Todos tenemos nuestra propia verdad en los conceptos y las convicciones sobre las que forjamos nuestra forma de ser individual y social. La filosofía enseña que yo puedo tener mi verdad y expresarla, pero es una verdad individual. En cambio, las verdades de los grandes pensadores de la historia son consideradas verdades universales. Juan J. Rousseau, por ejemplo, fue un filósofo que existió en los años 1700 y su pensamiento es considerado universal. En el caso nuestro, los argentinos heredamos sus pensamientos, porque son los que nuestros próceres trajeron de Europa y nos movieron a buscar la independencia y la libertad. En una de sus afirmaciones, dice: “El pueblo no se equivoca, sino que es engañado”. Según sendas definiciones de la RAE, equivocarse es “tener o tomar algo por otra cosa, juzgando u obrando desacertadamente”. Y engaño, es “inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas”. En un año electoral, echado ya un primer “vistazo” a lo que viene haciendo el gobierno actual, el electorado argentino tendrá el próximo 14 de noviembre la posibilidad de mostrar en las urnas su elección, de acuerdo a lo expuesto. Definirá con su voto, si cree que el gobierno hizo y hace las cosas por equivocación o por engaño, considerando que la mejor forma de expresar inteligentemente nuestra verdad individual y social –sumada a nuestra perspicacia para captar la realidad que vivimos–, es poniendo el voto que más convenga dentro de las urnas.