Argentina es un amplio territorio, contiene variedad de paisajes y climas y el Sistema Chacras —el consolidado programa de Aapresid— hace honor a esa verdad. Estudiando los múltiples aspectos que limitan (y potencian) la producción en cada región, van arrancando hitos tecnológicos a paso firme. Andrés Madias, coordinador técnico zonal y Leandro Ventroni, gerente de programa explicaron los últimos hallazgos y lo que aún está por venir. Además, explicaron que con Rodolfo Gil como director académico científico, y Germán Fogante como director adjunto del programa, las bases para la innovación están sentadas.
La Chacra Bragado Chivilcoy, por su parte, está orientada a brechas de producción principalmente en los cultivos de maíz, soja y trigo. También tiene una pata fuerte en tema rotaciones e intensificación, orientada no tanto esta vez a los efectos sobre el suelo sino a los rendimientos y su estabilidad.
En lo suyo, la Chacra Río Negro es “un gran paraguas”. Aunque básicamente busca desarrollar sistemas productivos bajo riego en la zona del valle medio de Río Negro. “Actualmente el punto más fuerte sobre el que estamos trabajando es ajustando nutrición del cultivo y fechas de siembra del maíz. En soja, sobre el arreglo espacial. En ganadería, trabajamos con alternativas para la inclusión de verdeos en los planteos”, enumera Madias.
Cada una de las Chacras busca afinar al máximo alguna variable ambiental que le está costando productividad.
Largo plazo. Bragado Chivilcoy va a cumplir su tercer año, Pergamino lleva ya cinco y Río Negro existe desde fin del año 2011. “Es fundamental la estructura que le da Aapresid al programa, al proyecto y el seguimiento del plan de acción, lo que permite que se vaya cumpliendo lo buscado, en tiempo y forma. Si el productor tuviera que contratar a un técnico sin esta estructura de soporte sería complicado abordar los temas que aquí se proponen abordar”, aseguró Madias.
Encontrar resultados en el lote es el principal motivo por el que los productores ingresan al sistema pero una vez allí, es evidente que las respuestas van más lejos: siguen participando, y dando continuidad a los proyectos.
Pasturas y carbono. Entre los hallazgos del Sistema, los miembros de equipo destacan el caso de la Chacra Pergamino. Allí, la campaña pasada se hizo un análisis de los tres primeros años de trabajo, del impacto de las rotaciones, de la diferente intensidad y porcentaje de gramíneas sobre el suelo, midiendo ese impacto en un plazo relativamente corto. “Se encontraron algunos resultados interesantes en lo que es carbono orgánico, explicó Madias, algo que indicó “podría ser uno de los indicadores a mediano plazo con mayor poder de modificar la salud del suelo”. Según citó, otros indicadores como materia orgánica total, o densidad aparente pueden mostrar algunas situaciones, diferenciarse según las rotaciones sean más intensivas o menos intensivas, pero no son tan claros como el nivel de carbono orgánico. “Analizando los balances de carbono de las diferentes rotaciones —en los ensayos siempre incorporamos pasturas son la situación ideal de aporte de carbono, ya están todo el año produciendo biomasa para el suelo— lo que pudimos encontrar es que con ninguna rotación agrícola estamos logrando tener balances de carbono al menos neutros. Siempre han sido negativos, en mayor o menor medida, en función de la intensidad de la rotación, la incorporación de gramíneas”, reveló. “En cambio con las pasturas, ahí sí logramos tener un balance de carbono positivo sobre el suelo”.
Márgenes de rendimiento. En muchas regiones productivas, aún hay mucho por hacer en términos de rendimiento. En la Chacra Bragado Chivilcoy, puntualmente, se estuvo trabajando sobre la caracterización de maíces, así como en el cultivo de soja. “Hemos encontrado que tenemos márgenes de mejoras en el rendimiento de por lo menos entre un 7 y un 10% en ambos cultivos —dijo el coordinador zonal—, esto es un aliciente para ahora buscar en qué aspectos de los cultivos podemos seguir trabajando para acortar esos márgenes de mejora”. En maíz fundamentalmente se apunta a la parte nutricional como factor relevante. En soja, en Bragado, hay un tema crucial que atañe a los diferentes ambientes, y esto se evalúa combinando fechas de siembra y grupo de madurez de la soja. “Hemos encontrado combinaciones que parecieran ser las óptimas pero que en la realidad, los productores, por lluvias o problemas logísticas de la empresa, no parecían estar atendiendo. Ajustar los ciclos de soja a las fechas de siembra, ahí hay una pata interesante a corregir”, puntualizó.
Factor tiempo. En Río Negro, uno de las grandes problemáticas por las que se abrió la Chacra tuvo que ver con suelos en los que se hacía muy difícil el ingreso del agua de riego. “Uno de los grandes objetivos era encontrar qué estrategias operamos para que el agua pueda ingresar al suelo”, mencionó Ventroni. “Con el pasar de los años vimos que era una cuestión de tiempo. Después de 4 o 5 campañas, vemos que el efectos de las raíces, de los cultivos sobre todo de invierno que son los que mejor colonizan esos ambientes tan heterogéneos, trabajando esos suelos, hemos logrado que el agua pueda empezar a ingresar a los estratos más profundos, logrando colonizaciones por debajo del metro de profundidad”, reflejó el gerente del programa Chacras.
Malezas, claro. Mientras tanto, en Bandera se trabaja la temática de malezas sobre cinco de las detectadas como más problemáticas en la zona: Pappophorum, Chloris, Sorgo de Alepo, Gomphrena y Borreria. “Trabajando sobre su manejo, estudiando su biología, forma de reproducción, estrategias de la maleza para infestar los lotes, estrategias químicas y estrategias culturales para combatirlas, de manera de integrar todos los conocimientos generados en el manejo de cada maleza”, así describió Ventroni la experiencia en el norte de nuestro país. Allí, los cultivos de cobertura han sido un hallazgo novedoso en cuanto a soluciones culturales al problema de malezas.
¿Cómo se hace una agricultura sustentable en secano? También hay una Chacra en San Luis. Allí se está trabajando puntualmente sobre cultivos de cobertura así como en estrategias de fertilización en maíces de fecha de siembra temprana y tardía. “¿Cómo se hace una agricultura sustentable en secano? Es una zona my heterogénea, de un rango muy amplio. Se avanzó mucho en cómo poder incluir cultivos de cobertura por el tema de agua y por la erosión hídrica eólica, lo que afecta mucho la producción y los valores inmobiliarios de los campos”, relata Ventroni. Las conclusiones van mostrando que los cultivos de cobertura tienen un gran impacto sobre la disponibilidad de agua, sobre el suelo y sobre el rendimiento del cultivo de verano, que es el fuerte de la zona.
La otra línea, la que tiene que ver con las fecha de siembra de maíz temprana o tardía (para ellos es octubre, noviembre y los primeros días de diciembre) busca analizar cuál estrategia de fertilización es la más conveniente para la empresa agropecuaria, en esos ambientes tan contrastantes.
En soja se está evaluando si hacer estrategias más conservacionistas o apuntando a potenciar la producción en función del ambiente. Ser parte de la solución. Más allá de los hitos que viven los productores que integran el sistema, el fuerte de la continuidad en la Chacra tiene que ver con darles espacio. Así lo describe Ventroni: “existe un lugar para que digan tenemos esta problemática y nosotros queremos ser parte de la solución”. Además de contar con un aparato experto a su lado, que está destinado a ayudarlos a resolver el problema. “Lo que hace Aapresid es coordinar a toda esa gente, que vaya aceitado en tiempo y forma, todo para dar respuestas a las preguntas del productor”, explicó el gerente.
Es importante decir que el costo de cada Chacra está prácticamente en un 100% financiada por los propios productores. “Ellos lo incluyen como un costo de producción, tanto como el costo del herbicida que usan para cuidar sus cultivos. Entienden que el costo de desarrollar una tecnología para una problemática planteadas por ellos es válido”.
El conocimiento que se genera es de transferencia inmediata. “Los estudios se hacen sobre sus propios campos y van viendo día a día lo efectivo de lo que se experimenta”, detalló Ventroni.
A futuro. Entre las líneas que se avizoran de aquí en mas, Ventroni revela que están avanzando en un sistema integrado de producción. “Para llegar a la sustentabilidad deseada, que la empresa agropecuaria pueda producir con la máxima productividad en función del ambiente, que sea estable en el tiempo, que cuidemos nuestro recurso suelo, agua y nutriente y que el sistema sea amigable con la sociedad, hay un grupo de productores que ya están trabajando en ganadería y agricultura integrada en un campo clase I en Venado Tuerto. Allí estamos viendo en formar una nueva Chacra”.
El que mucho abarca, mucho aprieta. Parecen temas muy diversos, en zonas inabarcables por su distancia pero ellos lo describen justo al revés. “Por eso es fácil, porque es algo específico. En cuanto a la problemática, el lugar y el método. Está enfocado en cada lugar, son su propio técnico que vive ahí y conoce la problemática. Nosotros coordinamos el proyecto, no hay burocracia. No es algo rígido sino descentralizado. Los proyectos son de tres años. Si se cumple el objetivo, y no necesitan continuar, no hace falta seguir. Pero lo cierto es que cuando se cumplen los tres años se abren nuevas preguntas”.
El productor tiene que ser protagonista de su desarrollo, esa es la clave de este programa. “Es toda una nueva cultura. Y necesitamos el apoyo del estado, en ese sentido. Avanzamos sobre una interacción muy fuerte con Inta y Cambio Rural. Ellos tienen mucha experiencia local. Y podemos articular muy fuerte. Las universidades juegan un rol importante. También las empresas privadas. Es importante que todos estén en el mismo escalón. Que todos estén empujando para solucionar problemas concretos en ambientes concretos”. Lo claro es que, a nivel país, la producción agropecuaria tiene mucha diferencia por hacer.