Gendarmería ya debería haber regresado a Rosario. Es más, nunca debió haberse ido.
Gendarmería ya debería haber regresado a Rosario. Es más, nunca debió haberse ido.
A casi un año del chamamé compartido con Sergio Berni, el pedido público de la intendenta Mónica Fein tomando como propia una propuesta de campaña de su ex rival en la interna del Frente Progresista, Pablo Javkin, fue rápidamente internalizada por dirigentes del Frente Para la Victoria y trasladada a quien debe ejecutar la puesta en marcha de Gendarmería. Ahora todo depende de un acuerdo final entre el secretario de Seguridad de la Nación y el gobernador Antonio Bonfatti.
Berni les dijo a Omar Perotti, Marcos Cleri, Roberto Sukerman, Héctor Cavallero, Eduardo Toniolli y Cristian Recchio que el gobierno santafesino no cumplió las condiciones del acuerdo no escrito en la anterior llegada de las fuerzas federales y que antes de tomar la decisión aguardará un compromiso del gobernador para, entre otras cosas, disponer de dos policías santafesinos por cada gendarme que llegue a Rosario.
Sin embargo, lo que parecía el jueves una muy racional decisión vinculada a una política de Estado, con el Frente Progresista y el peronismo acelerando los tiempos y dejando por un momento de lado las mezquindades de campaña, pareció sembrarse de dudas por la demora en la implementación del regreso.
Cuando pase el temblor. "El gobierno nacional enviará los gendarmes y Berni se instalará todo el tiempo que sea necesario en Rosario a las dos horas de que se acepte el compromiso", dijeron anoche a LaEN_SPACECapital desde la Capital Federal, al tiempo que admitían conversaciones telefónicas entre Bonfatti y Berni, quienes no se pudieron reunir el viernes porque el funcionario nacional estaba inmerso en las derivaciones del pantagruélico escándalo ocurrido en La Bombonera.
Al margen de las demandas nacionales (capacitación de la policía local, inversión en tecnología, ausencia de interferencia en la investigación de delitos federales) la cuestión que traba la resolución de la negociación parece estar vinculada a una cuestión de cartel que defina quién queda mejor parado, si el gobierno nacional o la Casa Gris. Una insignificancia cuando lo que está en jaque es la seguridad pública de los rosarinos.
El pedido que trasladaron los enviados peronistas es que los efectivos no sólo lleguen a Rosario sino también a las otras ciudades más habitadas de la provincia, en una versión de gendarmes para todos que vaya uno a saber cómo se instrumentará.
La imperiosa necesidad de que Rosario cuente al menos con mil gendarmes patrullando sus calles también necesita de un extremo cuidado declarativo de los protagonistas. Ayer, desde el peronismo se criticaba al vicegobernador Jorge Henn, quien dijo que el arribo no debería ser producto de "una negociación o acuerdo" político, "sino de la convicción de que el narcotráfico es un tema federal".
Berni les dijo a los dirigentes que lo visitaron que el problema de la inseguridad en Rosario hoy va más allá del narcotráfico. La realidad parece darle la razón: las entraderas, los robos callejeros, los asaltos a bancos e instituciones han proliferado en los últimos días.
Sea como fueren el contexto, las demandas y las especulaciones políticas, todo depende de un encuentro Bonfatti-Berni que, dicen casi todos, se producirá en las próximas horas.
Al margen de las cuestiones vinculadas al estricto marco institucional de la cuestión sobrevuelan la escena los resultados electorales de las primarias que —como estaba escrito de antemano— vibraron al compás de lo que fue, es y será la principal demanda: mayor y mejor seguridad.
La campaña vuelve a empezar con un diagnóstico y con una encuesta real: el Frente Progresista deberá hacerse fuerte desde su condición de tal en la provincia y en Rosario como única moneda de supervivencia que evite un triunfo de Miguel del Sel y Anita Martínez.
Cuando todo estaba para que Mario Barletta se transforme en un protagonista central a la hora de buscar imantar para la coalición los votos que no fueron a Miguel Lifschitz el 19 de abril, los dichos de Bonfatti en favor del candidato kirchnerista que llegue al ballottage reabrieron grietas y suspicacias. "Jamás votaría a un postulante kirchnerista", respondió el ex intendente de la ciudad de Santa Fe.
Como presidente de la UCR santafesina, Barletta deberá lidiar más temprano que tarde con la decisión que tomó el radicalismo nacional de converger en un frente con Mauricio Macri, el líder del partido que disputa el poder en Santa Fe con el Frente Progresista.
Las afirmaciones del gobernador también impactaron en Fein y Lifschitz, quienes apuestan a un voto cruzado, incluso entre quienes votarán a Macri para las presidenciales. "Claro que podría darse eso atento a que hay votantes urbanos de Macri que no están convencidos de sufragar por Del Sel o Martínez", admitieron cerca de los candidatos socialistas.
Atento a las rápidas y estentóreas repercusiones de sus dichos, Bonfatti rectificó esas palabras y creyó oportuno reforzar que no votaría "a la derecha" llevando algo de tranquilidad a las huestes del oficialismo.
Secreto a voces. En verdad, lo que dijo el gobernador es lo mismo que piensa en la intimidad la mayoría de la primera línea socialista, más aún después de la pesadilla en que se ha transformado para ellos el PRO en la provincia de Santa Fe. Se advierte aquí, en éste fárrago declarativo, que para el socialismo no tener en cancha un presidenciable propio lo lleva a cometer errores no forzados.
En el PRO, tanto Del Sel como Martínez quieren poner en el freezer la inmensa cantidad de votos obtenidos en las primarias, sumar los que se puedan tras las bajas obligadas de las competencias en otros frentes, apostando a la estrategia del voto útil, algo que también deberá encarnar en los otros candidatos con chances de ganar.
Perotti encontró en la remake del regreso de Gendarmería un buen argumento para intentar escalar y evitar la polarización. Pese a los que creen que sólo se puede sacar partido desde la oposición apelando a las leyes de la ferocidad, fue muy bien recibida por los ciudadanos la posición del rafaelino a la hora de ir a reunirse con Berni acicateando el regreso de las fuerzas federales.
Es más, como se escribió en esta columna bastante antes de la fechas de las primarias, no se entiende por qué el peronismo provincial y rosarino no tomó antes como propia una iniciativa de ese tipo, máxime cuando el principal discurso de sus referencias es que el gobierno nacional ha beneficiado a la provincia con sus acciones.
Por lo demás, y luego de una campaña tan intensa y repleta de ofertas electorales como sucedió en las Paso, las cuatro semanas que faltan para las generales deberán transformarse en un barajar y dar de nuevo para los que perdieron. En los campamentos de los ganadores, la orden será esconder la pelota y no regalársela al rival.
Y que, al fin, gane el mejor.