Estaba el señor de los regalos equivocados. No se vestía de rojo, ni tenía barriga inflada ni barba blanca. No viajaba, no se metía en ninguna chimenea ni viajaba en camello con otros dos. Este era un señor flaco como cualquier señor flaco. Sin mucha alegría ni luces.
Era un señor que andaba en una motoneta ruidosa, destartalada. Un señor nada divertido, al que no le gustaban las fiestas ni los cumpleaños. Ni el propio ni los ajenos.
A este señor los globos le parecían pavotes y los pinchaba. Las tortas le caían muy azucaradas y las escupía. Aseguraba que las piñatas eran aburridas; las sorpresitas, tontas y las cornetas y cotillones, una paparruchada inmensa.
Ni hablar de cantar el feliz cumpleaños: sólo hacía muecas y burlas porque la canción lo adormecía.
Este señor cada vez que recibía una tarjeta de cumpleaños se quejaba y preguntaba con fastidio, "Uffffffff ¿Y ahora qué regalo?".
Entonces un día para terminar con semejante problemón decidió regalar regalos equivocados. Una buena idea, pensó, para que no lo invitasen más y lo dejaran de jorobar.
Una tarde entró al pelotero donde celebraban el cumple de una nena bebé. Llevó en un paquete una pipa de regalo y cuando la nena la tiró a un costado porque no sabía qué era eso, el señor sonrió contento.
Otra vez a un amigo de la oficina le llevó una caja pequeña con un chupete. A una vecina le regaló una jaula con un murciélago colgado patas para abajo desde el palito. Y otra tarde a un nene le llevó una caja inmensa envuelta con un papel lleno de estrellitas rosas brillantes.
El nene arrancó el papel a los manotazos y se encontró con una muñeca vestida de princesa. Abrió los ojos grandes, ensanchó la boca de oreja a oreja al punto que se le vieron todos los dientes (menos uno de adelante que se le había caído el día anterior: ¡pucha!). Y les dijo a todos los nenes y nenas de la fiesta:
—¡Miren, miren, qué lindo regalo me regaló este señor!
Luego se abrazó a las piernas del hombre de los regalos equivocados y le encajó un beso ruidoso y lleno de migas de chizitos.
El señor de los regalos equivocados disimuló su mal humor en un rincón. La idea de disgustar al cumpleañero había fallado y con un bonete en la cabeza con forma de mariposa pensó ¿en qué se habría equivocado?
(*) Laura Vilche es autora de “Gato enojado no caza ratones” y de “Cuentos rayados”, ambos de editorial Libros Silvestres.