En el fútbol, no hay nada más difícil que torcer rumbos y destinos. Nada más complicado que reencauzar cruzadas tormentosas, sobre todo las que siempre dan la espalda y se extienden con tozudez y persistencia en el tiempo. Nada más desafiante que plantarse, sin otro recurso que la determinación, ante los inexplicables caprichos de la adversidad, para sanar heridas y atreverse a romper rachas y construir con certezas las bases de un nuevo futuro, con nuevos patrones de confianza y de juego. Con otro sello, con otros rasgos distintivos, con un horizonte más descontaminado, integrador y movilizador.
Un 10 de julio de 2021, tras la parte más dura de la pandemia por el coronavirus, la selección argentina cortó con 28 años de sequía, luego de aquel inolvidable triunfo sobre Brasil en la final de la Copa América, en el propio estadio Maracaná.
Fue un 1-0 forjado con el cuchillo entre los dientes, con el corazón en la mano, y con las corridas por derecha del rosarino Angel Di María que anotó un golazo, a los 22’, tras un pase exquisito y milimétrico de Rodrigo De Paul, que ya quedó inmortalizado en el recuerdo de todos los argentinos, que desde ahí lo venera como uno de sus rituales folclóricos más sagrados.
Ese día, Argentina consiguió reconciliarse con su genética ganadora, con su historia y con los mandatos internos que le reclamaban saldar deudas y animarse a escribir páginas de otro tenor. Diferentes a los antecedentes más inmediatos que muchas veces conspiraban con las intenciones de cambiar de paso.
Tanta espera, tanta angustia, tanto suplicio, tantas finales pedidas, tuvieron una recompensa a la altura de tanto anhelo, de tanta expectativa, una consagración que representó además un punto de inflexión en el tránsito contemporáneo del seleccionado argentino.
Rompieron maleficios
Con la obtención de la Copa América 2021, se rompieron todos los maleficios para Lionel Messi y para una generación dorada de futbolistas de nivel superlativo que empezó a tener su merecido correlato en la celebración de campeonatos, y se metió para siempre adentro de la piel de un pueblo entero, que a partir de ahí sólo le otorga conmovedoras (y multitudinarias) muestras de afecto, pleitesías y reconocimientos, en cualquier estadio del mundo donde juegue el equipo que sigue conduciendo Lionel Scaloni.
De esta manera, se cumplieron 3 años de aquel Maracanazo, ante Brasil en su propio templo. Donde Messi pudo destrabar la empecinación de sus nudos, de sus registros anteriores con la camiseta albiceleste y consiguió su primer título con la selección mayor.
Fue la memorable gesta que bautizó el camino glorioso de esta Scaloneta que sigue queriendo hacer más camino. La que nos devolvió la sonrisa, el disfrute y el orgullo. La única causa que nos une a todos en este país de las antinomias y las dicotomías.
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Ese día, Argentina formó con Dibu Martínez; Gonzalo Montiel,Cuti Romero (Germán Pezzella), Nico Otamendi y Marcos Acuña; Angel Di María (Exequiel Palacios), Rodrigo De Paul, Leandro Paredes (Guido Rodríguez) y Gio Lo Celso (Nico Tagliafico); Leo Messi y Lautaro Martínez (Nico González).
Desde aquel momento, obtuvo la Finalissima 2022 ante Italia y el Mundial 2022 en el desierto de Qatar, y ahora está a las puertas de una nueva celebración en Estados Unidos 2024. Pero fue en Brasil, en aquel no tan lejano 2021, donde elevó de condición su lucha y aprendió a poner su trayecto y sus objetivos en fase épica y triunfadora.