Dos librerías virtuales tienden un puente entre los niños y la literatura infantil sin perder la magia del papel. Chicho y Babel, además del sitio web (www.chichoybabel.com), invita a entrar a su showroom montado en el living de una casa en barrio Alberdi. BimBam (www.bimbam.com.ar) recupera a través de los envíos postales un ritual casi perdido: el de la correspondencia. Dos rosarinas están al frente de estos emprendimientos, que cuentan con catálogos cuidados y repletos de hallazgos dedicados a niñas y niños.
Aimé Peira comanda Chicho y Babel, una librería online rosarina que se puede recorrer en persona y más allá de la web con previa concertación. En la biblioteca de su living Peira exhibe todos los materiales de la librería. "Eso le da un clima muy especial. La gente que viene por primera vez, vuelve", cuenta.
La rosarina Maira Purman se instaló en Buenos Aires luego de vivir siete años en Barcelona. En Europa trabajó en una editorial especializada en ilustración donde además de ocuparse del diseño se involucraba en todo el proceso de creación del libro. Su trabajo era rastrear material y contactar a ilustradores para luego ocuparse del diseño (tanto del interior como de las cubiertas) de libros papel que llegaron a diversas ferias internacionales. Su admiración por las ilustraciones de Sempé, Saul Bass, Bruno Munari y Paul Rand la sumergió en el universo de los libros infantiles y pronto armó su propia colección en varios idiomas y así se familiarizó con el género. Una vez de regreso en Argentina (allá por el año 2013) tuvo que volver a empezar. Así fue que unió su profesión —diseñadora gráfica e ilustradora— con la experiencia editorial y su pasión: los libros ilustrados. De la tienda virtual que gerencia desde Buenos Aires pero que hace envíos a todo el país rescata que le permita llegar a más personas y recuperar la magia del correo postal. "De vez en cuando está bueno recibir algo que no sea una factura a pagar y encima venga con estampillas", confiesa.
Imagen y texto, igual de importantes
Acerca de cómo pensar el género en que eligió especializarse, Peira señala: "La expresión, la sintaxis, la sonoridad y sobre todo las ilustraciones son las que conforman lo que el niño y la niña escuchan y leen. Hay libros que son cantos rítmicos aunque no se ciñan a un tema. Son poesía y le dan vida a la palabra leída y cantada".
Los libros infantiles son el primer contacto que tienen los chicos con el arte, por eso Purman considera que "es muy importante que tengan la oportunidad de conocer ilustradores talentosos y autores que quieran contarles algo más que una historia aleccionadora". Y en este sentido es que la imagen y el texto son igual de importantes a la hora de hablar del género.
Para Purman lo principal es no subestimar al lector, que es el error más grave pero más frecuente a la hora de escribir para chicos. "Aunque tampoco creo que esto sea una tendencia nueva. Anthony Browne, Tomi Ungerer, Maurice Sendak, Sylvia Plath, René Goscinny y Gianni Rodari, por citar sólo algunos, ya pensaban en eso en los años 60 y 70", remarca.
Libros que salen de los arquetipos
Aunque en estos años como librera le han pedido materiales para diversos temas que van desde la llegada de un hermanito y la adopción, hasta la caca, pasando por familias con dos madres o dos padres, nunca hasta ahora le tocó recomendar alguna historia sobre la muerte.
"El tema es bastante complejo, sobre todo desde la mirada editorial, ya que al revés de como sucede con otras temáticas, la muerte se aleja cada vez más de los relatos, y la gente en general también la evita con frecuencia", cuenta Peira. Lo que sí recuerda es que en una oportunidad alquien se llevó un lindo libro de Felipe Ugalde titulado Un gran sueño y lo trajo de vuelta para cambiarlo por otro. "Es la historia de un cocodrilo ansioso y ambicioso, con un inmenso deseo por trascender, al punto de que se devora al mundo y logra su sueño: se convierte en una constelación. La metáfora es tan inmensa como bella por la historia, por el ritmo en que está narrada y por las ilustraciones. Vendí sólo un ejemplar y encima me lo devolvieron al percatarse de que se refería a la muerte y no querían regalarle algo así a un niño", cuenta, aún sorprendida.
Algo parecido le sucedió a la ilustradora Isol, pero con sus editores franceses a raíz de su libro-objeto Nocturno. El material propone en cada página una escena para soñar de noche, con un breve título, un dibujo visible y otro en tinta fosforescente que sólo se ve al apagar la luz. Una de las escenas se llama "El sueño del artista difunto" y en la imagen se reconoce a un muerto en su cajón, en su propio velorio. A la hora de editarlo en Francia la autora contó que quisieron quitarle esa parte argumentando que: "No tenía nada que ver con la niñez de ese país".
En este caso, Purman pone reservas: "No creo que un libro por sólo tratar un tema tabú sea interesante, muchas veces se aprovechan los tópicos en boga para sólo vender. Hay que ofrecerle al lector siempre una propuesta innovadora, tanto literaria como gráfica".
De la mutilación de los cuentos clásicos se quejó Peira, y aclaró que aunque no es su idea celebrar lo macabro es necesario garantizar larga vida a las historias tradicionales que marcaron la infancia de muchos: "Es llamativo que se repitan las mismas historias pero desvirtuadas. Si justamente una historia logra ser un clásico, adaptarla hasta el infinito para que se amolde a lo que vende en determinado momento es omitir el clásico y reinventar otra historia".
Si en algo coinciden las dos libreras es en que la literatura infantil tiene que abrir todos los universos posibles sin necesidad de tranquilizar a nadie, ni a chicos ni a grandes. Que un libro no diga que el mundo es suavecito, perfumado y acolchado, sino que lo muestre tal como lo percibimos: a veces menos luminoso, otras más oscuro y muchas un tanto áspero.