Cerquita de un árbol y a metros de calle Liniers arranca puntual el taller de manos tejedoras, donde son los propios chicos —que aprendieron a tejer con sus dedos en el Bodegón Casa de Pocho— los que les explican cómo hacer "Ojos de Dios" a otros niños. "Preguntale a ellos que son los que hoy están enseñando", sugiere Sofía Mendez, la coordinadora del espacio. Efectivamente, y muy concentrada en lo suyo, Tati explica con sus manos mínimas la técnica de ir pasando una lana o hilo alrededor de dos palitos de madera en cruz hasta unirlos y formar distintas figuras geométricas.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
"Es fácil para mí, primero ponés los palitos así juntos y hacés dos nudos. Me gusta hacerlo con celeste agua. No tardo, lo hago rápido", cuenta Tati, de siete años, mientras le enseña a Brandon (7) a dar los primeros pasos en la experiencia de tejer a mano. A su lado, Keila (8 años) va formando su adorno con blanco y coral y muestra orgullosa cómo va quedando su diseño.
La idea de armar este taller entre pares surgió casi desde el propio grupo de nenes que durante el año participan de las actividades de la Casa de Pocho. "Cuando se organizó el Carnaval se pensó que un grupo niños participe enseñando a otros algunas de las cosas que hicimos el año pasado y ellos eligieron el taller de tejido", cuenta "la seño" Sofía, quien juzga como "necesario que los chicos tengan un lugar de confianza en la comunidad, donde puedan creer en ellos, practicar la libertad y poder involucrarse con los otros". Sofía es maestra (no ejerce ya la docencia) y apunta que por la dinámica propia de las escuelas, cuesta mucho dar curso a este tipo de propuestas. Por eso la intención es "que al menos durante un rato se puedan disfrutar de este tipo de espacios".
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Kevin presente. Como en tantas barriadas de la ciudad, Ludueña también está atravesada por el dolor ante la precoz muerte de sus chicos. Durante el Carnaval se pudo ver una bandera con la imagen de Kevin Aguirre que decía: "Cómo olvidar a una persona que nos dio tanto para recordar. Kevin presente. Club Padre Montaldo". Kevin tenía 16 años cuando el jueves 9 de febrero, y tras discutir con otros jóvenes del barrio, fue asesinado de un tiro por la espalda en Humberto Primo y Felipe Moré. El chico formaba parte de la Comunidad Sagrada Familia y del Club Montaldo.
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Foto: Facebook 16º Carnaval Cumple de Pocho
Julieta Demagistris tuvo de alumno a Kevin en séptimo grado, cuando ella recién empezaba a dar clases en la Luisa Mora de Olguín. "Desde la escuela nuestro mayor logro es que los chicos puedan terminar la primaria y la secundaria. Y que lo maten a esta edad y a un paso de terminar la secundaria es realmente doloroso. Por él y por su familia, que es muy comprometida con el barrio", señala la docente de música. Está en la escuela hace cinco años y en cada uno de ellos vio morir a alguno de sus chicos. "El tema es no acostumbrarnos y qué hacer con ese dolor. No queremos perder más a nuestros alumnos ni ir a sus velorios", dice. Por eso la maestra de la primaria de Ludueña rescata la experiencia del Carnaval como "un espacio de resistencia y participación muy enriquecedor, donde se junta gente de todos los puntos del barrio en un lugar de encuentro para celebrar la vida y transformar el dolor en alegría". "El Carnaval —agrega— es lucha y alegría. La organización nos salva y esto es un trabajo de hormiga".
"No somos peligrosos, estamos en peligro", advierte una de las banderas colgadas al borde del escenario montado en el centro de la plaza. Las organizaciones de Ludueña se plantan firmes contra la propuesta de bajar de 16 a 14 años la edad de punibilidad juvenil, tal como quiere el gobierno nacional. Varios coordinadores de la movida se posicionan llevando en el pecho un prendedor con la leyenda "No a la baja". Un rechazo que logró un amplio consenso en las mesas de discusión que organizó el propio Ministerio de Justicia nacional. En la última jornada de debate 34 de los 40 oradores se opusieron a la baja que propone Nación, entre ellos los representantes de Unicef, de la Sociedad Argentina de Pediatría, de la Defensoría General de la Nación y del área de la Niñez de distintas provincias.
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Foto: Facebook 16º Carnaval Cumple de Pocho
Demagistris advierte que no solo la juventud está criminalizada sino también la pobreza. Por eso propone dar el debate contra la baja, para mostrar "que los pibes no son peligrosos, que tienen sueños, proyectos y mucho potencial". Y que la propuesta del gobierno "piensa a los jóvenes pobres como la basura la sociedad, y que entonces hay que encerrarlos".
Barro colectivo. El taller de barro y arcilla que coordina Lucía Abecasis está copado esencialmente por nenes y nenas. "La idea del barro es sentirlo, trabajar con las sensaciones de tocarlo, y hacerlo con la consigna del Carnaval: "Huella del barro colectivo, que lucha amasando la tierra dura". Algunos construyen mates, otros pequeñas vasijas y también aparecen algunos muñecos. Un chico con la camiseta argentina de Di María participa entusiasta de la propuesta. "Está haciendo una torta", dice uno de los jóvenes que coordina el taller, aunque el mini Di María de ojos vivaces lo niega sin despegar ni por un segundo sus manos del barro. "Todo el Carnaval —agrega Lucía— tiene un montón de contenido en relación al barrio. Y lo importante es el proceso de construcción colectiva más que el producto final". Toda una definición de una mirada centrada en el encuentro como material para el accionar cotidiano.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
La pregunta. Ramona Romero vino desde La Rioja y junto con Emilio coordinó el taller de "luchas, memoria y barro", donde los nombres de Claudio "Pocho" Lepratti, Edgardo Montaldo y Enrique Angelelli flotaron como referentes que trazaron caminos. Ramona es del paraje Punta de los Llanos, el sitio donde en agosto de 1976 monseñor Angelelli fue asesinado en un episodio que hicieron pasar como "accidente". Del taller participaron adultos pero también chicos de Rosario y de diferentes localidades. "Con los pibes —afirma— hay que hacer como Pocho Lepratti, que más que ofrecer respuestas iba con la pregunta. De ahí surgen los espacios, porque las respuestas las tienen ellos, tengan cinco o quince años".
Morena tiene dos años y es de barrio Industrial. Su manos se enchastran en pintura roja que usa para trazar garabatos sobre el papel. El profe —como llaman los nenes y nenas a los coordinadores— solo se limita a ayudarlos. En el taller de máscaras y expresión plástica los chicos "hacen lo que quieran crear".
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Por la noche vendrá la lluvia y con ella la postergación hasta el martes 28 de la tradicional quema del Momo. Pero hasta que el agua llegue, los nenes y nenas amasan el barro, y tejen y pintan con sus manos. Participan del taller de rap en la casa Santa Rita o directamente juegan al fútbol en la plaza de Pocho. Detrás de la pelota arremete veloz un nene en cueros con unas bermudas de furioso tono coral. "Soy Benja y tengo así", dice mientras extiende la palma de su mano abierta hacia el frente para decir que tiene cinco años. Solo un momento, porque al instante vuelve a correr con sus amigos en la plaza. Al menos hasta que caiga la lluvia y la tierra seca se transforme en barro. Ese que dejará las huellas de alegría y resistencia del Carnaval.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
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"Nos duele cada pibe que asesinan, eso nunca será natural"
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Foto: Facebook 16º Carnaval Cumple de Pocho
Varón Fernández casi no se toma respiro en medio del Carnaval. Integrante del Bodegón Cultural Casa de Pocho, Varón acepta hacer un alto en sus tareas y se sienta a charlar en uno de los banquitos de la plaza. Cada año para el Carnaval de Ludueña los coordinadores de los talleres llevan una remera con un dibujo. Para la 16ª edición, el artista Mauro Gentile preparó un logo que en el centro luce el ojo celeste de Edgardo Montaldo, el cura que durante casi 50 años realizó su tarea social y pastoral en el barrio y que falleció el pasado 25 de diciembre. "El viejo para nosotros era nuestro hermano mayor. Fue una pérdida terrible", cuenta Varón.
—¿Se siente mucho su ausencia?
—La orfandad es continua. Al pensar en Edgardo o en las madres que tienen que enterrar a sus hijos tenemos que ver la vida y no quedarnos en la muerte. Todo esto nos tiene que servir para algo, para ser mejores personas, para organizarnos y que las cosas salgan cada vez mejor. Pero sentir de repente que no tenés a alguien tan importante como Edgardo para consultarle... Cuando iba al geriátrico donde estaba me gustaba sentarme con él debajo de un árbol y reírnos de cualquier cosa. Cuesta mucho encontrar gente así, que hable más de lo humano que desde la posición política. Aunque esa también sea una posición política.
—Tremendo desafío seguir esa huella de las remeras.
—Sí, por eso cuando Edgardo decía que vino al barrio a trabajar con los jóvenes, y que fueron ellos los que lo guiaron, para nosotros eso es la huella colectiva, el tener la capacidad de organizarse y dar una mano en donde haga falta. Y después estar a la altura de las circunstancias y tratar de estar un paso adelante para que no nos sigan matando a los pibes.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
—¿Pegó fuerte en el barrio la muerte de Kevin?
—Sí, pegó fuerte lo de Kevin porque nosotros no queremos naturalizar eso. A muchos no les pega porque piensan que es "un pibe más" que matan y que va a seguir pasando. Pero para nosotros no, nos sigue doliendo cada pibe que asesinan porque para nosotros eso nunca va a ser natural.
—¿Eso está presente en el Carnaval?
—En los talleres sale la preocupación de cuáles son los espacios que tenemos para los pibes, por qué los matan y quiénes los matan. Y qué hacer para que ese pibe no sea solo una bandera más sino que sea parte de lo que queremos transformar.
—¿Y ellos cómo perciben la muerte de sus amigos y familiares?
—Los chicos están desesperados. Viene un pibe mañana: "Che, yo me drogo desde los 12 pero no quiero esto, ¿que hay?". Y la verdad que no hay nada, no hay espacios donde poder internar o trabajar otras cuestiones con estos pibes. Nuestros espacios de organizaciones son limitados. Un taller, un campamento de convivencia, acompañamiento. Pero para los pibes que están pasando por esa situación no hay un espacio para brindarles una respuesta. Hay una desesperación que hace que la vida para ese pibe no valga nada. Hace un montón de tiempo que decimos que el tema no es la ausencia del Estado sino su forma de estar. El Estado propone políticas para la muerte y nosotros tenemos que proponer políticas para la vida. Sino después nos quejamos de la violencia de los pibes y no somos capaces ni de venir a cortar el pasto a una plaza.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
—Varios coordinadores del carnaval llevan un prendedor de "No a la baja" ¿Cuál es su posicionamiento?
—Se viene un año electoral y creemos que el discurso de la seguridad va a ser una herramienta electoral de Macri. Lo que tenemos que decir más fuerte a la sociedad y a los malos gobiernos es que no es culpa de un pibe de 12, 13 o 15 años que la escuela lo expulse o que no haya lugar para él. Ni que sus padres hayan venido desde Santiago del Estero y vivan hacinados entre doce personas comiendo de la basura. Están queriendo culpar a los pibes de todo lo que están haciendo mal. Lo de la baja (en la edad de punibilidad) es terrible, porque le seguimos echando la culpa a los mas débiles, a los Kevin, a los Daniel, a las Yandira. Acá en Ludueña tenemos dos clubes fuertes: Tiro Federal, que ahora la mitad está tomado por la PAT (Policía de Acción Táctica); y el San Jorge, que dejó de funcionar y ahora es donde va a estar la Comisaría 12. Ahí está claro que el Estado prefiere una política represiva a que los pibes hagan deportes. Ojalá estemos equivocados, pero por los malos gobiernos los que la siguen pagando son los pibes. Nosotros y nuestros viejos podemos salir a cirujear. Un niño no. Y es desesperante.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital