Todo en él indica su vocación por el perfil bajo. Sereno, reflexivo, casi tímido, Pablo Bagnato sorbe su cortado y conversa con Cultura y Libros en un desierto café de una galería céntrica. En casi total soledad, este auténtico hombre orquesta de la edición de libros ha publicado, y sigue publicando, una exquisita colección dedicada a difundir títulos de la literatura anglosajona y norteamericana que hubiera enamorado, sin dudas, al propio Borges, que como se sabe era un especialista en la materia. Chesterton, H. G. Wells, Stephen Crane, Saki, Max Beerbohm y ahora Lord Dunsany integran la selecta, casi aristocrática lista de títulos que ha lanzado Bagnato. Y él mismo los ha traducido, diagramado y distribuido en librerías. Todo un currículum.
—¿Cómo se produce tu encuentro con la literatura?
—Soy rosarino, de Echesortu, y viví casi toda mi vida acá. En casa se leía: tengo el recuerdo de bibliotecas llenas, de techo a piso. Mi madre es profesora de historia y mi viejo era licenciado en economía y docente de la UNR. Yo, sinceramente, hasta terminar el secundario no leí casi nada. Pero a los 18 años, aproximadamente, empecé a explorar. Me acuerdo de que lo primero que compré por mi cuenta, en una librería de saldos, fue algo de Oscar Wilde. Y me apasionó. Siempre me atrajeron los autores ingleses... Con lo nacional me cuesta más y mantengo cierta distancia.
—Sin embargo, hay un nítido espectro borgeano en lo que publicás. Muchos ingleses, aunque también está el estadounidense Stephen Crane con esa obra maestra llamada "El monstruo".
—Claro, pero Crane, justamente, terminó viviendo en Europa.
—¿Y te vinculaste alguna vez con el ambiente literario?
—Yo soy médico, y vivo de mi profesión. Me inscribí alguna vez en Letras cuando tenía avanzada la carrera de Medicina, y escribí algunos cuentos. También tengo una novela publicada. Después se me fueron las ideas (risas).
—Dame nombres de otros escritores que te apasionan, además de los que editaste.
—Aldous Huxley. Nabokov, sobre todo en Pálido fuego, que es maravillosa. William Burroughs. En cambio, Kerouac no me interesa para nada. Stevenson. Y entre los argentinos, Borges, Cortázar. Ah, me encanta Wilcock.
—Los libros que publicás son hermosos. Cuando los tuve en mis manos por primera vez, me sorprendí. ¿Cómo sostenés este proyecto?
—Todo a pulmón. Arranqué a mediados de 2017. Empecé con Saki, de quien elegí una novela que no estaba traducida. Y me largué a traducir y después a publicar. Yo mismo maqueto los libros. Y también los distribuyo. Lo único que no hago en persona son las ilustraciones: las encargo y las pago. Los tirajes son pequeños, claro.
—¿Y cómo los distribuís?
—En persona. Acá y en Buenos Aires. Sobre todo en librerías chicas, de barrio. En las grandes cadenas no me dan bolilla.
—Y después del Dunsany, que ya está saliendo de imprenta, ¿con qué seguís?
—Con otro clásico, El huésped siniestro, de Sheridan Le Fanu.
Los lectores de los géneros fantástico y terrorífico, de parabienes. Mientras tanto, en silencio, Bagnato sigue su camino.