"Para nosotros, es una doble buena noticia que quieran expulsar al Lole del partido justicialista. Nos da una mano tremenda". El que habla así es uno de los operadores más encumbrados del PRO de la Capital Federal que sigue con mucha atención las elecciones de la provincia de Santa Fe mientras lee la noticia de que el peronismo podría exonerar al senador nacional Carlos Reutemann de sus filas, por deslealtad partidaria. "Por un lado, ayuda a convencer a los votantes reutemistas a que acompañen a Del Sel y por el otro abre una última chance para los que creemos que el Lole sería un vice de lujo de Mauricio", explica.
Separemos: el ex piloto de Fórmula Uno está prácticamente descartado para acompañar a Macri en el binomio presidencial que se debe presentar en apenas 20 días. En las huestes del partido amarillo ya triunfó la posición del purismo que sostiene que el vice debe ser PRO. Hoy, los nombres se reducen a unos pocos encabezados por Rogelio Frigerio, Marcos Peña y, aquí la sorpresa, Gabriela Michetti. La senadora nacional que acaba de perder su interna en la Capital fue nuevamente sondeada discretamente y ella misma ha comenzado a preguntar a amigos, compañeros políticos e incluso a algunos periodistas que respeta qué opinan al respecto. Salvo ella misma, el resto le aconseja aceptar convencidos que sus anteriores negativas se habían dado en otro contexto. El miedo personal de esta mujer es quedar en off side al haber dicho tantas veces que no, incluso la noche en la que reconoció el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en la Capital Federal.
Los que defienden la postulación de Reutemann para ese lugar, imaginan la expulsión del corredor del peronismo y un escenario de impacto afiliándose al PRO. "Sería un golazo verlo firmar la ficha al Lole al lado de Mauricio, ¿no te parece?", pregunta a este cronista el mismo operador que puntea el proyecto de exoneración impulsado en Rosario por Eduardo Toniolli. Demasiada fantasía parece lucir en esta hipótesis si se tiene en cuenta, sobre todo, la tradición de maniobras de bajo perfil (por no decir mutismo que aprendió siempre a navegar a dos aguas) del hombre de LLambí Campbell a lo largo de un cuarto de siglo de actuación política.
La elección en Santa Fe guarda un especial interés mirada desde Buenos Aires. Macri cree que un triunfo de su partido le daría patente extra porteña y demostraría que son una agrupación con vocación nacional. Del Sel sería el primer gobernante PRO fuera de la General Paz. El gobierno, que no está haciendo demasiados esfuerzos para apuntalar a Omar Perotti, sabe que el porcentaje de votantes de la provincia representa casi el 10 por ciento del padrón y quedar en tercer lugar sería un verdadero golpe negativo. ¿Está previsto que Cristina acompañe a sus candidatos para levantarles los brazos? La incertidumbre al respecto bordea el pesimismo. Y el socialismo, por fin, juega no sólo el sillón de la Casa Gris y el del Palacio de los Leones sino la seguridad de que si se le escapan los comicios dejará de ser una alternativa a los partidos tradicionales y deberá entender que el electorado lo castigó como a las agrupaciones que no supieron escuchar lo que ocurría ensoberbecidas por la permanencia en el poder. Y con el agravante de que ese eventual castigo pudiera venir propinado a manos de alguien que desconoce lo más elemental de la gestión gubernamental.
Nisman. Al momento de celebrarse las elecciones santafesinas se estarán cumpliendo 5 meses de la muerte de Nisman. Es muy probable que mientras se están contando los votos, la ciudadanía en general esté analizando los resultados de la pericia criminalística del expediente del fiscal que se dará a conocer por esos días también. La fiscal Viviana Fein ha optado por el hermetismo a la hora de consignar los resultados parciales de las investigaciones pero va perfilando en su convicción una hipótesis preferida. Del expediente no surge ninguna evidencia, dicen los que trabajan cerca de ella, que Alberto Nisman haya sido asesinado. Tampoco queda claro si su muerte fue estrictamente voluntaria o inducida. Una prueba técnica decisiva y concluyente al respecto, de la que no se ha hablado en ningún medio de comunicación, le será acercada el miércoles de la semana que viene a la representante del Ministerio Público de la Acusación. Los informes preliminares, confiesan las mismas fuentes, serían escalofriantes.
Lo que sí se puede asegurar sin margen de error es que la pelea de la ex esposa, Sandra Arroyo Salgado, para apartar a la fiscal Fein no cesa. No la amilanaron las derrotas procesales en primera y segunda instancia y por eso concurrió en queja (en silencio pero con un escrito durísimo) al órgano máximo de revisión penal. La jueza detesta el trabajo procesal de la fiscal. Y de leer sus escritos, no hay motivos para no decir que en realidad la detesta, directamente, a Fein. En defensa de la profesional encargada de la instrucción, mujer prolija, de vasta trayectoria y respetada por sus colegas, hay que consignar que posee un temple y una paciencia admirables. Varias veces redactó su excusación por violencia moral o pensó activar su condición de jubilada con beneficio otorgado. Cualquier abogado conoce de chicanas y estrategias como forma de demorar o conseguir beneficios de parte. Lo que ha hecho la jueza federal, madre de las hijas de Nisman, es más que eso: luce casi como agravios personales a Fein. La mayor parte de los casi 5 meses de investigación se consumieron en planteos permanentes de la querella que debieron ser resueltos por la jueza Palmaghini y que fueron sistemáticamente apelados por Arroyo Salgado. La justicia es lenta, claro. Una querella obstinada, a veces sin entenderse los motivos, la transforma a velocidad de tortuga.
Las preguntas devienen inmediatas: ¿Por qué la ex esposa querría aletargar la causa? ¿Qué persigue queriendo que sólo se hable de homicidio? No hay que mirar tanto hacia supuestos seguros de vida, tan ventilados en los comentarios públicos. En todo caso, trasciende desde los que acceden al trabajo de los colaboradores de Fein, conviene mirar las rendiciones de cuentas y recupero de gastos de los viajes del fiscal fallecido y en la documentación personal atesorada por la madre del fiscal que guardó estricto silencio y mostró poco ímpetu personal en su posición querellante. El proceso penal detuvo esas cuestiones administrativas y se enfocó en conocer más detalles en los destinos de aquellos periplos.
En cualquier caso, no deja de impactar cómo el 18 de enero de este año, escenario de una muerte de trascendencia institucional indudable, parece haber quedado en la historia política argentina cerca del paleozoico de la consideración popular. Un daño irreparable.