Es la primera vez que Julio Chávez y Adrián Suar suben juntos a un escenario. "Un rato con él", escrita por el propio Chávez -junto a Camila Mansilla- y dirigida por Daniel Barone fue la excusa perfecta para que estos referentes de la actuación se unan para brindar una comedia sobre el pasado y la familia, que entretiene pero que es sólo discreta.
Después de presentarse en El Nacional porteño ante más de 125 mil personas, la obra subió a escena el viernes, sábado y anoche en el teatro Broadway. Con una escenografía que emula el interior de una mansión, la puesta invita a sumergirse en la historia de estos dos hermanos distanciados que se reencontraban después de años: la última vez que se habían visto Dario (Suar) tenía 6 y Gregorio (Chavez) 18. Pero la muerte de su padre, hace que estos personajes tengan que reunirse para dividir la herencia.
Así transcurren las horas en el sillón de la mansión entre estos dos hermanos, el escribano y la abogada, y lo que iba a ser un encuentro meramente protocolar, se convierte en un pase de factura. La chicanas vuelan y son filosas. Las chispas entre estos dos hermanos son cada vez más picantes. La calvicie de Gregorio (Chávez) o los cachetes de Dario, o frases como "¡qué chiquito jodido sos!", son excusas para despertar la risa en el público, que a sala llena, celebra cada chiste de las dos estrellas.
De pronto, un óleo sobre tela pone en jaque la división de la ostentosa herencia. Resulta que no estaba tasado y se supone que es una obra de alto valor artístico. Con la llegada del curador de arte, la trama llega a su pico más caliente. El clima se pone cada vez más caliente y tenso, y estos hermanos de distintas madres discuten hasta irse casi hasta las manos.
Lo cierto de "Un rato con él" es que la gente quiere verlos a ellos, no a sus personajes. Suar, gerente de programación de El Trece y fundador de Polka, desprende su carisma indiscutible, sus gags, su verborragia y su timing salvaje para contar anécdotas y cautivar la atención del público. Y junto a Chávez, fiel a su estilo cascarrabias, quien divierte con sus expresiones tajantes y sus respuestas contundentes digno de hermano mayor, logran una química que traspasa el escenario. Así, entre cafés y champagne, estos actores se sacan chispas por antiguos conflictos familiares. Abren cajas de recuerdos y sacan los trapitoss al sol.
Se trata de una obra muy dialogada, una comedia dramática que ahonda en el pasado y los secretos y contradicciones de una familia. Así, navega por temas álgidos como los reclamos, las distintas versiones, la segundas familias, la ausencia de los padres y la desconfianza entre hermanos, de un modo amable, que invita al espectador a sentirse identificado y reírse de y con ellos. Los recuerdos tergiversados se aclaran y mientras los truenos suenan afuera, adentro los lazos de sangre se fortalecen. También es cierto que, si bien indaga en temas íntimos y muchas veces dolorosos, la obra y además sus protagonistas no logran sensibilizar al espectador. Es decir, se podría haber explotado mucho más el vínculo de estos dos actores y así poder superar el tono de sobriedad que envuelve todo el tiempo a esta propuesta.