Soy jugadora de hockey de Newell’s desde mucho antes que López llegara al club y al igual que mi entrenador y mis compañeras fuimos viendo desde muy cerca cómo se iba destruyendo nuestro club. Vimos pudrirse los elementos de gimnasia deportiva, vimos como echó a los viejitos de bochas, que no molestaban a nadie, sólo le usaban un par de tubos fluorescentes y hasta tenían su propio kiosquito. Vimos cómo mandó a patín a otro lugar y como voló la pileta cubierta. Nosotros decidimos resistir. Pero cada año se hizo más difícil. Nos hicimos hacer los arcos y los pintamos y fuimos con palitas a sacar yuyos de la cancha, ya que nos obligaban a pagar el corte de césped. Juntamos plata y cerramos la cancha con alambrado, le hicimos bancos de suplentes y nos robaron las lonas. Igual un día definitivamente nos sacó la cancha. Entrenamos en un pedacito de polvo de ladrillos de las canchas de tenis que también destruyó. Cuando se quemaba un reflector lo pagamos nosotros. ¿Baños? Imposible, no había agua corriente. Aun así, con mucho corazón, logramos clasificar para jugar un torneo nacional, con los mejores equipos del país. ¿Qué nos dijo? Que no quería que participáramos o nos echaba del club. Para nosotros fue mucho el esfuerzo para llegar ahí, así que decidimos participar igual a cualquier costo. Y hoy necesito gritar fuerte ¡lo sobrevivimos! Peleamos desde adentro, no nos dejamos vencer. Quiero agradecer a la gente del Mole, realmente se jugaron la cabeza, se comieron apretadas y trompadas, pero aguantaron, porque sabían que juntos íbamos a poder. Abrazos a todos, leprosos y amigos que se alegran de que NOB pueda volver a ser lo que fue, un lugar de reunión, un lugar lleno de chicos y gritos, mate y asado, familias y alegría.