Son las 14, el sol quema, y en un bar del microcentro rosarino, al ingreso de una galería, hay sentadas cuatro chicas. Todas rondan entre los 30 y 35 años. Toman apenas una gaseosa. Se pasan tarjetas de crédito, débito y documentos. Les sacan fotos. Ingresan datos en sus celulares. Pasan saldo entre cuentas. Compran. Ponen objetos a la venta. Son las mecheras modernas que asolan el centro, en especial calle San Luis, Paseo del Siglo y las peatonales.
Lo que reparten es el botín que robaron durante la mañana. Ahora, protegidas del calor bajo la sombra, preparan el "trabajo", luego de pasarse el día metiendo cuidadosamente los dedos en bolsillos, mochilas y carteras. Hombres, mujeres, jóvenes y ancianos. Todos son posibles víctimas. Los distraídos, los que van con auriculares o mirando el teléfono por la zona de centros comerciales, son las presas perfectas.
Utilizan diferentes técnicas. Se hacen pasar por clientas que están viendo vidrieras, enciman a las personas en los cruces de calle, se pegan a las espaldas y costados y se tapan entre ellas para cubrirse de las miradas atentas. Dedos invisibles y casi imperceptibles, apertura de cierres, cortes de bolsos y hasta pinzas son usadas con el fin de extirpar las pertenencias de los objetivos. La peor zona es el cuadrante entre Santa Fe, San Luis, Mitre y Paraguay.
Luego aprovechan el conocimiento que tienen los milennials sobre billeteras virtuales, como las populares Mercado Pago, Modo o Billetera Santa Fe, para delinquir. Antes de que la víctima pueda denunciar la pérdida, asocian las tarjetas de débito y vacían el saldo de las cajas de ahorro vinculadas. Si llegan a hacerse con un celular sin clave, entran a todas las aplicaciones bancarias con contraseña guardada para llevarse lo que encuentren.
Con las tarjetas de crédito se compran a cuentas de ellas mismas, y como algunos monederos digitales lo acreditan al instante, lo vuelven a transferir a un tercero. El dinero desaparece inmediatamente. El proceso de queja es largo y tedioso, y muchas veces no da resultado. A veces van directamente a comercios y pagan con los plásticos robados asociados a aplicaciones. Luego venden la mercadería en Market Place de Facebook, el lugar donde desde hace años se liquidan todos los objetos que se llevan escondidos en bolsas o ropa, una práctica ya milenaria.
No operan solas. Algunos hombres las acompañan en moto o en auto y las llevan de un centro comercial a otro, porque esto no solamente es en el centro sino también en los barrios. Estos acompañantes hacen la logística, las rescatan si son sorprendidas in fraganti, y cargan lo robado o la mercadería que compraron con los saldos ajenos.
Las fiestas
Calle San Luis es un lugar perfecto para el punguista. El espacio es reducido, y cuanta más aglomeración hay, mejores son las condiciones para los pungas y mecheras, que aprovechan la situación para meter mano. Por eso las fechas importantes de venta, en las que la presencia de clientes es tan masiva, se multiplican los robos: la vereda es angosta, hay puestos de vendedores ambulantes que la ocupan en gran parte, se arman colas en la calle, y el que se para a mirar ya no deja pasar al que quiere transitar.
"El encargado me dijo 'esas son mecheras'. No lo terminó de decir, que afuera un pibe le gritó a una chica que le estaban abriendo la mochila y ya le habían sacado el celular. Se quisieron ir y la misma gente las agarró, porque si esperamos a que venga la policía, no pasa nada", cuenta una mujer con local en la zona.
Los comerciantes del sector saben de este movimiento. Por eso desde hace unos meses, al detectar muchos hechos, pusieron a dos policías de civil pagados por ellos que caminan las cuadras y tienen marcadas a muchas amigas de lo ajeno. "Les dicen que se vayan de acá. Las tienen identificadas, pero no las detienen porque entran y salen. El delito es hurto, y es excarcelable porque es sin violencia. Algunas tienen 50 entradas, por eso pedimos que junten las causas y les imputen asociación ilícita", apuntó Miguel Rucco, presidente del paseo comercial.
El reclamo es, como siempre, que haya más policías, presencia real que disuada a los delincuentes. Hoy hay cuatro binomios de caminantes para todo el centro, y muchos al mediodía se van. Si bien cuando llaman al 911 no hay una gran demora, para cuando llegan los uniformados ya es tarde y las mecheras escaparon. Rucco contó que fueron muchas veces a Fiscalía por una mujer de la que tenían fotos y videos robando. La allanaron y le encontraron mercadería. Solo lograron que la apresen un mes.
Por eso, enviaron una carta al Ministerio de Seguridad solicitando un refuerzo policial mediante la asignación de recursos humanos a la Brigada de Orden Público (BOU). "A nosotros no nos llegan los robos a mano armada, los tiroteos, las amenazas y extorsiones a los locales como otras zonas. Pero tenemos este problema producto de la falta de asignación de recursos humanos y económicos", se quejó.
El reclamo puntual es adelantar el operativo felices fiestas que se realiza todos los años cerca de Navidad, cuando aumenta el movimiento en la zona. "Falta decisión política de la provincia en este tema. El refuerzo no resuelve el problema de fondo, pero disuade. Queremos darles a nuestros clientes la seguridad de poder venir a comprar tranquilos", admitió Rucco.