloga Catalina Wainerman. Las profesionales hablaron desde su saber disciplinar y las chicas, desde sus experiencias adolescentes y su hacer en los centros de estudiantes, cuenta Erica Iturbe, otra de las organizadoras del Cipps, y pone en valor ese cruce, que tuvo la intención de promover un diálogo horizontal sin desconocer las asimetrías. El propósito, justamente, fue invertir esta idea adultocentrista en la que “siempre hay un adulto que define qué cosa corresponde a les niñes, a les jóvenes y estas jóvenes toman la palabra por derecho propio. Creo que en torno a eso circularon algunos de los argumentos más interesantes”, dice Iturbe. Es justo ahí donde radica lo que las y los estudiantes están demandando, no sólo a quienes dan ESI en la escuela, sino a todo el sistema educativo: escucha y sensibilidad. “El adultocentrismo se traslada de forma implícita a nuestro discurso: tengo que tener un discurso de adulta para poder hablar, para ser habilitada. No puedo tener un discurso adolescente porque puede que no sea validada”, dice Iara contundente.
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Foto: Héctor Rio / La Capital
Un cambio de cultura
Las intervenciones artísticas, que tuvieron lugar antes del conversatorio en distintas salas del instituto Taboga, combinaron coreografías, juegos de luces y textos proyectados sobre paredes y cuerpos (mapping) y otras performances que interpelaban a las y los visitantes sobre los crímenes de odio, la discriminación y el derecho a gozar del propio cuerpo. El arte como llave para abrir preguntas, para dudar, para emocionarse, para poder ponerse en los zapatos del otro. “La ESI tiene un enorme impacto en la vivencia. Uno no puede formarse y formar en ESI si no produce un propio quiebre en ese recorrido, si no se hace preguntas vitales que son clave. Por eso el arte fue el dispositivo que utilizamos en el conversatorio, para que discurra con cierta plataforma visual y vivencial que permita habilitar algunas cosas”, cuenta Sebastián Ripari, coorganizador de la actividad y docente —junto a Norma Ambrosini— del seminario ESI que se dicta en el Taboga. “La formación docente en ESI no solamente se pregunta de qué manera nos deconstruimos sino también de qué manera devenimos docentes”, señala y deja flotando la idea de que enseñar ESI es también la posibilidad de modificar la cultura dentro de las instituciones educativas. Un cambio en pos de volverlas más amplias, integradoras y respetuosas de las diferentes identidades y de las diversidades. Una sensibilidad que produzca cambios concretos como repensar los sistemas de clasificación binarios varón—mujer que se replican en estadísticas escolares, en planillas administrativas y en muchas otras formas de organizar las actividades escolares. “La ESI viene a proponer otra forma de pensar la escolaridad. Si viene un profesor y te dice: ‘Bueno, hoy vamos a dar ESI’ y te da diez contenidos pero después en la lista hay un compañere que todavía no tiene el documento por cambio de identidad de género y lo nombran de la manera en que figura en su DNI, no me sirvió de nada la ESI”, dice Iara y ejemplifica así el tipo de cambio que los estudiantes esperan de los docentes: “La ESI viene a replantear todas las formas que tenemos de aprender y que tienen nuestres docentes de enseñar”.
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Foto: Héctor Rio / La Capital
Salir del molde
Para Amine, la clave es pensar en los modos en que se implementa la ESI. Según su mirada y replicando a Graciela Morgade —una de las expertas convocadas para redactar los lineamientos curriculares para implementar la ley— educación sexual hubo siempre. “Cada vez que a vos te habilitaron o te desalentaron a ciertas prácticas corporales, te dieron educación sexual. Ahora, lo que estamos diciendo, es que el valor del conversatorio es poner en el tapete que la ESI no es solamente la idea de un objeto externo que se tiene que sumar a la currícula, sino que es un objeto que nos compromete culturalmente y nos plantea la transformación de una sociabilidad que está montada alrededor de la heteronorma. Entonces no es solamente que yo venga y te de la ESI sino también qué voy a hacer con la heteronorma y qué va a hacer la escuela con eso”.
En ese sentido, las estudiantes comprenden que los cambios culturales son los más difíciles de transitar y valoran el trabajo que se hizo en la escuela pública —sobre todo en Santa Fe— a lo largo de estos trece años de vigencia de la ley nacional. “Entendemos que la deconstrucción es un proceso que tarda años. Hay muchos docentes que no tuvieron una cátedra de formación y están viendo también cómo hacen”, dice Iara. A su lado, Irene asiente: “Muches docentes se ponen nervioses con este pedir nuestro, con la ESI, porque se están viendo obligades a replantearse un montón de cosas. Para poder promover la ESI, les docentes primero tienen que cuestionarse ciertas experiencias personales, y eso es sacar del molde cómodo a mucha gente para que empiecen a revisar un montón de cosas. Creo que eso también hace que muchos docentes no quieran hablar. No es que no les interese dar clases sino que no quieren cuestionar las cosas que ya están asentadas hace un montón de tiempo”. Contra la resistencia a esos cambios construyen alternativas las jóvenes desde la Federación de Secundarios de Rosario (Feser), que desde 2017 reúne los planteos colectivos de distintos centros de estudiantes de la ciudad.
Desde ese espacio van tejiendo redes, compartiendo información y aprendizajes y de a poco, van corriendo los márgenes de lo posible en cada establecimiento educativo. “La ESI es una real conquista y es una herramienta que nos da la escuela pública. Serán pocos los espacios de discusión pero están. Hay que seguir luchando para que cada vez sean más”, concluye Iara.