Para Domingo Federico la elección de Rosario no fue azarosa. En 1956 el notable bandoneonista y compositor de tangos había venido con su orquesta a animar un baile en Newell's Old Boys y allí conoció a Haydée Cardón. Con ella comenzó una relación amorosa que desencadenó al año siguiente la decisión de trasladarse a la ciudad.
Según el mismo gran músico confesó alguna vez, se había propuesto la mudanza como un cambio de vida radical que incluía abandonar su orquesta y dedicarse a trabajar en una agencia de espectáculos. Pero claro, la tentación para los directivos de las emisoras locales fue demasiada. Así, después de una propuesta conveniente, comenzó a reclutar músicos.
Los años siguientes fueron muy intensos, con una seguidilla de giras por todo el país. Como no podía ser de otro modo, durante esta nueva etapa fue convocado también desde Buenos Aires, donde los nuevos músicos, prácticamente desconocidos para los medios metropolitanos, representaban una incógnita y un desafío.
Durante casi cuatro años, la orquesta rosarina de Domingo Federico se desempeñó con notable jerarquía sin acusar vaivenes con respecto a su formación porteña. Luego, la crisis jugó sus cartas. Previo viaje a Japón como músico de la orquesta de Francisco Canaro, el maestro Federico debió disolver su orquesta típica pues la inestabilidad laboral para el ejecutante de tango ya era agobiante, incluso, para los grandes maestros. De allí en adelante solo convocaría a sus músicos para trabajos puntuales.
En tanto, como otros, creó pequeñas agrupaciones para agilizar la agenda de contratos. Una de ellas fue el Trío Saludos, en el que acompañó en piano o bandoneón a los cantores Rubén Sánchez y Rubén Maciel, que ya habían formado parte de su orquesta.
También por entonces formó parte del retorno de la Orquesta de las Estrellas, de Miguel Caló, con la que concretó actuaciones en Radio El Mundo y grabaciones en el sello Víctor.
Época de inquietudes
De nuevo en Rosario, Federico comenzó a despuntar otras vetas artísticas. Creó la Compañía de Comedias Musicales, con las que interpretó obras de su propia factura con libretos de diversos autores, como Roddy Koy. Algunas de ellas fueron: Un bandoneón en la calle, La historia ilustrada del tango y Vida de Francisco Canaro.
Además, dirigió un espacio por LT8 llamado Fiesta del Tango, también con libretos de Roddy Koy.
En tanto, continuaba con su actividad musical. En 1966, grabó para el sello Rosafón con su Quinteto Tango Argentino, a la vez que se presentó en el Holly's Bar con un conjunto que dirigía desde el bandoneón, y completaban Abel Pizzicatti en piano, José Eguía en violín, Norberto Nofri en contrabajo y sus cantores predilectos: Sánchez y Maciel. En esta agrupación, en algunas ocasiones, se sentó al piano un joven llamado Gustavo Beytelmann, que muy pronto daría que hablar en los escenarios internacionales.
También en nuestra ciudad Domingo Federico se convirtió en conductor televisivo. Fue en el ciclo Tango en 4 tiempos, galardonado con los premios Martín Fierro 73 y Monumento de Cristal. Actuaron allí Edmundo Rivero, Osvaldo Piro, Susana Rinaldi, Enrique Mario Francini y Héctor Stamponi, entre otras grandes figuras. En tanto, el conductor presentó su propia orquesta integrada por músicos de jerarquía de la ciudad como Cirilo Faure, Pedro Mario García, Ivo Pirotto, Rodolfo Montironi, Héctor Grimolizzi, Antonio Cabrera y Reinaldo Cassano.
Al promediar la década del 70 se conoció el concierto poético-musical Ciudad, con música de Federico y textos de Miguel Jubany. Ambos autores repetirán la experiencia en 1979 con Orfeo y Eurídice del tango. Esta dupla, además, concibió una serie de obras entre las que se destacan Maciel, tiempo olvido, En debe y haber y Preludio a la muerte pobre.
Otra actividad alternativa que Federico desarrolló en la ciudad fue la de conferencista, que ejerció con gran solvencia, muchas veces ilustrando él mismo sus charlas con el bandoneón. Con esta faceta llegó, incluso, a las Naciones Unidas con un trabajo sobre la historia del tango.
Visión de futuro
Durante los años siguientes, el bandoneonista fue disponiendo el terreno para preparar a las generaciones del porvenir. En medio de una sequía que se había convertido en constante para el mundo tanguero, supo encontrar los caminos para regenerar los tejidos del género.
Conocedor de la importancia que tuvo el trasvasamiento generacional en toda la historia del tango, creó en 1993 la tecnicatura en bandoneón en la Facultad de Música de la UNR, que generó el elemento esencial para que pueda madurar el embrión del género que, en definitiva, son las orquestas típicas.
Con ese envión, en 1994 fundó la Orquesta Juvenil de Tango de la Universidad Nacional de Rosario. La mayoría de los integrantes eran alumnos de música de la facultad aunque, con buen tino, fueron convocadas algunas viejas glorias del tango de la ciudad para completar el plantel.
Realizaron una buena cantidad de presentaciones en la ciudad y al año siguiente viajaron a Buenos Aires para actuar en el cierre del ciclo organizado en el Centro Cultural San Martín en homenaje a Carlos Gardel.
Pero, sin embargo, la experiencia no terminó allí pues, además, grabaron un disco compacto con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la UNR y de la Municipalidad. Los 17 temas registrados fueron: Selección de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera y Al compás del corazón (D. Federico-H. Expósito) en la voz de Eduardo Vila; Percal (D. Federico-H. Expósito) y Yuyo verde (D. Federico-H. Expósito) en la de Héctor Cattáneo; Aquel barrio Echesortu (Alfredo del Blanco-Carlos Calcagno), Ayacucho y Arijón (C. Vega-Dino Chiapetta) y El gran Olmedo (A. Marino-Raúl Mendoza), cantando Carlos Calcagno; Cuando tú no estás –canción– (Gardel-Lattés-Le Pera-Battistella) y Madreselva (F. Canaro-L. C. Amadori) cantando Graciela Rey; Olga y Silvio (D. Federico-H. Cardón), La cumparsita (Matos Rodríguez), A mi pinita (D. Federico-H. Cardón), Placet (D. Federico-H. Cardón), Mi adiós a Roberto Bustamante –réquiem– (D. Federico), Escuela de milonga –milonga– (D. Federico-H. Cardón), Dulce voz (Carlos Quilici ) y Saludos (Domingo Federico), en forma instrumental.
El plantel que intervino en los registros muestra una buena porción de los nombres que conformarán la argamasa principal de la nueva generación: piano, Octavio Brunetti; bandoneón, Carlos Quilici, Alicia Petronilli, Alfredo del Blanco, Víctor Blanco y Carlos Moyano; violín, Jorge García (solista), Luis Ciliberti (solista), Sebastián Slutsky, y Daniela Carreto; violonchelo, Gabriela Fernández; viola, Marcelo Ajubita; flauta, Débora Abecasis; contrabajo, Guillermo Trobbiani; cantores, Héctor Cattáneo, Carlos Calcagno, Eduardo Vila y Graciela Rey; arreglos y dirección, Domingo Federico.
Más tarde se incorporaron Damián Torres en bandoneón, Adrián García en violín y Paula Plunkett en flauta traversa.
La orquesta trabajó con intensidad en distintas localidades de la provincia de Santa Fe, y durante noviembre y diciembre de 1998 realizó una gira por Alemania, Suiza y Holanda.
Además de esta labor docente, Domingo Federico estuvo siempre activo en diferentes foros artísticos de la ciudad. Formó parte de la comisión de Sadaic en Rosario, y participó de una buena cantidad de actuaciones en el entonces Centro Cultural Bernardino Rivadavia.
Saludo final
Con 83 años, al frente de su cátedra universitaria de bandoneón y preparando actuaciones como la que tenía agendada para el día 30 de abril en el Teatro El Círculo, falleció en el Sanatorio Plaza, de Rosario, el 6 de abril de 2000, a minutos de la medianoche (en la partida de defunción figura 7 de abril).
En el momento de despedir sus restos en el cementerio La Piedad, durante la tarde del 7 de abril, los bandoneonistas de su orquesta ejecutaron en el panteón de Sadaic, y tal como él lo había solicitado, los compases del tango Saludos.