empie3.jpg
La directora Marina Seresesky.
¿Qué fue lo que los entusiasmó para hacer esta película?
Darío Grandinetti: Es una historia particular y que además es un género muy cercano a nosotros. Me recuerda algunas cosas del grotesco y del sainete. Por supuesto que no es eso pero es algo que habitualmente se llama comedia dramática. Además es muy cercano a nosotros lo que cuenta. Habla de lo que siente uno con el desarraigo, de lo que otros sienten aguantando el chubasco acá sin irse. Es una de personajes, para actores, eso nos resultan un gran atractivo. Saber con quién iba a trabajar también fue determinante. Además conozco a Marina desde hace muchos años y enseguida me dijo que quería filmar en Rosario cuando me la volví a encontrar en España.
Jorge Marrale: Me pareció que es una historia de amigos en donde los afectos estuvieron muy presentes en un tiempo. La ida de uno de ellos hizo que se congelaran algunos estados y con el regreso del personaje de Darío se ilumina otra vez ese vínculo. Me gusta mucho porque es una historia donde lo que tenían sigue estando vivo aunque haya pasado el tiempo y se renueva afectivamente de una manera muy rica. Es dramática también en un punto porque uno nunca sabe cómo va a terminar eso. Y saque trabajaba con Mercedes y Darío también fue esencial. Es una historia muy afectiva y es muy buena para estos momentos sensibles.
Mercedes Morán: Es una historia de amistad, de distintos destinos, de un encuentro y cómo se administran en ese encuentro los afectos, los secretos, las cosas que no han sido dichas. Es una revelación de que algo a pesar del tiempo y la distancia se mantiene intacto. También creo que es un cuento muy para estos momentos donde el pasado, el futuro, el destino nos resulta tan incierto y donde lo único seguro son los vínculos.
Yo acá escuchaba y bailaba tango, pero cuando me fui no quise seguir enganchada a la nostalgia y la melancolía. Dejé de escuchar tango absolutamente. Cuando estrené mi primera película fui a un festival en México, ví un documental y volví a escuchar tango y fue como si se abriera una compuerta y me apareció esta película. La escribí rapidísimo porque se ve que era algo que estaba ahí retenido y tenía que salir muy fácil (Marina Seresesky) Yo acá escuchaba y bailaba tango, pero cuando me fui no quise seguir enganchada a la nostalgia y la melancolía. Dejé de escuchar tango absolutamente. Cuando estrené mi primera película fui a un festival en México, ví un documental y volví a escuchar tango y fue como si se abriera una compuerta y me apareció esta película. La escribí rapidísimo porque se ve que era algo que estaba ahí retenido y tenía que salir muy fácil (Marina Seresesky)
¿De qué manera la película interpela a la realidad?
MM: Los viajes hacia el pasado y para el futuro se hacen muy necesarios y nutritivos en un momento en el que el futuro está por verse, podemos proyectar poco para adelante, estamos con esta cosa del presente, qué sucede hoy. Y lo que sucede en esta historia sucede en no más de una semana donde se realiza este viaje y donde se descubren muchos secretos, quizás apremiados por el paso del tiempo y por la poca posibilidad que tienen de saber que se pueden mantener otros encuentros, entonces hay que decirlo todo ahora. En ese sentido es súper clásica, pero creo que es muy argentina y que hay algo de la mirada y de la necesidad de la directora que se fue. Hay algo muy personal que a mi modo de entender hace interesante el trabajo cuando una autora o directora necesita contar algo muy personal.
¿Cuál es el motor de la trama, los valores centrales que destaca el guión?
DG: El afecto renovado a pesar del tiempo porque el reencuentro se produce cuando hay afecto. Este es un reencuentro verdadero y se produce porque a pesar de las diferencias que marca el paso del tiempo el afecto sigue.
JM: Hay también un súper objetivo. No se puede hablar demasiado porque si no uno revela la trama, pero hay algo que también los orienta a tener este viaje. Es un viaje en pos de algo, de reconocimiento, pero también en la búsqueda de un súper objetivo más allá del vínculo que los une. Eso también motiva que los encuentros, la forma de llevarnos sea particular.
MM: También está el concepto de volver, como el tango, porque todos vuelven. Vuelve el personaje de Darío, que vuelve a Argentina después de haber estado 40 años afuera, pero los tres vuelven a encontrarse y revisar un pasado que fue intenso también vuelven a tener una especie de dinámica que para su sorpresa se mantuvo intacta a pesar de tanto tiempo. Además eran tangueros y ahí hay toda una poética y un lenguaje que tienen que ver con esa mística del tango y esos personajes tan argentinos atravesados por esta partida de Carlos, cuánto de esa argentinidad se rompió o cuánto queda. La confesión de lo que se extraña estando afuera y lo que se extraña en los que se quedan. Tiene humor y quiero agregar que cuando entendí que era una historia de amistad obviamente para mi también era muy importante trabajar con actores con los que tenemos construido ese handicap de conocernos desde hace mucho tiempo, haber compartido cosas lindas y otras no tanto. De hecho nos la pasamos hablando de gente y cosas que nos conectan, tendiendo puentes.
empie2.jpg
Mercedes Morán, Jorge Marrale y Darío Grandinetti.
Tiene humor, pero también nostalgia y la recurrencia de la historia argentina inmigrante...
MM: Es un encuentro de tres personas que ya no son jóvenes. Tienen la conciencia de que no queda mucho tiempo entonces esta película es diferente porque historias de encuentros, de amigos las hay y hermosas, pero me parece que una de las particularidades es que ellos están grandes y que hay una necesidad de encontrarse porque sienten que ya les queda poco tiempo.
También es una historia de amor entre personas mayores. ¿Por qué creen que esas historias no son frecuentes en la ficción, como si los personajes mayores no pudieran amar, encontrarse, sentir?
JM: Creo que es muy interesante volver a tener una mirada sobre esos tiempos, esas edades. Está un poco depreciado a veces por la cultura un poco consumista. Parecería que como dejan de ser productivos en un sentido, dejan de ser útiles. Y sin embargo tienen una carga de sabiduría, de experiencia, que es lo que juega en estos vínculos. Son expertos en los afectos. Expertos en el sentido de haber metido la pata o haber acertado. Y eso es como que no se murió, está ahí. Es interesante el aspecto, el de las personas que son mayores y tienen la valentía de encarar la vida aun con las cosas más duras, sabiendo que tienen un conocimiento emocional fuerte, pero que pueden hacerle frente a eso.
MM: Hay algo que me parece interesante en los vínculos de las personas más grandes, a diferencia de los jóvenes, que cualquier historias de jóvenes sí o sí está atravesada por el deseo de conquistar algo. En cambio en estas edades, lo que se conquistó se conquistó, esa fantasía se llevó a cabo o no, lo que se perdió se perdió, los sueños que no se cumplieron. Hay una falta de tensión que se convierte en una corriente de un tipo de afecto muy sincero, muy desnudo. Ya no existe el hambre de querer conquistar el propio destino. Ya están jugado y no hay más motivos para seguir especulando con nada.
Lo que cuenta es muy cercano a nosotros. Habla de lo que siente uno con el desarraigo, de lo que otros sienten aguantando el chubasco acá sin irse (Darío Grandinetti) Lo que cuenta es muy cercano a nosotros. Habla de lo que siente uno con el desarraigo, de lo que otros sienten aguantando el chubasco acá sin irse (Darío Grandinetti)
DG: Nuestro oficio también requiere de experiencia y es muy importante. No sólo la de los personajes que pueden contarse o ser interesante. Entonces uno ve con doble desagrado cierta marginación de los actores y las actrices que lo pasan mucho peor que nosotros. Están más perseguidas por la vejez y la falta de belleza, es decir, lo que se considera como tal en el mercado y lo sufren mucho más que nosotros y es un despropósito. Y es algo general, no solo de Argentina. El cine está lleno de jóvenes, las historias son contadas por lo general hasta 40 años, después tiene que ser una historia muy particular y llama la atención, pero llama la atención porque son pocas.
¿Cuál es el estilo del humor que se ve en la película?
MM: Hay algo de cómo se han quedado de alguna manera colgados en el tiempo, aferrados a un lenguaje que a lo mejor ya no es tan contemporáneo, y eso gracioso, es tierno. Son personajes como medio vendaje viviendo hoy, tratando de conservar aquello que para ellos son cosas referenciales. No es una película solemne, no tiene golpes bajos, tiene una cuota de sentimiento interesante que quizás remite al neorrealismo italiano y son bastante universales porque el tema de la amistad, del amor, el paso del tiempo, de lo que fue y lo que será son universales. Así que se necesita un poco de humor para no ponerse formal y solemne.
JM: Y es una película de un viaje. Uno dice partimos de acá y vamos hacia allá, pero no sabés qué pasa en el camino. Es muy interesante el viaje que hacen estos personajes.
DG: Y a nosotros como actores nos conecta con las giras, sabemos de qué se trata una compañía o un grupo que sale a ver qué pasa y hay que compartir todo eso, dónde dormir, qué comer, el lugar si no es como pensabas, todo eso que nosotros conocemos suma y sabemos de qué estamos hablando cuando los personajes dicen algunas cosas.
Creo que es un cuento muy para estos momentos donde el pasado, el futuro, el destino nos resulta tan incierto y donde lo único seguro son los vínculos (Mercedes Morán) Creo que es un cuento muy para estos momentos donde el pasado, el futuro, el destino nos resulta tan incierto y donde lo único seguro son los vínculos (Mercedes Morán)
¿Cómo les resulta volver a filmar después de todas las restricciones por la pandemia? ¿Cómo vivieron esa pausa?
JM: Mal (ríe). En mi caso fue no tener trabajo, como lo fue para los actores y actrices que no teníamos las instancias de hacer cine, televisión, teatro. Y no sabíamos por cuánto tiempo con lo cual la esperanza de poder trabajar otra vez ilumina mucho, y hacer cine, que es distinto a hacer una serie. El cine es más aventurero, por ahí la toma una plataforma, pero ese desafío de tener la esperanza de que se estrene en un cine y que la gente se siente codo a codo para ver un cuento.
DG: Uno no puede dejar de sentirse un privilegiado. Por supuesto que se trabaja con todas las restricciones con las que hay que trabajar. Nos afecta como a todos, pero yo me resisto a pensar que hemos sido particularmente perjudicados por esto. Hay gente que lo pasó mucho peor. Es un problema para el ser humano, para la humanidad, te dediques a lo que te dediques. Sigue siendo un problema para todos. Por supuesto que es que sigue sin poder trabajar está mucho peor, pero esto nos afectó transversalmente.
MM: Creo que el trabajo nos salva porque recuperamos algo del sentido de lo que necesitamos hacer y nos hace felices. Y creo que el cine siempre fue un acto de fe básicamente y ahora los riesgos se han multiplicado, desde poder terminar el rodaje, no contagiarnos, no enfermarnos, que la película se pueda estrenar porque hay otras películas que tienen que guardarse porque la gente no está yendo al cine, pero a pesar de todo eso, trabajar siempre me salva y me da sentido. Y sí, me considero una privilegiada porque puedo hacerlo y también embarcándonos en esto como una especie de cruzada porque hacer una película, viajando por el país, tan federal, tan argentina es casi un acto de esperanza muy grande y eso hace bien y estamos muy felices y festejando día a día que se cumplió otra jornada.
¿Cómo ven el futuro del cine en el contexto del crecimiento y multiplicación de las plataformas?
MM: Me cuesta mucho hablar, me parece que somos protagonistas y contemporáneos a un cambio muy fuerte y que en mi caso sería como hacer futurología. Realmente no sé qué rumbo va a tomar todo. Tengo la esperanza que tanto el teatro como el cine son esos ritos que las personas necesitamos, que siempre nos cuenten cuentos, en cine o en teatro y correr el hermoso riesgo de que eso te modifique. Creo que esa necesidad va a seguir existiendo. No se qué forma va adquirir ni en qué formato. Soy optimista.
DG: No me gustaría la ceremonia de ir al cine. En este momento el riesgo es real, hay mucha gente que tiene miedo, no quiere ir todavía a los espectáculos masivos. Espero que tenga que ver sólo con eso, que no sea que la gente se quede a ver las películas en su casa. Eso aunque pudiera traer mayor salida laboral para nosotros porque habría que llenar de contenidos esas plataformas, preferiría que se siga haciendo cine para el cine. No está mal que las plataformas faciliten siempre y cuando no maten, que a la gente le provoque ganas de ver cine y no salir de casa.
MM: Creo que los cambios asustan y dan miedo porque además uno está acostumbrada a determinadas cosas, pero soy optimista de una manera frívola, sino que me resisto y me voy a seguir resistiendo a pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Me parece que eso es puro miedo. No quiero ser de esas personas. Pasó con los libros. Creo que hay necesidades que solo se cubren de una determinada manera. Ahora cuánto va a cambiar, qué va a ser mejor o peor no lo sabemos. Y en cuanto a los cambios culturales, si el cine del shoping es para un target y paralelamente podemos recuperar las cinematecas para ver otro tipo de películas, volver a inyectar contenido en esa parte de la industria, a lo mejor no es tan nefasto para nosotros.
Me gusta mucho porque es una historia donde lo que tenían estos amigos sigue estando vivo aunque haya pasado el tiempo y se renueva afectivamente de una manera muy rica (Jorge Marrale) Me gusta mucho porque es una historia donde lo que tenían estos amigos sigue estando vivo aunque haya pasado el tiempo y se renueva afectivamente de una manera muy rica (Jorge Marrale)
JM: Lo que sí sucede es que por ahí una película nacional que hacía su recorrido solo en el cine, por ahí a la semana se liquidaba. Hoy por ahí está en una plataforma que no solamente puede ser Netflix o las extranjeras. Puede ser Cine.ar. Está la posibilidad que esa misma película sea más vista. Si uno desea algo es que la película sea más vista. Y ahí voy a meter la cuña que me corresponde, (Marrale es presidente de Sagai, Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes), que sea así siempre y cuando se respete la propiedad intelectual. Que veamos más pero que se pague. Respetar sería pagar lo que corresponde por el uso del trabajo de los artistas.
LA DIRECTORA MÁS TANGUERA
“Es la primera vez que filmo y escribo en argentino”, bromeó la directora Marina Seresesky sobre este trabajo, su tercer largometraje luego de “Lo nunca visto” -disponible en Netflix- y “La puerta abierta”, ambos protagonizados por la reconocida actriz española Carmen Machi (“Los amores pasajeros”, “Ocho apellidos vascos”, “Ocho apellidos catalanes”, “El bar”, “30 monedas”).
Seresesky se mudó a España hace 24 años y por sus trabajos, entre los que se cuentan además los cortos “Una vida nueva”, “La boda” y “El cortejo”, fueron proyectos españoles. Sin embargo, la realizadora dijo que “Empieza el baile” es “especial”: “No es personal, pero sí tiene muchas cosas mías”, dijo y añadió: “La historia no podía suceder en otra parte más que acá. Es una pareja, un trío de tangos que se reencuentra, que fueron muy famosos. Cuando me fui, yo acá bailaba tango, pero no quise seguir enganchada a la nostalgia y la melancolía porque sabía que me iba a vivir allá. Dejé de escuchar tango absolutamente. Tanto fue así que pasaron muchísimos años sin que escuchara ni bailara tango. Cuando estrené mi primera película fui a un festival en México, ví un documental y volví a escuchar tango y fue como si se abriera una compuerta y me apareció esta película. La escribí rapidísimo porque se ve que era algo que estaba ahí retenido y tenía que salir muy fácil”, recordó sobre el origen el guión.
Y señaló que rodar en Rosario era “casi obligatorio”. “Siempre fue una road movie, empieza en Madrid, va a Buenos Aires y termina en Mendoza. Más allá de que está Darío y pasar por Rosario era casi obligatorio, la ciudad era un punto que nos gustaba y nos daba muchas posibilidades”.