Una mujer de 54 años fue procesada como presunta autora del crimen de su ex esposo y padre de su hija, un jubilado asesinado el 26 de noviembre en su vivienda céntrica. Según el fallo del juez de Instrucción Javier Beltramone, la imputada actuó en complicidad con un hombre de 34 años que le alquilaba una pieza atrás de su casa.
Meir Romano tenía 87 años y una buena jubilación como gerente del Banco Provincial. El domingo 27 de noviembre apareció muerto a golpes en la cabeza en su departamento del 4º piso "D" de Salta 1499. En la escena del crimen había teléfonos con cables cortados, manchas de sangre y restos orgánicos que denotaban signos de violencia. Pero la puerta no había sido forzada, lo que daba a entender que la víctima había franqueado el ingreso al homicida.
Un rato antes de que la policía hallara el cadáver, Ramona Casco, la ex mujer de Romano, había ido a la comisaría 3ª a manifestar su preocupación porque ni ella ni la hija de ambos, de 24 años, podían comunicarse con Meir. La mujer acompañó a dos agentes hasta el departamento y se encontraron con la puerta entreabierta. Según declararon después, a los uniformados les llamó la atención que se mostrara muy nerviosa pero no muy conmocionada por el hallazgo.
Confesión. En virtud de ciertas incongruencias en su relato Casco fue demorada en la comisaría de Dorrego 161. Pero al rato terminó confesando detalladamente su participación.
Primero contó —según el fallo— que había conocido a Meir en 1980, cuando ella trabajaba haciendo limpieza en una óptica céntrica. Un día Romano la invitó un café y así se inició un concubinato de 30 años en el departamento de Salta y Paraguay. En 1987 nació Liliana.
Primero la convivencia era buena pero luego ella comenzó a sufrir agresiones físicas y psíquicas de parte de su esposo hasta que en 2005 decidió separarse. Como Liliana vivía en otro sitio, Meir quedó solo en la vivienda y Casco formó pareja con Ramón P., de 63 años, con quien se mudó al barrio Puente Gallegos.
Ramona seguía visitando a Meir, cuando éste o su hija se lo pedían, pero siempre terminaban peleando en forma tan airada que eso fue ratificado por varios vecinos. Hasta que el sábado 26 de noviembre hubo una última pelea. Lo que comenzó como una charla amable se degeneró y él comenzó a tratarla de "mentirosa", "puta" y "ladrona". Ramona volvió muy angustiada a su casa, a las 17.30, y entonces entró en escena su inquilino, Daniel Fernández, quien le preguntó qué le ocurría.
Propuesta. "Hay que matarlo, si no te va a matar él a vos", contó Ramona que le dijo Fernández antes de proponerle: "Me acompaña al departamento, yo lo mato, así usted deja de sufrir".
Casco alegó que, cansada de las agresiones que sufría de parte de Meir, aceptó el ofrecimiento. Con un hierro de unos 30 centímetros en una bolsa negra, tomaron un colectivo y fueron hasta Salta y Paraguay.
La mujer sólo tenía llaves del ingreso al edificio, así que al subir tocó timbre. Romano, "un hombre muy desconfiado que no le abría a casi nadie", observó por la mirilla y abrió. Ramona entró y detrás apareció Fernández, que le aplicó un puñetazo al jubilado.
Casco contó que entonces se arrepintió y le pidió a su vecino que dejara de pegarle a Meir. Pero Daniel no le hizo caso e incluso la amenazó. Luego el hombre fue hasta un placar y sacó un dinero que la víctima tenía en un sobre. Abandonaron el departamento sin cerrar con llave y volvieron en taxi hasta su casa.
Al día siguiente Ramona recibió un llamado de su hija preocupada porque Meir no atendía el teléfono. Entonces fue hasta la comisaría 3ª, donde pidió que la acompañaran porque no sabía nada del hombre. Casco terminó su confesión diciendo que estaba arrepentida.
Contradicciones. Al ser indagada, Casco se abstuvo de declarar y sólo manifestó su arrepentimiento. Pero luego amplió la declaración y negó sus dichos anteriores, incluso los referidos a la mala relación con Meir. Además aseguró que su primera versión había sido inducida por la policía mediante apremios.
Sin embargo, el juez Beltramone valoró la versión inicial como más coherente y comprobable en virtud de las pruebas colectadas. También desestimó, por contradictorias, las versiones aportadas por Fernández, por el marido de Casco y por dos testigos que tampoco fueron convincentes al explicar qué había hecho Daniel ese sábado.
Otras pruebas como cruces de llamadas telefónicas y elementos hallados en la casa de Ramona (dinero y documentos vinculados con la propiedad del departamento donde vivía Meir, que estaba a nombre de Casco pero el jubilado quería traspasar a su hija) también incidieron en el fallo.
En este marco, Casco y Fernández fueron procesados como probables autores del homicidio triplemente calificado por ensañamiento, alevosía y para ocultar otro delito, en este caso, el robo del dinero que ocultaba la víctima en un placar.