Mientras el IPC (índice de precios al consumidor) interanual fue del 31,4%, la carne acumuló una suba del 72,8% y volvió a golpear el bolsillo. El fenómeno responde a problemas estructurales de oferta que la cadena todavía intenta amortiguar.

En los últimos 12 meses, el precio de la carne aumentó 72,8% frente a una inflación general del 31,4%, impulsado por factores estructurales del sector ganadero. La aceleración del valor golpea el bolsillo de los consumidores
Mientras el IPC (índice de precios al consumidor) interanual fue del 31,4%, la carne acumuló una suba del 72,8% y volvió a golpear el bolsillo. El fenómeno responde a problemas estructurales de oferta que la cadena todavía intenta amortiguar.
La marcada aceleración en el precio de la carne vacuna se convirtió en uno de los principales focos de tensión para la economía doméstica y también para la dinámica inflacionaria. En noviembre, la inflación minorista se ubicó en 2,5%, el nivel más elevado de los últimos seis meses, y el rubro Alimentos fue el que más aportó a esa suba mensual. Dentro de ese capítulo, la carne tuvo un rol protagónico: algunos cortes relevados registraron incrementos que llegaron a multiplicar por cuatro el promedio general.
El informe mensual de precios minoristas del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), correspondiente a noviembre y elaborado sobre una canasta ampliada de cortes, reflejó un aumento promedio del 8,2% respecto de octubre. En la comparación interanual, el alza alcanzó el 72,8%, un guarismo que más que duplica la inflación acumulada del 31,4% en el mismo período.
La diferencia marca un quiebre respecto del comportamiento de otros alimentos y, sobre todo, del resto de las proteínas animales. Tanto el pollo como el cerdo exhibieron subas interanuales en línea con el índice general de precios, cercanas al 32% y 33%, respectivamente.
Este contraste llevó a la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) a descartar que el fuerte aumento de la carne vacuna esté vinculado a un repunte significativo del consumo interno. Si bien el poder adquisitivo mostró una leve recomposición, los datos disponibles no alcanzan para explicar un incremento tan marcado.
Según la entidad rosarina, los datos del RIPTE a octubre indican una suba salarial interanual del 39%, frente a un IPC del 33,6%. Esa mejora real, aunque relevante, resulta insuficiente para justificar que el precio de la carne haya crecido más del doble que la inflación general y muy por encima del resto de los bienes y servicios que integran la canasta de consumo.
El diagnóstico de la BCR apunta con claridad a los factores de oferta. “Detrás de la suba en el precio de la carne existen factores de oferta que están traccionando con mayor intensidad —en términos relativos— que la demanda local”, señala el informe. En ese marco, el aumento en el precio de la hacienda en pie, que comenzó a registrarse a mediados de octubre, aparece como el principal motor de la suba en los mostradores.
Ese incremento todavía no se trasladó de manera plena al consumidor. A mediados de noviembre, la distancia entre los valores minoristas y los precios de la hacienda en pie, e incluso de la carne mayorista, mostraba un atraso estimado de entre 10 y 15 puntos porcentuales.
En el último mes, la tendencia alcista volvió a profundizarse. Tomando como referencia los promedios de la semana pasada, el precio del novillito liviano en el MAG subió cerca de un 10%, al pasar de $4.000 a $4.400 por kilo vivo. En paralelo, la cotización de esta misma categoría en gancho mostró un alza del 7,5%, de acuerdo con cifras del Centro de Consignatarios Directos de Hacienda (CCDH), al escalar de $7.000 a un valor promedio de $7.525 por kilo.
Para la BCR, detrás de esta dinámica existen factores estructurales de escasez de animales, a los que se suman cambios en la dinámica productiva que impactan —de manera transitoria— sobre el nivel de oferta disponible.
Dentro de esos factores estructurales, el principal es el precio del ternero. Si bien suele reflejar una menor disponibilidad estacional para esta época del año, actualmente presenta una oferta anual limitada frente a una demanda sostenida, lo que llevó sus valores a niveles históricos.
A este escenario se agregan las favorables condiciones forrajeras de la actual primavera. Este factor permite una mayor retención de hacienda liviana en los establecimientos productivos y refuerza la presión alcista sobre los precios de la invernada, al reducir la oferta inmediata para faena.
La BCR advirtió además que podría estar configurándose un cambio transitorio en la estacionalidad de la oferta de animales para faena. En ese caso, las subas actuales en el precio de la hacienda estarían anticipando parte del movimiento habitual que suele observarse hacia el segundo bimestre del año.
Ese adelantamiento suma tensión a un mercado que ya venía condicionado por la retracción del stock ganadero registrada en los últimos años y por una demanda internacional sólida, que compite por la mercadería disponible.
Uno de los interrogantes centrales es hasta qué punto los eslabones intermedios de la cadena podrán seguir amortiguando los aumentos en el precio de la hacienda. “El punto central consiste en evaluar si podrán evitar un traslado prematuro al consumidor que afecte negativamente el ritmo de ventas en un momento sumamente sensible para el sector comercial”, advirtió la BCR.
Por ahora, las señales son dispares. En la tercera semana de diciembre, según LCG, la carne no mostró variaciones de precios. Sin embargo, el último relevamiento de Analytica indicó que, en el promedio de las últimas cuatro semanas, la categoría carnes y derivados acumuló una suba del 4,8%, lo que confirma que la presión sobre los precios sigue latente.
Desde la Sociedad Rural Argentina aportaron una mirada de más largo plazo. En un reporte reciente, la entidad sostuvo que el encarecimiento de la hacienda responde a la confluencia de factores climáticos, productivos, logísticos y biológicos, en una etapa definida como de “profunda transición” para la ganadería argentina.
Según el informe, no se trata de un fenómeno puntual, sino del reacomodamiento de un mercado que durante cuatro años mantuvo valores retrasados frente a la inflación. Las políticas implementadas entre 2019 y 2023 desincentivaron la producción ganadera y hoy comienzan a verse sus efectos en una oferta limitada, frente a una demanda que se mantuvo firme tanto en el mercado interno como en el externo.
“El nuevo marco político devolvió señales claras al mercado, pero la ganadería tiene tiempos biológicos que no pueden acelerarse. La recomposición llevará entre 2 y 4 años. Los precios de hoy marcan el comienzo de un nuevo ciclo, no su final”, concluyó la entidad.
Con la carne vacuna subiendo más del doble que la inflación general, el impacto se siente de manera directa en la mesa de los hogares y también en el índice de precios. Si la tendencia se consolida, el proceso de desinflación enfrentará un condicionante estructural difícil de neutralizar en el corto plazo.
En ese escenario, la carne vuelve a ocupar un lugar central como termómetro económico y social: un producto emblemático del consumo argentino que, una vez más, refleja las tensiones de fondo entre producción, precios e ingresos.


