Los países que progresan sostenidamente tienen características similares: gobiernos políticamente estables; respetan a los ciudadanos y evitan que se enfrenten; son razonablemente eficientes y con baja corrupción. Es el avance político de la socialdemocracia y los partidos de centroderecha, que aprendieron que no es posible progresar sin estabilidad política. Argentina vive en el desbarajuste político. El gobierno se compone de una cabecilla que dicta leyes y controla la lealtad de sus sectarios y de políticos subordinados, ambiciosos de poder y riqueza, ineficientes, corruptos y propensos a cambiar de partido (hay excepciones). La oposición es un rejuntado barrial para un picado de fútbol, compuesta por: a) los herederos apócrifos de Perón, con coincidencias con el gobierno; b) los radicales, que no se sabe lo que piensan; c) el socialismo ideólogo, distinto a la socialdemocracia europea; d) el Pro, que lucha por construir su espacio político, e) decenas de partidos sin significación política. El pueblo no tiene rumbo. En esos términos, una leve mejora de la economía por el precio mundial de las commodities, asegura al gobierno el triunfo electoral, lo que no significa que la voluntad ciudadana adhiera a sus tropelías. Falta en el país un programa y movimiento de centroderecha y otro socialdemócrata para que la ciudadanía sepa qué es lo que vota.