Quedé con una mezcla de indignación y tristeza al enterarme de que el Concejo aprobó la tala de trece árboles añosos del parque Independencia. Indignación porque al votar a los concejales lo hago en la convicción de que van a luchar siempre por los beneficios de la ciudad y sus ciudadanos. No hace falta recordar qué beneficios nos brindan los árboles: oxígeno, sombra, verde, goce visual. Pero no sé qué beneficio nos reportará, como ciudadanos, una nueva bandeja en un estadio de fútbol. Más cemento, más calor, menos espacio verde en un parque que es de todos los rosarinos, sean del club que sean. Y siento tristeza, cuando pienso en todo el esfuerzo hecho por esos árboles para crecer, año tras año, darnos sombra, abrigo a muchas especies de aves y oxígeno para contrarrestar tanta polución ambiental. Y de pronto, alguien decide que tienen que morir. Esto está pasando en Rosario: los concejales elegidos para velar por el bienestar de los ciudadanos de esta ciudad han aprobado sacar trece árboles de nuestro parque Independencia. Esos árboles son también míos, me pertenecen y yo no quiero que los saquen. Pero a mí nadie me preguntó, ni siquiera los que voté para que me representaran.