El economista Miguel Kiguel, avezado en temas financieros, consideró que la restrictiva política monetaria que implementó el Banco Central (BCRA) para frenar la depreciación del tipo de cambio fue "el mal menor" en un escenario en el que el dólar "estuvo desbocado", aún reconociendo el impacto del ajuste fiscal en la economía y en los bolsillos de los argentinos.
"Se está pagando un costo por esto, pero si no se agarraba el toro por las astas y se frenaba el tipo de cambio, la economía seguiría en declive y estaríamos esperando desesperanzados el momento en que termine la crisis", dijo al considerar que "hay buenas chances de que la situación actual "se convierta en un punto de inflexión para que la economía mejore", a través de lo que definió como una "receta de libro de texto" que "logró convencer al mercado".
De todos modos, nada de eso ocurrirá en lo inmediato: "Este año está perdido", espetó el titular de la consultora Econviews, quien fue invitado por Idea Centro para analizar, junto a empresarios rosarinos en la Cena Foro de la entidad, el escenario económico. En ese marco, coincidió en que la inflación estará cerca del 50 por ciento este año y que el déficit de cuenta corriente, en lugar del fiscal, es lo que el país tiene que mirar, porque es aquello a lo que los inversores le prestan especial atención.
—En el último Coloquio de Idea usted hizo referencia a que no había que preocuparse tanto por el déficit fiscal sino por el déficit de la cuenta corriente. ¿Por qué?
—Creo que se hace mucho hincapié en el déficit fiscal y es muy importante bajarlo. En este momento, creo que eso ya está encaminado. En última instancia, históricamente cuando hubo déficit fiscal generalmente existen formas de financiarlo domésticamente. Si no es muy grande, obvio. El problema es que al déficit de la cuenta corriente hay que financiarlo con dólares. Entonces, muchas veces los inversores se preocupan más por este último que por el fiscal. De hecho, Brasil tiene un déficit fiscal muy grande pero no tiene déficit de cuenta corriente y durante todo este período ha mantenido el acceso al mercado de capitales. Y Argentina llegó a un número alto. Los dos países más castigados fuimos nosotros y Turquía, ambos con déficits de cuenta corriente muy grande.
—¿Cuál es la foto actual del déficit de cuenta corriente en Argentina?
—Está mejorando muy rápido. La película es mucho mejor que la foto, porque esta aún refleja problemas. Este año fue un año muy complicado en las cuentas externas por la sequía. Eso nos costó básicamente 7.000 millones de dólares y creo que el año que viene si tenemos un poquito de suerte alguna vez y la cosecha es relativamente buena, creo que eso se va a dar vuelta. Pero además hay otros factores como el tipo de cambio (la depreciación del peso, la suba del dólar), lo que hace es darte vuelta en las importaciones, la cuenta de turismo, la venta de servicios al exterior. Y creo que la mejora en la cuenta corriente va a ser rápida, muy rápida.
—¿Cree que el dólar logró un punto de equilibrio en la banda cercana a los 36 o 37 pesos? ¿Cómo evalúa las medidas de política monetaria del Banco Central para contenerlo?
—Creo que el dólar estuvo desbocado durante gran parte de este año. Muy influenciado por factores externos. Pero cada vez que había un problema afuera, a nosotros nos pegaba fuerte. El mundo se resfriaba y a nosotros nos agarraba neumonía. Era así. Brasil devaluaba 5 por ciento y nosotros 20 por ciento. Estuvo desbocado en 42, pero también cuando saltó a 32 en su momento. Creo que lo que pasó a lo largo de todo el año, es que el gobierno y los distintos banqueros centrales probaron distintas recetas y ninguna funcionó. Finalmente se optó por ir a una receta muy tradicional, convencional, de libro de texto, de subir mucho la tasa, de frenar la emisión monetaria, secar el mercado de pesos, acompañado obviamente de un fondeo del Fondo Monetario Internacional, de muchos dólares y acompañado de un ajuste fiscal muy importante. Todo eso creo que de alguna forma convenció al mercado. Creo que esto se va consolidando. Tengo bastante comunicación con inversores del exterior que fueron los que primero entraron, los que primero huyeron, y ahora están volviendo de a poquito. Hubo una visita reciente de (titular del Banco Central, Guido) Sandleris y (del ministro de Hacienda, Nicolás) Dujovne a Estados Unidos. Y mi sensación es que va consolidando esta percepción de que esta política está siendo efectiva para domesticar al tipo de cambio.
—El nivel más bajo de la banda cambiaria establecida, ¿es un punto de equilibrio para el país?
—Es muy difícil saberlo. Lo que pasa es que en el tipo de cambio hay un equilibro teórico, del que habla la gente y nunca se da. Es difícil saber cuál es el equilibrio. Me parece que en el corto plazo, si uno piensa en ese equilibrio teórico, Argentina en dólares todavía está barata. Pero el tema es que Argentina tiene que estar barata por unos años porque tenemos un problema externo y éstos se corrigen estando baratos en dólares. Entonces, creo que el hecho de que el tipo de cambio esté barato un cierto plazo no significa que va a seguir siendo así por un tiempo más.
—El gobierno pone mucho énfasis en domar el déficit fiscal pero no se habla del financiero. ¿Le preocupa el nivel de intereses de deuda que tiene que afrontar la Argentina? ¿Cómo será el escenario que deberá afrontar la próxima gestión de gobierno ya sin la asistencia de los dólares del FMI que adelantó ahora los desembolsos?
—En primer lugar, creo que sí, desde el punto de vista del financiamiento lo importante es el déficit total. El primario es lo que de alguna forma el gobierno lo destaca porque muestra la voluntad de bajar el gasto público o de subir impuestos. Por otro lado, los intereses son lo que son y uno no puede corregirlos, lo que puede es compensar eso a través de impuestos o de menor gasto primario para asegurar la solvencia fiscal. Suponiendo siempre que uno va a cumplir, como debería, el pago de los intereses. Entonces, Argentina tiene que ir a un superávit primario, justamente porque lo importante es el déficit total. Y para ir un déficit total más chico, que nosotros entendemos que en el largo plazo en el país tendría que estar entre 2 y 2,5 por ciento del Producto _todavía no está ahí sino que estamos en 3,5 por ciento este año_ hace falta un superávit primario de 1 ó 1,5 por ciento del PBI. Ese es el desafío de administración de la próxima gestión.
—En términos financieros se habla de un futuro con equilibrio, restricción monetaria, pero el presente muestra una economía con menos empleo, menor actividad, más inflación. ¿Es posible pensar en el largo plazo en bienestar cuando el presente es tan duro?
—Creo que se está pagando un costo por esto, pero el tema es ver cuál era la alternativa. Uno siempre trabaja sobre un escenario y el actual dista de ser el ideal: inflación alta, desempleo, baja del nivel de actividad. Ningún número parece cerrar demasiado bien. El tema es que si no se agarraba el toro por las astas y se frenaba el tipo de cambio, la economía seguiría en declive y estaríamos, en lugar de mirando las expectativa de que se pueda dar vuelta, observando desesperanzados cuándo termina la crisis. Creo que hay buenas chances de que termine la crisis y esto puede ser un punto de inflexión para que la economía mejore. Pero no va a ser inmediato. Supone que se mejoren las condiciones financieras, el tipo de cambio se estabiliza, empezamos a ver que las tasas lentamente caen. Pero el impacto en la actividad va a ser recién el año que viene. Este año está perdido.
—¿Este escenario de carry trade, no acentúa aún más la recesión en la economía real?
— El tema es que la tasa alta está fijada por política del Banco Central. Creo que lo que se dijo acá es que «hay que frenar el tipo de cambio porque en Argentina es muy importante». Esto es así porque el impacto en cómo piensa la gente, la confianza, la sensibilidad que hay en el país no está en otros países. Y ¿cómo se para un tipo de cambio?. Con mucha intervención y eso no anduvo; y/o con una tasa de interés muy alta. Claramente la tasa muy alta es algo que no recomendaría mantener mucho tiempo, aunque también la inflación es muy alta. Pero me parece que en el corto plazo creo es el mal menor.
—Los gobiernos provinciales en sus presupuestos analizan subas de impuestos como el inmobiliario en Buenos Aires y Santa Fe, para paliar el recorte de ingresos y recursos de coparticipación. ¿Cómo analiza esta decisión?
—Es cierto, le pega a la gente pero también es cierto que estamos en un contexto inflacionario. Este año la inflación va a estar arriba del 40 por ciento o casi más cerca de 50 por ciento. Y los gobiernos necesitan mantener su recaudación para seguir dando servicios. O sea, están de alguna forma acorralados. Porque necesitan fondos para mantener las prestaciones. Al final termina subiendo los impuestos porque no les queda otra. Ahora, también hay diferentes impuestos. Creo que es muy importante terminar con Sellos e Ingresos Brutos, que no sólo le pegan a la gente sino que afectan la producción y van en contra del crecimiento, de la creación de empleo. Y se está yendo más a un tipo de impuestos que grava los bienes, la riqueza o las ganancias.