El stand up es un estilo dentro del gran género de la comedia, que se basa en la presentación de una rutina sobre la observación personal, crítica y humorística de alguna sucesión de acontecimientos de la vida cotidiana del monologuista, y que siempre trabaja desde la primera persona. Por lo general, el auditorio siente un fuerte grado de identificación con las situaciones que se recrean, pero la eficacia y la potencia del relato están basadas estrictamente en el texto narrado, con poco margen para la improvisación. Como en toda técnica, algunos elementos de la expresión física del comediante pueden hacer su aporte, muchas veces sostenido en el "physique du role" o bien en el carisma natural para hacer reír.
En Rosario podríamos deducir que el estilo en su formato más puro (comediante de pie, micrófono, texto) comenzó a brotar con el comienzo de esta década, si bien siempre existieron grandes artistas de café-concert que se destacaron en el teatro, como Liliana Gioia, Andrea Fiorino, Gachy Roldán y el "Negro" Moyano, incluyendo al mismísimo Juan Pablo Geretto, todas glorias del unipersonal, pero basados en la creación de personajes como plato fuerte del espectáculo.
En 2010, un pub en Mitre y Pasaje Simeoni habilitó en su pequeño subsuelo la irrupción de tres jóvenes: Daniel Feliú, Virginia Palazetti y Ariel Carrabs conformaron el grupo Standagasup y rompieron el hielo en esos años de germinación, que se extendió por cuatro temporadas. Tres personas unidas por el objetivo común de incursionar en el género luego de haberlo estudiado, de haberse adentrado en sus secretos y posibilidades. Así surgió "1, 2, 3... probando", el espectáculo pionero del stand up local integrado por un actor, una profesora de portugués y un mago.
Al mismo tiempo, el extinto Centro Cultural Ross, en los altos de la librería homónima que se ubicaba en la peatonal Córdoba, probó suerte con el género. En ese espacio, Fernando Pallas, creador del sitio Rosario Espectacular, se animó y largó un concurso de standup. "Tenía cierto prejuicio con el formato, hasta que ví a una cordobesa, Elisa Gagliano, que vino a Rosario a dar unos talleres y me abrió totalmente la cabeza. Ahí me di cuenta que más que un monólogo el stand up es como un diálogo abierto con el público, que además siempre tiene que tener algún elemento de denuncia social", relató.
De ese concurso salió el grupo La Cachila, en el que se destacaron Tincho Zaragoza, Maru Murno, Camilo Orlando y el mismo Pallas, entre otros. "En 2014 armamos el primer festival Palabra de Humor en Plataforma Lavardén. Fue muchísimo el público que descubrió que en esta ciudad se estaba haciendo stand up", dijo Pallas. La participación del periodista Juan Junco en el ciclo le aportó una visibilidad aún mayor, a tal punto que el festival se repitió: "Creo que el stand up es la soja del teatro", apuntó el comediante.
Casi al mismo tiempo, algunos comediantes de La Cachila como Zaragoza, Orlando y Murno, se juntaron con Luciano Redigonda, Jorge Fossetti y Martín Mazzuchelli para conformar el grupo Rosario Stand Up. Se fueron presentando en distintos espacios de la ciudad y tuvieron uno de sus picos en una temporada de verano en el teatro La Comedia. Entonces el stand up ya explotaba en Rosario, que además se convirtió rápidamente en una plaza casi obligada para las giras de standuperos de Buenos Aires.
Muchas de esas figuras son referentes para los locales: Martín Rocco, Peto Menhagen, Diego Reinhold, Sebastián Wainraich, Diego Wainstein, Sebastián Rubio, Guillermo Scelsi, Martín Pugliese, Laila Roth, Fede Cirulnik, Malena Pichot, Juanpi González, Grego Rosselló, Sole Macchi y Radagast... Casi todos coinciden en que esos nombres son los faros del stand up argentino, como también los americanos Jerry Seinfeld, Bill Hicks o Ricky Gervais o el inglés Eddie Izzard.
Standaperos vs actores. Zaragoza, Orlando y Mazzucchelli se tiraron a la pileta sin haber pasado por la actuación, casi que pertenecen a una primera camada de standaperos puros.
Una constante son las temáticas que aborda el estilo, siempre basadas en una observación muy aguda de la vida cotidiana en primera persona. "Los temas que trato en mis shows tienen que ver con cosas muy personales: soy padre, tengo una hija adolescente que vive conmigo, soy inquilino. Entonces, las complicaciones que se me presentan, como la renovación del alquiler cada dos años, a qué inmobiliaria le voy a tirar mi plata, a quién le voy a pedir garantía propietaria y otras cosas similares forman el material, siempre buscándole la vuelta desde el humor", cuenta Zaragoza, que actualmente programa noches de stand up en el bar Macondo.
El crecimiento del stand up en la ciudad puede traducirse en la experiencia de Mazzucchelli, a través de la misma práctica en el escenario: "Empecé a disfrutar mucho las pausas, antes me aceleraba y trataba de hablar todo el tiempo, me asustaban esos silencios y ahora estoy jugando con eso. Muchas veces un silencio, un gesto o una mirada generan más risas que tres minutos de texto", explicó.
Pero nada es improvisado, se trata de algo que se forja con muchas presentaciones. En este sentido, Camilo Orlando deduce que "según los que saben, uno forma su estilo recién después de diez años laburando. En mi caso, la clave está en no querer hacerme el gracioso, sino de serlo a partir de lo que digo". La acidez es uno de los rasgos que definen a este comediante y a Bill Hicks, uno de sus referentes.
A la inversa, Jorge Fossetti pasó de la actuación y de la creación de personajes al stand up, con veinte años de trayectoria en el grupo humorístico Marca Cañón. "Al principio éramos como los rockeros que se juntaban a zapar, se armó una cofradía muy linda con Rosario Stand Up. Yo trabajo con los defectos como punto de partida, pero creo que no hay que quedarse sólo en eso, sino dar un salto, llevarlo a otro plano", señaló.
Daniel Feliú, uno de los pioneros de Standagasup, que venía de una vasta experiencia en el teatro y el Match de Improvisación, apuntó: "Siempre me gustaron los cómicos populares de nuestro país como Niní Marshall, Pepe Arias y José Marrone. Pero un día probé con un curso de stand up que dio Joe López y ahí empecé a armar algo casi sin expectativas, indagando un poco en la forma de escritura. Me fui metiendo de a poco hasta que armamos «1, 2, 3?» y estuvimos más de cuatro temporada con funciones", recordó.
Otro actor que salta del teatro al stand up es Gabriel Rocca. "Ser actor me ayudó: me dio presencia escénica y además tengo recursos actorales y herramientas como el clown y la magia, que me permiten enriquecer un texto o salvarlo si no es muy bueno. Pero principalmente soy actor, el teatro es mi gran pasión", aseguró.
Por todos lados. Hoy el stand up continúa en pleno ascenso. En Pellegrini Concert, el grupo Fulanos con Eugenia Moretti, Diego Ruso, Coco Castillo, Marcos Di Nelia y Andrés Rodríguez ya transita por su cuarta temporada con gran respuesta del público. También el grupo Soltá La Banana es otro de los herederos de la usina de talleres que gestó Fernando Pallas.
El caso de Paula Solari es llamativo: no sólo es una de las pocas mujeres que se ponen al frente del estilo con cursos, talleres y espectáculos junto a Andrés Alcain, sino que además logró generar un programa de TV en la pantalla de Canal 3. "La Risata" se emitió durante más de tres meses en horario de trasnoche con una sucesión de rutinas que intentaron ampliar el público del stand up, mayoritariamente compuesto por jóvenes. "No creo que el stand up sea un fenómeno pasajero, es algo que ya se instauró hace casi siete años. De todos modos es una bomba que no terminó de estallar. Espero que Rosario se transforme en una plaza, en un buen lugar para ver stand up", comentó.
En los años 60, el género irrumpió en Estados Unidos con un fuerte sentido de crítica social a través del irreverente Lenny Bruce. Luego, en plena guerra de Vietnam, el stand up se fue poniendo cada vez más contestatario. Algo de esa esencia reivindica ahora Pallas: "El problema es que si no se reconvierte en crítica social, el género corre el riesgo de desaparecer", opinó.
A diferencia de los grandes standaperos consagrados de Buenos Aires —o de los más emergentes devenidos influencers que han logrado incrementar su público a través de las redes sociales y de la aparición en programas de televisión—, en Rosario se batalla siempre desde abajo, produciendo desde el llano y militando a pulmón cada función.
Sin embargo, todo parece indicar que el stand up llegó para quedarse, y ya convive con la gran familia del teatro local que lo viene adoptando, haciéndole un lugar en la cartelera de cada fin de semana.