La deuda pública argentina es muy baja. No obstante, en Argentina el inversor sigue agnóstico. Los mercados están en positivo por el impulso inversor externo.
La deuda pública argentina es muy baja. No obstante, en Argentina el inversor sigue agnóstico. Los mercados están en positivo por el impulso inversor externo.
La deuda pública argentina siempre fue un mito difícil de explicar. Luego de la crisis de la deuda del año 2001, endeudarse era prácticamente una herejía. Después de eso, una buena parte de la deuda quedo en cesación de pagos, y con la llegada del gobierno de Mauricio Macri, se salda la deuda impaga y el país vuelve al mercado de crédito.
Al primer trimestre del año 2016, y medida con el PBI actual de u$s 526.000 millones, la deuda asciende a u$s 235.546 millones, que representa el 44,7% del PBI.
La deuda de la Argentina tiene la particularidad de que una parte es intra-Estado, esto implica que una parte de la deuda del Tesoro es financiada por el Banco Central República Argentina, el Ansés y el Banco Nación. Entre las tres agencias del Estado se quedan con una deuda de u$s 122.610 millones que representa el 23,3% del PBI.
Esta deuda no es exigible por terceros, es deuda interna que se puede refinanciar eternamente.
La deuda pública con organismos financieros internacionales y terceros asciende a u$s 112.936 millones, representa el 21,4% del PBI y es una deuda exigible. Esto implica que la deuda externa argentina es una de las más bajas del mundo, medida desde este punto de vista.
Esta deuda está contraída mayoritariamente en dólares, a tasa fija, a través de títulos públicos y su mayor vencimiento opera entre los años 2023 y 2032.
De este conjunto de datos se desprende que el gobierno de Mauricio Macri podría hacer uso y abuso del financiamiento público en los próximos tres años. De esta manera, podría sortear innumerables problemas coyunturales y estructurales que le permitan posicionar mejor al país a futuro.
En la actual coyuntura, el gobierno no ha trabajado en pos de bajar el gasto público, o subir los ingresos fiscales, su mirada está en tratar de financiar la brecha entre ingresos y gastos, aplicando un plan gradualista para llegar a mediano plazo al equilibrio presupuestario.
En este escenario, el gobierno ha tomado medidas para reducir los tributos, como ley pyme, eliminación del impuesto a la distribución de dividendos y la baja de bienes personales entre otros.
Por el lado del gasto, disminuye subsidios, y como contrapartida ha incrementado la cantidad de planes sociales otorgados, y está saldando las deudas previsionales que le dejo de herencia el gobierno que lo antecedió.
El mundo ha recibido con los brazos abiertos al gobierno de Mauricio Macri, los inversores volvieron a prestarle dinero y están realizando fuertes inversiones reales. Los extranjeros compran pesos para invertirlos a 10 años de plazo a una tasa del 15,5% anual.
Los argentinos siguen sumergidos en el agnosticismo de no creer que el gobierno puede resolver los problemas estructurales que dejó el gobierno anterior.
Lejos de invertir pesos, muchos inversores atesoran dólares, esperando que alguna crisis entorpezca el desenvolvimiento del gobierno actual.
Queda en evidencia el divorcio entre sector privado y público, sea quien sea el que ocupe el lugar en el Estado. En el mientras tanto, el mercado descuenta un escenario venturoso, las acciones llegan a valores récord, y los títulos públicos tienen una rentabilidad extremadamente baja, que hace caer estrepitosamente el riesgo país.
Nos enfrentamos a un escenario poco habitual. Los extranjeros compran pesos y los argentinos compran dólares.
Lo mejor de la semana fue el índice Merval que superó los 18.000 puntos, y las reservas que alcanzaron los u$s 40.000 millones. La macro luce muy bien.
Lo peor de la semana fue que agosto mostró niveles de ventas muy bajos para supermercados y centros comerciales. La micro no luce nada bien
Lo que preocupa es la demora en que las inversiones lleguen al hombre de la calle.