Hoy escuchamos con frecuencia decir que "la educación está en crisis". Sí, es cierto, pero no sólo la educación se encuentra atravesada por esa crisis, es mucho más amplia la necesidad de transformación.
Hoy escuchamos con frecuencia decir que "la educación está en crisis". Sí, es cierto, pero no sólo la educación se encuentra atravesada por esa crisis, es mucho más amplia la necesidad de transformación.
Hasta aquí llegamos con los paradigmas positivistas del siglo XIX. Hay una crisis de valores en el ser humano, porque estamos ante una sociedad y una educación montadas sobre el dinero como valor central. En el caso particular de la educación, todavía subsiste, y se intenta increíblemente perpetuar, una concepción reproductivista, nacida con el surgimiento de la producción industrial en serie, allá por el 1900. Una mirada que considera al ser humano como pasivo y moldeable, como un recipiente en el que se intentan reproducir aquellos modelos, valores y procedimientos que, quienes ejercen el poder, consideran son los correctos y deben ser imitados, respetados, aplicados. El docente en el aula sólo debe difundir contenidos al modo de lo que muy bien Paulo Freire definió como educación bancaria, donde el educador deposita contenidos en la mente del educando.
El mundo ha cambiado y las cosas como están ya no funcionan. Este sistema ya no responde ni a las necesidades ni a las aspiraciones humanas actuales. Y, fundamentalmente, ya no responde a la sensibilidad de las nuevas generaciones: una sensibilidad no violenta, solidaria, espiritual, horizontal, de reivindicación de sus derechos, con capacidad de autorregulación y autogestión. Y esto lo podemos afirmar hoy más que nunca, cuando quienes encabezan la lucha porque sea ley el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, son jóvenes de 15, 16, 18 años, esas grandes protagonistas de la marea verde en la Argentina.
Entonces ¿hasta cuándo vamos a continuar educando para un mundo que ya no existe? Como educadores nos deberíamos preguntar: ¿para qué educamos y cómo resignificamos nuestro rol dentro del aula? Es momento de darnos una reflexión de fondo sobre la necesidad imperiosa de renovar profundamente los paradigmas en todos los campos y repensar nuestra contribución al desarrollo integral de las nuevas generaciones.
Aprendizaje intencional
"La diversidad es la característica fundamental de la humanidad" nos dice Moacir Gadotti, director del Instituto Paulo Freire en Sao Paulo, quien prologó la segunda edición del libro de Mario Aguilar y Rebeca Bize, Pedagogía de la Intencionalidad. Educando para una conciencia activa. En este sentido, se vuelve muy absurdo que continuemos con una educación basada en la uniformidad, donde todos debemos aprender y hacer lo mismo en el mismo momento.
¿Hasta cuándo continuaremos avalando esta situación? Hoy necesitamos repensar el significado de educar y las estrategias de trabajo dentro del aula. Ya no es formar o instruir de acuerdo a un modelo, a un tipo de sociedad existente.
Hoy los neoliberales disfrazados de "modernos" pretenden disciplinar a la población, entre otros métodos, injertando en la educación una interpretación de las neurociencias desde un punto de vista biologizador, destinada a naturalizar las diferencias entre una elite de elegidos, "ricos, inteligentes y normales"; y el pueblo, los que "no les da para más". Muy lejos estamos de esta interpretación del antihumanismo neoliberal.
Desde nuestra mirada, en las neurociencias podemos encontrar fenómenos notables pero cotidianos, como la empatía y la resonancia límbica; las neuronas espejo y la capacidad de colocarse en el lugar del otro, de experimentar el dolor del otro como propio, tan importante en el desarrollo de la compasión; entre otros fenómenos.
La teoría del Aprendizaje Intencional (1) está inspirada en una concepción psicológica que considera a la conciencia humana activa, creativa, intencional. Así, consideramos al niño no como un ser pasivo ni moldeable, sino pensante, sensible y actuante que viene al mundo con una misión irrepetible e intransferible en dirección humanizadora.
En este sentido, educar es habilitar, es generar las mejores condiciones posibles: físicas, emocionales, mentales y sociales para que las nuevas generaciones develen y cumplan su misión humanizadora. Desde esta perspectiva, el educador cumple la función de acompañante o guía, quien brinda las herramientas adecuadas gracias a la acumulación de experiencia que hasta hoy ha logrado la humanidad en sus distintas disciplinas junto con la tecnología indispensable para tal fin; dejando el rol protagónico a los niños y jóvenes. A su vez, el educador que se va formando en la experiencia de esta propuesta pedagógica también aprende y crece, pudiendo convertirse en referencia, en ejemplo de coherencia, propiciando también de este modo el aprendizaje intencional. O sea, aprender juntos, crecer juntos, estudiantes y docentes, como seres humanos íntegros. Para esto consideramos fundamentales la igualdad de oportunidades, la libertad de elección, la afectividad y la espiritualidad.
Atmósferas afectivas
Asimismo, creemos esencial para la materialización de un paradigma educativo realmente nuevo, la creación de atmósferas afectivas positivas en las que el niño —así como el joven y el adulto— pueda no sólo aprender a encontrar y relacionar la información que necesita, pueda aprender a pensar, aprender a desarrollar su afectividad y sus capacidades físicas, sino también aprender a conocer y desarrollar su mundo interno, a conectar con sus guías internos, a preguntarse y encontrar las propias respuestas a los grandes temas de la inmortalidad y lo sagrado, de la existencia y su sentido, libremente y en conjunto con sus pares.
"La realidad de la vida consiste, pues, no en lo que es para quien, desde fuera la ve, sino en lo que es para quien desde dentro de ella la es, para el que se la va viviendo mientras y en tanto que la vive. De aquí que conocer otra vida que no es la nuestra obliga a intentar verla no desde nosotros, sino desde ella misma, desde el sujeto que la vive". (2)
Es muy importante que hoy en un mundo de permanente cambio, nuestra preocupación esté centrada en cómo nuestra aula avanza hacia un espacio donde se promueva la pasión por aprender, por debatir, por reflexionar, por rebelarse ante lo establecido como verdad absoluta sabiendo que es ilimitado el desarrollo del conocimiento; se ayude a despertar el interés en las nuevas generaciones (siendo el interés el motor de todo aprendizaje significativo).
"El ser humano del futuro no va a querer ganar y poseer cosas; va a querer sentir, crear, construir, aprender sin límites. No va a querer poseer, tener, controlar, ese humano comprenderá que hay millones de formas de desarrollar la emoción y el pensamiento, que hay una diversidad inimaginable de formas de sentir y pensar. Ahora la visión del ser humano es muy conductual y reducida, pero a futuro todo irá bien, todo ira para donde tiene que ir" (3).
(1)Elaborada por la Corriente Pedagógica Humanista Universalista (Copehu), movimiento que surge en 2011 en la Argentina y que traduce en el mundo educacional las ideas del Humanismo Universalista de Silo.
(2)Ortega y Gasset José, En torno a Galileo, Obras completas Revista de Occidente Vol V, Madrid. 1951, p.30
(3)Silo, Charla con E.Nassar (inédita), Argentina, 1997.