¿Quién controla a los administradores de edificios? La realidad que transitamos nos impulsa a movernos muy rápido para llegar a cubrir las demandas cotidianas. Quizás por ello a muchos de nosotros se nos escapan detalles que terminan perjudicando nuestras vidas. Citando un ejemplo, les recuerdo que hace un tiempo en calle Laprida al 900, varios delincuentes incendiaron las cocheras de un edificio, destruyendo gran parte de la mampostería y algunos departamentos. Luego se supo por los medios que el seguro de incendio que debía pagar el administrador del consorcio a la empresa aseguradora no estaba al día. Hasta donde sabemos las personas perdieron graciosamente gran parte de su patrimonio. Me pregunto y les pregunto: ¿controlan ustedes las planillas de gastos centrales? ¿Responde el administrador, que es nuestro empleado, a los reclamos en forma diligente, oportuna y amable? ¿Los servis de bombas, ascensor, desinfección, tanque de agua, entre otros, son realizados por personal responsable? Cuando un consorcista realiza ruidos molestos que alteran la convivencia, o destruye lugares comunes, ¿actúa el administrador como corresponde? ¿Sabemos cómo se regula su sueldo? ¿Tenemos constancia de que es una persona decente que no tramita coimas con los encargados de los distintos servis? ¿Están pagas las leyes sociales para los porteros, si corresponde? En muchos edificios, no existe un consejo de administración, ni reglamento interno, y las asambleas anuales son sólo un recitado o una reiterada lista de ausencias. La no participación, el no asumir el compromiso, nos lleva a que muchos de los administradores (no todos, claro), actúen cuando les llega el peso de la Justicia a la que saben injusta. Y así nos va. Considero que la educación y el cuidado bien entendido empiezan por casa. Sería un buen ejercicio. Por experiencia, los administradores de consorcios me asustan.
El transporte urbano de pasajeros
Ya que la señora intendenta desea escuchar a los vecinos, bueno sería que escuche a los sufridos vecinos de calle Santa Fe. Más de veinte líneas de micros circulando en una sola calle. Con sus consecuencias de contaminación ambiental y sonora empeoran día a día nuestra calidad de vida. Por favor, retorne a calle Rioja algunas líneas, desde Corrientes en adelante aún estamos a tiempo. Algunas líneas interurbanas podrían retornar a Urquiza que es su recorrido histórico. Aún estamos a tiempo, corrija errores. Luego de octubre será muy tarde.
Víctor Nuccetelli
Fontanarrosa y el "fulbito" de los sábados
Me llama la atención que luego de su fallecimiento, muy pocos comentan la pasión del Negro Fontanarrosa por jugar al futbol. Durante casi veinte años, todos los sábados asistía con un grupo de compañeros a la canchita de fútbol reducida del club de rugby Universitario, en Fernando Ruiz 3201, donde cada sábado, con frío, calor o lluvia estábamos presentes para el "fulbito", con gritos y mucho humor y alegría, y rematábamos la reunión con un "lunch" y algunas bebidas "espirituosas". En esos momentos nos sentíamos en el cenit de la felicidad. El Negro venía solamente para jugar, hablaba poco, adornaba la reunión con humorismo muy personal, y se retiraba feliz con una sonrisa a flor de labios. Una tarde comenzó a jugar de referí, pues decía que se sentía cansado. Casi todos ignorábamos el tremendo drama de la enfermedad que lo aquejaba, de la que él estaba al tanto y sabiendo que su final era inevitable, pero nunca nos manifestó ninguna aflicción, ni dolor. Los compañeros de ese entonces dejan con estas líneas el cariñoso y amable recuerdo del que fuera el querido Negro Fontanrrosa: Alejo, Luis, Ricardo, Juan Carlos, Rábano, el Gallego, Raúl, Gastón, Coco, Alejandro, Eduardo, Angel, Colo, Gusano, Claudio y el firmante de la presente. Perdón de aquellos escapados de mi memoria pero están incluidos moral y espiritualmente en la lista.
Dante Domingo Cacchione
Campaña de los gremios docentes
No hay dudas de la gravedad de la desaparición de Santiago Maldonado. Sean cuales fueren las circunstancias, es responsabilidad de las autoridades en todos los niveles el poner su máximo esfuerzo en dilucidar su destino. Sin embargo, la actitud de los gremios docentes es otro cantar. No es inhabitual que los mismos exhiban actitudes de dudosa moralidad y ética. Sin dudas los derechos humanos deben ser tratados en las aulas, si se hace en forma adecuada al nivel de los alumnos. Pero es evidente para mí la intencionalidad política de este caso. Cabe preguntarse también si es prerrogativa de los gremios el editar, distribuir y utilizar material pedagógico. No estamos frente a un docente que al tratar el tema de derechos humanos, por ser éste parte de los contenidos de su materia específica, incluye el caso para enriquecer el contenido de la discusión y el aprendizaje del tema. Al contrario. Es sabido que el caso ha sido tratado por docentes de matemáticas, por ejemplo, que a mi juicio no están capacitados para tratarlo desde el punto de vista pedagógico, tanto como cualquier otro docente de cualquier especialidad no debería intentar dar clases de matemáticas. Para peor, el citado docente, según informan los medios, impidió que aquéllos alumnos cuyo punto de vista no era el propio se expresaran. Es lamentable que aquellos que tienen en sus manos la formación de futuros ciudadanos no sean capaces de incorporar valores tales como la tolerancia, la amplitud de criterio o el respeto por el que piensa diferente.
Juan Pablo Zucco
Un cacho de cultura
Me quiero dirigir a todo el pasaje de la línea 122 que viajaba el 28 de agosto a las 12.15 aproximadamente. Al subir al colectivo en calle Santa Fe y Pte. Roca, el mismo estaba lleno por el horario, pero algo me llamó la atención: a mitad del colectivo veo una madre con su bebé en brazos. Me costó creerlo y volví a mirar para ver si era así. A la siguiente parada un abuelo asciende con su nietito. Lo mismo. A nadie se le movió un pelo, por decirlo educadamente. En ese instante me invadió la bronca y en voz alta pedí que cedieran los asientos para estas personas. Increíblemente, nadie se dio por enterado. Un estúpido me hizo seña encogiéndose de hombros como diciendo "qué culpa tengo yo". Otro miraba el celular y escondía la cabeza como cual tortuga, y la imagen era la misma en todo el colectivo. Repetí el pedido en voz más alta y menos amigable. Ahora sí, me acompañaron dos señoras que se sumaron en mi reclamo. No le voy a echar la culpa al chofer, ya que no tiene nada que ver, sino a nosotros mismos por tener un pensamiento individualista y que no nos importe el prójimo, que nos hagamos los distraídos. No lo puedo creer, sinceramente parecemos animales en lugar de humanos. Señora mamá y abuelo, estas líneas son para ustedes dos y para todas las personas que no les dan el asiento en el colectivo. Les pido disculpas en nombre de algo que le falta mucho para llamarse sociedad.
DNI 25.648.016