El video, que Esteban grabó junto a las docentes Viviana y Sandra, fue uno de los primeros que le llegó a las familias del Jardín del Normal 2, cuando recién arrancaba la cuarentena y el nivel inicial transitaba, en medio de jornadas de paro, el período de adaptación, donde los nenes y nenas van un ratito, de a poco, para empezar a conocer el lugar y a sus compañeros.
Sandra Galliari es directora del nivel inicial del Normal 2 y recuerda que en esa instancia lo primero que hicieron fue armar grupos de WhatsApp con los padres y madres de cada salita. Mediante ese canal, comenzaron a enviar cuentos, juegos y canciones. “Tanto en el WhatsApp como en el Google Classroom al que pasamos después, la indicación del equipo directivo fue siempre mandar primero un audio o un video donde el docente se presenta, les recuerda su voz y les recomienda que se queden en sus casas y que se laven las manos”, explica la directiva del Normal 2.
Dice que la clave para acompañar a las infancias en este tiempo mediado por la virtualidad es ponerse de acuerdo con los docentes —el de la sala, el de educación, física, la de inglés o el de música— y enviar sólo una actividad por día. Y evaluando internamente qué funcionó mejor. Como el día que hicieron un tutorial invitándo a hacer una “botella mágica” de agua, cuyo líquido (al contacto con témpera) cambia de color al agitarla. Cada nena y nene se filmó haciendo “el hechizo” y enviaron sus videos. Como el de Felipe, a quien se le transformó el rostro al descubrir que “hizo magia” con su varita y su botella. O el juego de la oca que propuso Willy, el profe de educación física.
La directiva cuenta que la gran mayoría de las familias responde. Y que aquellas que, por cuestiones de conectividad, no pueden utilizar el Google Classroom —porque hay sólo un teléfono en casa— otros padres sirven como puente para subirlas a la plataforma. “De todas formas esto no es ni el 15 por ciento de lo que se ve a diario en el nivel inicial. Porque el contacto diario del beso, el abrazo, el compartir y el trabajar juntos se pierde. Y eso es lo que más se extraña”, agrega la directora.
Experiencias pedagógicas
Josefina Bereciartúa es directora del Jardín La Bruja Maruja (Pellegrini al 1800), que cuenta desde sala maternal hasta los 3 años inclusive. “Cuando arrancó esto —dice sobre la cuarentena— lo primero que nos planteamos es cómo sostener el vínculo con los nenes y las nenas, que es el aporte más importante que tiene el jardín maternal e infantil, más allá de lo educativo”.
Con un centenar de chicos en turno mañana y tarde, docentes y directivas se dieron al debate interno de cómo estar conectados con las familias pero encontrar el punto medio para no exponer durante mucho tiempo a chicos tan pequeños a las pantallas. Al principio las consignas fueron por email hasta que optaron por los grupos de WhatsApp. Propuestas abiertas o experiencias pedagógicas que consisten en actividades adaptadas para hacer en casa. “Aunque —agrega— teniendo en cuenta que no es lo mismo, porque no están con sus pares y sin el contenido pedagógico que puede dar sólo el docente”. Entre esas iniciativas comenta el tutorial donde enseñó a construir un refugio en el patio o en un rinconcito de la casa, “para cobijar todo lo que sean las angustias, las tristezas, los miedos, y jugar ahí dentro”.
El contacto diario del beso, el abrazo, el compartir y el trabajar juntos se pierde totalmente. Y eso es lo que más se extraña
La literatura fue otro de los ejes de las propuestas de La Bruja Maruja, mediante videos donde las docentes leían los cuentos favoritos de los chicos. O la “poesía mojada”, una narración ilustradas con figuras de goma eva pegadas a un vidrio empapado. Desde hace algunos días comenzaron a utilizar también la plataforma Zoom, donde sólo por media se conectan con los nenas y nenas.
A diario surgen las anécdotas. Nenes que se emocionan al escuchar las voces de sus “seños”, la nena (Felicitas, de sala de 3) que sueña de noche con el jardín entonces de mañana le cuenta a la mamá lo bien que la pasó en la salita jugando con sus amigas, o los que se ponen el buzo rojo del uniforme o la mochilita para estar en casa. “Este tiempo —dice Josefina— es de mucha contención emocional. Por eso más que las actividades, nos interesa estar para ellos y hacerles saber que el puente entre el jardín y casa sigue estando”.
La adivinanza de las 16
De mañana, Lorena Landrein es maestra en el Jardín Nº 232 de barrio Parque Casas y por las tardes trabaja en la Escuela Nº 133 de Nuevo Alberdi. Admite que al comienzo de la cuarentena la dinámica de trabajo fue difícil. “Estamos acostumbradas a poner el cuerpo constantemente, a trabajar de acuerdo a las necesidades que surjan en ese momento, a cambiar sobre la marcha. Y esto de la distancia no nos posibilita eso. Por eso al principio fue toda prueba y ensayo”, cuenta.
Comenzaron armando grupos de WhatsApp, donde vuelcan actividades diarias de lunes a viernes, que van graduando, no más de una actividad por día. “Si vemos que hay respuesta seguimos, si hay poca respuesta buscamos cambiarle el formato a esa actividad”, aclara.
Contar cuentos, mostrar algún baile, algún desafío. Las actividades son de las más variadas para los nenes y nenas del jardín. O incluso adivinanzas: ese día citó (por WhatsApp) a todos a las 16. A la hora señalada cada uno fue dando presente con una manito de emoticón. Entonces la maestra Lorena grabó un audio con la adivinanza. De a poco, cada nene y nena fue enviando un audio con su respuesta. Fue de las propuestas en las que más participaron.
En el caso de las familias que no cuentan con WhatsApp, la docente les prepara en papel una serie de actividades escritas y algunos cuentos, que los padres retiran en la escuela una vez por semana cuando les entregan el bolsón de alimentos.
El contacto con las familias es constante y no reconoce horarios. La docente les manda un saludo de buenos días o buenas noches a los chicos, pero también está atenta a las posibles necesidades de las familias. También los dibujitos de los nenes que le llegan a las once de la noche. O la mañana que le llegó el saludo de las buenas noches de un nene, que seguro lo envió de noche pero que la conectividad hizo que le llegue recién al alba. Sabe que el envío de las familias va a depender de los tiempos de cada hogar o incluso de cuándo tienen crédito o wifi. “La conectividad no es igual para todos y hay que estar atentos a eso también”, dice Lorena. Describe que en no pocos casos el mismo teléfono es que utiliza toda una familia con tres o cuatro chicos. Entonces reciben en el mismo dispositivo las actividades de las distintas docentes. “Por eso —dice— tratamos de ir despacio y saber que el tiempo lo tienen que administrar los padres. Estamos muy pendientes de ellos porque sabemos que necesitan una palabra de apoyo, o un saludo. Yo les mando una canción de una nana y unas buenas noches y ellos lo están esperando siempre. Y los padres agradecidos con todo esto”.
Cada día, entre las 16 y las 17, las distintas maestras del jardín se conectan en un grupo de WhatsApp y cada una va contando alguna actividad que propuso y cómo funcionó. Para generar también un diálogo entre pares, sugiriendo cambios o hasta incluso darse aliento para seguir adelante.
Un bullicio de vida
“Lo que más extraño es la cotidianidad, el contacto, el ida y vuelta de las anécdotas, el abrazo, el beso. Y sobre todo ese bullicio lindo del jardín que te transmite vida, energía. Eso no reemplaza con nada”. Quien así reflexiona es Miriam Ortuño, directora del Jardín El Soldadito de barrio Puente Gallego.
Con una matrícula de 217 alumnos, desde sala de 2 a 5 años en dos turnos, en El Soldadito comenzaron a utilizar los grupos de WhatsApp de cada sala, donde antes subían información institucional o urgente, con un sentido pedagógico. Subiendo propuestas adaptadas para el contexto en el que viven los chicos del barrio que asisten a la escuela. Y sobre todo, actividades que, al decir de la directora, logren “atravesar la pantalla de un modo amoroso”. El Facebook del jardín es otro de los canales utilizados para subir propuestas, desde cuentos dramatizados por las maestras, historias con títeres o invitaciones a pintar, trozar, decorar y construir aros de papel para embocarlos en botellas. También dibujar en familia, sacar a pasear cajas con juguetes por algún circuito o hasta hacer juegos de sombras.
“No solamente pensando en cumplir tareas o consignas, porque el primer tiempo de la escolaridad es lo vincular lo que se establece. Entonces, la idea es llevar mensajes de empatía, palabras que abracen a los chicos y a las familias en este momento tan particular”, apunta Ortuño. El jardín está ubicado en Punta Indio al 7700, en el extremo sur de la ciudad. En un barrio donde, explica la directora, “es muy difícil cómo se transita este período, porque se empiezan a sentir las dificultades en el trabajo, y donde el acceso laboral es complejo y precario”. El Jardín también entregó viandas durante las primeras semanas y luego, por disposición ministerial, comenzó con la entrega de bolsones de alimentos.
“La idea —agrega— es llevar a las familias un mensaje de cercanía, que puedan pensar que las clases no están suspendidas, que estamos pensando de una manera nueva todas estas propuestas. El jardín sigue próximo, nos comparten fotos y videos de los chicos. Y alentamos a las familias a que alimenten la paciencia, a que este es un tiempo inédito, un tiempo particular donde, como decimos siempre, es necesario dar respuestas solidarias. Porque solos no nos salvamos”.